por el gran consumo de combustible que necesitaría [?] y que por lo tanto cree que de todos modos más conveniente que la misión diplomática de que se trata se traslade con los vapores mercantes que hacen su servicio en esos mares». Como «no se puede demorar indefinidamente en celebrar tratados de amistad y comercio con el Japón, Cochinchina y Siam ruego a V.E. se sirva manifestar si a su juicio habría inconveniente en que la misión diplomática de que se trata fuera en un vapor mercante, pues conoce V.E. la gran importancia que tendría para el comercio de Filipinas la apertura de esos grandes mercados».34
También la marina militar declaraba no poder proporcionar una nave de guerra porque «en la actualidad no existen en aquel Apostadero más que fuerzas navales de muy corta representación, pues el único buque de alguna entidad que tenía allí, el cual era un vapor de ruedas de 330 caballos, acaba de ser desarmado» por vetusto.35 Sigue la doliente respuesta de Félix de Vejarano: «Ha habido algunos otros Plenipotenciarios que han ido en buque mercante, como el de Portugal»; pero la dignidad de España exigiría una nave de guerra, aunque en cualquier caso era mejor ir enseguida con vapor mercante, que tardar más.36 En efecto, las otras potencias europeas se presentaban de modo más solemne:
Ha llegado a este puerto la Fragata de Guerra Prusiana «Vineta»37 de 24 cañones y 400 caballos de fuerza, [y] que según noticias fidedignas se esperan dos más, para formar la Expedición que ha de tomar posesión de la Isla Formosa. Como España tiene tan cerca una de sus Mejores Colonias creo que esta noticia puede tener alguna importancia para el Gobierno de S.M.38
Sin embargo, la noticia no conmueve en absoluto a la burocracia madrileña, ocupada como estaba con los acontecimientos internos; no tiene mejor suerte el envío de «un ejemplar del tratado de amistad, comercio y navegación, últimamente concluido entre Dinamarca y Japón»;39 ni la noticia de que «el 25 de agosto último [1866] se firmó en Yokohama un tratado de paz y comercio entre Italia y Japón»,40 ni tampoco la noticia de que «el Ministro de Bélgica ha firmado el 1º de Agosto último un tratado satisfactorio con el gobierno del Japón; y que los enviados de Dinamarca y de Italia estaban concluyendo los suyos».41 Mientras tanto se estaba construyendo el Canal de Suez, que se abriría en 1869, y ya en 1866 el cónsul de España en Singapur reincidía en la exigencia del tratado con Japón, tomando en consideración la entera cuenca del Mediterráneo y comunicando la llegada de la
fragata de vapor italiana «Magenta»,42 conduciendo al negociador de su nación para aquel imperio y para los demás estados del continente asiático oriental. Hay la curiosa coincidencia que lleva también a bordo dicha fragata naturalistas y fotógrafos, como yo aconsejaba en mi citado despacho, formando los comisionados, con el estado mayor del buque, un total de 26 oficiales. Objeto de la misión italiana [1-2] es abrir a su comercio los puertos del Extremo Oriente.
Una vez roturado [?] el istmo de Suez los pueblos ribereños del Mediterráneo son los llamados principalmente al tráfico con estas regiones. Francia, sin más puerto mercantil importante sobre aquel mar que Marsella, ya lo tiene asegurado, Italia lo tendrá y es urgentemente necesario que lo tenga España, con una sucesión de excelentes puertos en el litoral que se extiende desde el golfo de San Jorge hasta la bahía de Cádiz. Esto sin contar con los intereses de Filipinas, que deben desplegarse prodigiosamente con la navegación de su matrícula al interesante grupo de islas que forman el imperio japonés.43
A principios de 1868 la conclusión del tratado de comercio y navegación se aproxima: se le encargó al plenipotenciario español en Pekín la preparación de un proyecto que se inspiraba también en los tratados ya existentes,44 y en ese mismo año se lleva a cabo la ratificación del tratado.45 Desde este momento España pudo acceder a los puertos japoneses abiertos al extranjero. Sin embargo, fueron muy pocos los comerciantes españoles o filipinos que hicieron uso de dicha posibilidad. Casi todos los escritos que aquí se examinarán percibían en esta ausencia un signo más de la imparable decadencia del sino imperial de España.
II. ENRIQUE DUPUY EN LA ERA MEIJI: «HE SENTIDO LATIR EL CORAZÓN DEL JAPÓN»
6. EL COMIENZO DE LA CARRERA DIPLOMÁTICA: DE VALENCIA A JAPÓN
Enrique Dupuy de Lôme y Paulín nació en Valencia en 1851, en el seno de una familia de origen francés46 que se había establecido en dicha ciudad a principios del siglo XIX para dedicarse a la producción de la seda. En Francia, el ingeniero naval Henri Dupuy de Lôme (1816-1885) se había hecho célebre sobre todo como constructor de buques de guerra y, en 1875, en Japón, Enrique Dupuy tuvo la oportunidad de encontrarse con sus antiguos alumnos durante una visita al Arsenal de Yokosuka, donde estos contribuían a equipar la moderna flota japonesa.47 De la rama española formaban parte Santiago Luis Dupuy de Lôme Guillemain (1819-1881), de familia noble que se trasladó a España después de la Revolución francesa, se consolidó en Valencia como político y como emprendedor con industrias de seda y de vinos (cf. infra, § 9); Carlos Dupuy de Lôme Paulín (1853-1921), hijo de Santiago, también él industrial de la seda y político valenciano, asimismo cónsul en Paraguay (1881) y en Bolivia (1882); Federico Dupuy de Lôme (1855-1924), militar y político conservador. En esta dinastía se sitúa nuestro Enrique Dupuy de Lôme y Paulín (1851-1904), primogénito de Santiago.48
a) La elección de la carrera diplomática: una vida en síntesis
Enrique Dupuy entró en la carrera diplomática jovencísimo y con óptimos apoyos: el de su padre Santiago Luis, que además de industrial fue gobernador de Cádiz y de Barcelona, mientras que Federico, militar, fue senador y gobernador de Oviedo y de Alicante. El contexto social de Enrique Dupuy está bien descrito en el periódico La Época de Madrid, del que fue también asiduo colaborador. Su regreso a la patria en 1875, durante el traslado de la sede de Japón a la de Bélgica, está documentado de la siguiente manera:
Leemos en un periódico de Cádiz: «Ayer ha salido de la ciudad, donde ha permanecido algunos días al lado de su distinguida familia, el ilustrado joven D. Enrique Dupuy, hijo del señor gobernador civil de esta provincia. Se dirige a Bruselas para desempeñar el cargo de secretario de la legación de España en aquella capital, después de haber estado en el Japón y dado la vuelta al mundo, regresando a Europa por los Estados Unidos. “La Época” ha publicado interesantes descripciones de los viajes del Sr. Dupuy, que además sabemos va á dar a la estampa sus observaciones sobre lo que ha hecho al interior del Japón, a la China y a los Estados Unidos. Honra también su ilustrada solicitud por obtener ventajosos frutos de su carrera diplomática, el folleto que ha escrito sobre la producción de la seda en el Japón, y que el Gobierno hizo publicar, apreciándolo con justicia en lo que vale. Las relevantes dotes del Sr. Dupuy le abren sin duda un gran porvenir en su carrera».
Nada tenemos que añadir a estos merecidos elogios, como no sea la confirmación de la noticia de que obran en nuestro poder unos estudios sobre el Japón, escritos por el joven Sr. Dupuy, que tendremos mucho gusto en publicar cuando dispongamos del espacio necesario para ello.49
Pocos meses después, la reseña social «Ecos de Madrid», del mismo periódico, anunciaba el matrimonio de Enrique Dupuy, donde llama la atención el hecho de que uno de los testigos fuese el político conservador más en boga de la época, Antonio Cánovas del Castillo, que a la sazón era presidente del Gobierno:
Algunas bodas para concluir. «Ayer ha debido celebrarse en Cádiz la del joven apreciable escritor y diplomático, hijo del gobernador de la provincia, D. Enrique Dupuy, con la señorita Adelaida Vidiella, hija de unos de los mas acaudalados capitalistas de la ciudad. Los padrinos habrán sido la baronesa de Cortes y el Sr. Cánovas del Castillo, representados por individuos de la familia de los contrayentes. No tardaremos a ver en Madrid a los jóvenes recién-casados, pues el Sr. Dupuy ha abandonado su puesto de tercer secretario de la legación de España en Bruselas meramente para venir a recibir la bendición nupcial, y regresará allí en seguida».50
Una vez en el Ministerio de Asuntos Exteriores después de la licenciatura en Derecho en Madrid, su primer destino fue Japón y su carrera prosiguió