tránsito, le pondré una sanción.
Según el, estábamos conduciendo en sentido contrario.
—No puede ser —le dije respetuosamente—. Nosotros llevamos muchos años viviendo en esta ciudad y siempre hemos conducido por esta calle en el mismo sentido que lo estamos haciendo ahora.
Acto seguido me explicó que dos semanas antes las autoridades de tránsito de la ciudad habían cambiado el sentido de la calle. Traté de apelar la decisión pero su respuesta fue categórica:
—Lo siento mucho, debo sancionarlo.
Entonces mi esposa dijo:
—Permítanos llamar a nuestro vecino fulano, él es funcionario del departamento de tránsito municipal.
Cuando ella mencionó aquel nombre, el agente miró con asombro.
—¿De dónde conocen a este funcionario? —preguntó inquieto.
—Hemos vivido en el mismo condominio durante más de diez años.
Inmediatamente el oficial guardó su pluma, el talonario, y nos dijo:
—No es necesario hablar con él, con solo saber que son amigos es suficiente, pueden irse. Tengan en cuenta el cambio de sentido la próxima vez.
Al marcharnos pensé «cuán importante es conocer a las personas correctas». Por supuesto, no estoy sugiriendo que uses tus contactos para librarte de infracciones voluntarias o actos ilegales, pero creo que todos en algún momento nos hemos beneficiado de conocer a la persona correcta. El versículo de hoy resalta la importancia de conocer a Dios. Conocerlo a él es la esencia misma de la vida eterna (Juan 17: 3) y según David, produce confianza y nos da seguridad.
Al finalizar este mes quiero invitarte a seguir leyendo este libro de reflexiones. Cada día aprenderemos más acerca de @Dios, sus atributos y características principales y cómo él se ha manifestado en mi vida y en las vidas de otras personas cuyos testimonios he tenido el privilegio de escuchar. Pero hoy deseo cerrar este primer mes invitándote a acercarte más a Dios y a confiar en él. Ese es el contacto más importante que puedes tener en esta vida.
1º de febrero
Un Dios de relaciones
«El Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón hecho pedazos y han perdido la esperanza». Salmo 34: 18
Como ya habrás notado, uno de mis temas favoritos de las Escrituras es el de los nombres de Dios, su significado y lo que nos revelan sobre él. Maimónides, un comentarista judío de la Edad Media, escribió acerca del nombre «Jehová»:
«Todos los nombres de Dios que aparecen en las Escrituras se derivan de sus obras, excepto uno: Jehová; y a esto se le llama el nombre sencillo, porque enseña sencilla e inequívocamente la sustancia de Dios». Este nombre de Dios se da a conocer siempre en el marco de una relación de él con criaturas que pueden percibirlo y apreciarlo, seres racionales y morales. Por eso, aparece por primera vez en el capítulo 2 de Génesis, donde se detalla la creación de los seres humanos.
Es digno de destacar que ese es el nombre que se usa en relación con el pueblo de Israel. Dios le está encargando a Moisés la empresa de liberar a Israel y, por tal motivo, Moisés se atreve a preguntarle a Dios cuál es su nombre. Es en ese momento cuando Dios pronuncia las solemnes palabras: «YO SOY EL QUE SOY. Y dirás a los israelitas: “YO SOY me ha enviado a ustedes”» (Éxodo 3: 14). Al decir esas palabras, Dios se reveló como un ser personal, viviente, que cumple las promesas que hizo a un pueblo en la persona de sus ancestros. Un Dios inmutable que permanece fiel a sus palabras a través del tiempo. Robert Baker expresa: «La existencia personal de Dios, la continuidad de sus tratos con el hombre, la inmutabilidad de sus promesas y la revelación entera de su misericordia redentora se reúne alrededor del nombre Jehová» (Old Testament Synonyms, p. 62).
Dios es un Dios de relaciones, un Dios cercano no solo a los adultos, sino también a los jóvenes, a todos los seres humanos, un Dios que se interesa por ti, un Dios que quiere entrar en comunión contigo, a quien le interesan tus planes, tus sueños y tus anhelos. Un Dios cuyo amor por ti es eterno, un Dios de perdón y de oportunidades. Es un Dios que cumple con sus promesas y que se caracteriza por darle la oportunidad a los jóvenes. ¡Cuán grande es Dios! ¿No te gustaría conocerlo más? Hoy @Dios te dice: «Estoy cerca de ti».
2 de febrero
Ángeles en el río
«El ángel del Señor protege y salva a los que honran al Señor». Salmo 34: 7
El joven ministro había sido trasladado a una nueva región y llevaba un mes visitando sus congregaciones. Aquel día llegaría al Canal La Primavera, en la Vía Panamericana. Cuando llegaron al lugar indicado, se bajó del vehículo y como no vio a nadie esperándolo decidió emprender el recorrido solo. Aquella no era la mejor época para transitar por esos terrenos, pues era temporada de lluvias y los campos estaban inundados.
Después de una hora de camino, el agua le llegaba a la cintura. De pronto, vio varios hombres a lo lejos, frente a una pequeña casa sobre un montículo que sobresalía del agua. Movían los brazos para llamar su atención y le decían:
—Deténgase, no avance, es peligroso. Nosotros iremos por usted.
Ellos vinieron en un bote, lo ayudaron a subir, lo llevaron a un sitio y le dijeron que caminara en línea recta por un terraplén que estaba bajo el agua. Después de caminar un largo trecho llegó a una zona seca. Media hora después aparecieron los hermanos que debían llevarlo hasta su destino. Al verlo, le preguntaron cómo había llegado hasta allí. Él les contó lo sucedido y, al final, ellos dijeron:
—Pastor, en toda esa área inundada no existen islas, no vive nadie, tampoco hay un terraplén por donde se pueda caminar y nunca ha habido una casa por aquí. Es imposible llegar hasta aquí sin un bote. ¿Y cómo cruzó el río?
El pastor quedó mudo. Él no había visto ningún río. La próxima vez que el pastor visitó la zona era verano. Hizo el mismo recorrido en medio de una asfixiante polvareda. No encontró la isla donde habían estado las personas. No había una casa allí, no había un bote, no encontró el camino en alto relieve por donde había caminado y, como si todo esto fuera poco, pudo bajar al lecho seco del río Guapá Leon, cruzarlo y salir al otro lado. ¡Había más de cuatro metros de profundidad! El río estaba ubicado justo unos metros antes de donde los amigos que lo ayudaron le habían ordenado detenerse.
Entonces lo entendió. Había estado a punto de morir ahogado arrastrado por el río. El niño que ahora lo acompañaba para llegar a su destino interrumpió sus pensamientos.
—Pastor, toda la gente dice que eran ángeles.
Hoy @Dios te dice: «Mi ángel protege y salva a los que me honran; y hoy están listos para protegerte a ti».
3 de febrero
Prohibido pescar
«Cuando Dios el Señor puso al hombre en el jardín de Edén para que lo cultivara y lo cuidara, le dio esta orden: “Puedes comer del fruto de todos los árboles del jardín”». Génesis 2: 15, 16
En este pasaje del Génesis encontramos el sencillo código de ética que Dios le dio al ser humano cuando lo creó. Cuando estudiamos esa historia notamos quién es el Único que determina qué es bueno y qué es malo, qué es correcto y qué es incorrecto. Si hay algo que nuestro mundo necesita recordar es que los valores éticos los determina Dios. Nunca fue el plan divino que el ser humano marcara la línea divisoria entre el bien y el mal. Tú y yo decidimos si aceptamos las reglas que Dios ha establecido o no, pero él es quien determina si una conducta es aceptable o no.
Marvin y Leslie llegaron a las playas