conducía a las costas. Acomodaron todos los aparejos de pesca e iniciaron la faena, ilusionados con una jornada de pesca productiva en aquel lugar donde no había nadie más. A medida que pasaba el tiempo aumentaban la expectativa y la ilusión de pescar algo grande.
Repentinamente, una ola de más de 20 metros de alturas se levantó, los envolvió y arrastró dentro del agua. Empezaron a luchar desesperadamente para volver a tierra firme, pero las fuertes olas se lo impedían. Las olas los chocaban contra las afiladas rocas, y cada golpe les causaba profundas heridas. Cuando los grupos de socorro vinieron al lugar, era demasiado tarde. Marvin había desaparecido y Leslie había perdido un brazo y una pierna. Cuando los socorristas conducían las camillas hacia las ambulancias pasaron frente a los avisos que ellos habían leído al principio: Prohibido pescar en este lugar, olas asesinas.
Ellos habían visto la advertencia, conocían las reglas, pero habían decidido ignorarlas. Pensaron que las autoridades no podían determinar dónde se podía pescar y dónde no. Imaginaron que podían pescar y evitar las consecuencias.
Apreciado joven, lamentablemente las palabras obediencia, reglas, principios, límites y consecuencias no son las más populares hoy en día. Pero te invito a considerar que el código de ética que Dios ha colocado es para garantizar nuestro propio bien y que el abandono de los principios éticos implicaría vaciar la vida del sentido que Dios le ha dado. Hoy @Dios te dice: «Mi ley es lo único que puede garantizarte la felicidad plena».
4 de febrero
El sabueso del cielo
«Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: “¿Dónde estás?”». Génesis 3: 9
Aquella tarde, la humanidad entera trató de esconderse de la presencia de un Dios amante que buscaba incesantemente a sus criaturas perdidas. Desde entonces la historia se sigue repitiendo. Recorremos mil laberintos e inventamos mil excusas para mantener alejado a ese Ser divino: alcohol, drogas, odio, guerra, crímenes, mentiras, sexo libertino... Pero ese mismo día, el Cielo activó la búsqueda incansable del pecador. Francis Thompson expresa esta dinámica en su poema «El sabueso del cielo». Aquí te comparto un fragmento:
Hui de él, a través de las noches y los días;
hui de él, a través de los arcos de los años;
hui de él, a través de caminos laberínticos
de mi propia mente, y en la niebla de lágrimas
me escondí de él, bajo la risa y corriendo.
Desde arriba bajo la perspectiva de la esperanza, aceleré;
y disparé, precipitado,
abajo una oscuridad titánica en un abismo de temores,
de aquellos pies fuertes que me seguían, detrás.
Pero con una persecución sin prisa,
e imperturbable ritmo,
a velocidad deliberada, con perentoriedad majestuosa
golpearon y vencieron una voz
más inmediata que los pies:
«Todas las cosas traicionan a quien me traiciona».
La historia del Edén es la historia de la humanidad. Dios corriendo detrás del ser humano que huye de su presencia. Pero hoy, querido joven, quiero que sepas que Cristo te ama, que ya ha hecho lo imposible por ti y si tiene que mover cielo y tierra para salvarte, lo hará. Es una persecución que nunca termina, porque su combustible es un amor eterno. Hoy @Dios te dice: «Deja de correr, déjate alcanzar por mi amor. Aceptar mi gracia que desea perdonarte. Déjate encontrar por el sabueso del cielo».
5 de febrero
La bata prestada
«Luego Dios vistió al hombre y a su esposa con ropas de piel». Génesis 3: 21, TLA
Después de una intensa jornada con el club de guías mayores, trataba de conciliar el sueño resolviendo crucigramas que los jóvenes habían recortado de los periódicos para mí. Ellos sabían que me gustaban. En aquel momento me esforzaba por encontrar la respuesta acertada de la casilla horizontal número 19: Gusano anélido oligoqueto, lucífugo, de color blanco rojizo y cuerpo blando, siete letras.
De repente, una fuerte explosión sacudió la casa, y todo el cielo falso de la habitación cayó sobre mí. Aturdido, salí de debajo de los escombros. Entonces empezaron los gritos y las ráfagas de fusiles y ametralladoras. El movimiento guerrillero 19 de abril estaba tomando la población Miranda Cauca, donde yo trabajaba. Escuché fuertes golpes en la puerta y las ordenes amenazadoras:
—Afuera todos, salgan, a las calles, rápido.
Un militante nos sacó de la casa y, junto con los vecinos, nos condujeron a la plaza del pueblo para darnos un discurso.
Cuando llegamos al parque, pude ver un gran número de personas allí reunidos, la mayoría semidesnudos, habían sido arrebatados de sus casas sin darles tiempo para vestirse. Hasta ese momento, aturdido por la explosión y desconcertado por lo que estaba ocurriendo, no me había percatado de que yo también estaba en ropa interior. Solo cuando uno de mis feligreses se acercó y me miró de pies a cabeza diciéndome:
—Pastor, usted está sin ropa.
Me percaté de mi vergonzosa situación. Quise que la tierra me tragara en aquellos momentos. El predicador, el pastor, estaba en la calle semidesnudo en medio de una multitud. Entonces el hermano hizo algo que nunca olvidaré: se quitó la bata que llevaba puesta y me envolvió en ella.
Conmovido por el gesto no pude evitar recordar la escena que narra el Génesis, cuando Dios vistió a nuestros primeros padres. Ellos habían confeccionado delantales de hojas de higuera para cubrirse, pero sus ropas pronto se marchitaron, y la vergüenza afloró nuevamente. Entonces Dios les hizo túnicas de pieles, cómodas, fuertes, duraderas y adecuadas.
Las hojas de higuera representan todos los caminos y atajos que muchas veces tú y yo inventamos tratando de encontrar paz para nuestra alma, tratando de hallar la salvación por cuenta propia, pero en palabras de Isaías, lo mejor que podemos hacer no es más que trapos sucios. La ropa elaborada por Dios representa la justicia de Cristo, y eso es lo que tú y yo necesitamos hoy. Hoy @Dios te dice: «Déjate cubrir por mi manto de justicia».
6 de febrero
Provisión para los pobres
«No rebusques todas las uvas de tu viñedo ni recojas las uvas caídas; déjalas para los pobres y los extranjeros. Yo soy el Señor, el Dios de ustedes». Levítico 19: 10
En Levítico 19, Dios da pautas para que su pueblo viva una vida santa en el diario vivir. En los versículos 9 y 10 Dios da un mandato interesante: una orden vertical, o sea dada por Dios, pero con aplicación horizontal, orientada hacia el prójimo y que muestra el interés que debe tener el pueblo de Dios por una mejor sociedad.
Un evangelista estaba impartiendo una campaña de evangelización en una población. La primera semana decidió visitar a los miembros de la iglesia. Primero visitó a los de un sector de la población y se sintió feliz al ver que aquellos hermanos eran los más ricos del pueblo. Vivían en casas muy cómodas y hermosas. Luego visitó otro sector de la población y encontró un cuadro muy deprimente. Aquellos hermanos eran extremadamente pobres. Vivían en casuchas elaboradas de cartón, latas y plásticos negros, y los pisos eran de tierra.
El siguiente sábado de tarde se llevó a cabo una reunión con los hermanos más adinerados. El pastor les hizo ver que era un mal testimonio para la comunidad el hecho de que mientras ellos vivían en abundancia, otra parte de la feligresía estuviera en condiciones tan deplorables.