Edgar Redondo Ramírez

Un mensaje de @Dios para ti


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      —Tengo cáncer.

      Era una indígena Embera. Venía de una zona muy distante. Cuando su salud se vio afectada fue al médico en Quibdó, donde la remitieron al hospital universitario de Cartagena. Allí, después de entregarle el diagnóstico, le entregaron la dirección de aquella vivienda donde cada miércoles se reunía un grupo de adventistas para orar por las necesidades de la comunidad.

      Había asistido durante varios miércoles sin decir una sola palabra. El primer día llevaba todos los atuendos y adornos propios de su etnia, pero con el paso de las semanas los collares de huesos y colmillos desaparecieron de su cuello, aunque conservó sus vistosos y coloridos vestidos. Los «Embera Katíos» adoran a los dioses del sol, el aire, la luna, la tierra, el agua y el fuego, entre otros; pero ahora ella había conocido a Jesús, el Hijo de Dios y Salvador del mundo, y había escuchado que por la fe en su nombre podía obtener la sanidad.

      Estudiando con nosotros aprendió a orar y a presentarle a Dios sus necesidades, especialmente sus problemas de salud. Pasó el tiempo y volvimos a escuchar su voz cuando nos presentó el resultado de otro de sus exámenes médicos:

      —Estoy sanada, no tengo nada, aquí están los resultados.

      Se bautizó el sábado siguiente en la iglesia, y nunca la volvimos a ver.

      Pasó el tiempo, y un día, mientras conversaba con un colega, él me contó que había viajado a una zona muy distante, cerca de la frontera con Panamá, para realizar un gran bautismo. Todos los candidatos eran indígenas Embera. Cuando le pregunté quién los había evangelizado me contó que una dama de la tribu había contraído cáncer y en Cartagena había encontrado la salud. Regresó a su tribu y compartió con ellos el testimonio de un Dios llamado Jesús que tiene el poder de sanar cuando le oras con fe.

      El mismo Jesús que expulsó demonios, calmó la tormenta y sanó enfermos hace dos milenios continúa siendo el Dios Todopoderoso hoy y siempre. @Jesús declara hoy: «Yo puedo sanar tus enfermedades físicas, mentales y espirituales. Yo puedo librarte de tus adicciones, de tus inseguridades, temores y angustias. ¿Te animarás a confiar en mí?».

      «Murió por mí»

      «En ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos salvarnos». Hechos 4: 12

      Hace poco leí que durante la Guerra Civil Estadounidense un agricultor llamado John Blake fue reclutado como un soldado para ir al frente de batalla. Cuando le notificaron la decisión se fue a casa profundamente preocupado por tener que dejar a su familia, pues su esposa había muerto y no tenía nadie que pudiera cuidar a sus niños durante su ausencia.

      El día antes de partir, Charlie Durham, su vecino, fue a visitarlo.

      —Blake —dijo—, he estado pensando. Su familia lo necesita aquí en casa, así que he decidido tomar su lugar.

      John quedó mudo. Era una gran propuesta, tanto así que no sabía si su vecino hablaba en serio. Tomó la mano del joven y alabó a Dios por este amigo que estaba dispuesto a ir como su sustituto.

      Charlie fue al frente de batalla y luchó valientemente. Pero tristemente murió en la primera batalla. Cuando John escuchó la noticia, inmediatamente ensilló su caballo y fue al campo de batalla. Después de buscar por un tiempo, encontró el cuerpo de su amigo. Arregló todo para que fuera enterrado en el cementerio del pueblo y preparó una lápida de mármol donde esculpió una inscripción con sus propias manos: «Murió por mí».

      Creo que John Blake entendió el mensaje de la Biblia: «Cristo murió por nosotros». La muerte de Cristo lo califica para ser el único Salvador. Nadie más puede salvarnos, no hay otro nombre bajo el cielo en el que podamos hallar salvación. Elena G. de White escribe: «Debe haber un poder que obre en el interior, una vida nueva de lo alto, antes de que el hombre pueda convertirse del pecado a la santidad. Ese poder es Cristo. Solamente su gracia puede vivificar las facultades muertas del alma, y atraerlas a Dios, a la santidad» (Dios nos cuida, p. 76).

      ¿No crees que este es un mensaje que merece ser compartido? La Global Survey on Religion and Atheism [encuesta global sobre religión y ateísmo], publicada en 2012, revela que el ateísmo está aumentando y la religiosidad está disminuyendo entre la población mundial. La encuesta muestra que, a nivel mundial, un 13% de las personas encuestadas se consideran ateos; un 23%, como no religiosos; y un 59%, se identifican como religiosos. Hoy más que nunca nuestro mundo necesita escuchar las buenas noticias del amor de Jesús y la salvación que encontramos en él. ¿Te gustaría decirles a otros que @Cristo murió por ti?

      Cien por uno

      «Y todos los que por causa mía hayan dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos, o terrenos, recibirán cien veces más, y también recibirán la vida eterna». Mateo 19: 29

      Ella era una de las empleadas más distinguidas de la empresa telefónica en aquel pueblo. Hacía su trabajo con diligencia y atendía al público de manera muy amable. Pero aquella tarde Dios le mostró que tenía otros planes para ella. Un joven adventista fue a realizar una llamada (esta historia posiblemente ocurrió antes de que nacieras, como notarás) y al observar que el local estaba repleto se acercó a ella y le entregó un papel con su número telefónico. Le dijo:

      —Señorita, tengo prisa y hay mucha gente, necesito llamar a mis jefes. Por favor este es mi número en la fila. Saldré y, cuando entre, necesito que usted me pase a mí primero para realizar esta llamada.

      El joven salió y, después de unos minutos, regresó. Efectivamente, la joven le dio prioridad. Al finalizar la llamada, pagó el servicio y después de agradecer la cortesía de la joven telefonista se marchó, no sin antes añadir:

      —Mil gracias, joven, espero ser el primero siempre que venga a llamar.

      Y así fue. Siempre fue el primero sin importar cuánta gente hubiera en la sala. De esa manera nació una sencilla amistad entre los dos jóvenes que se limitaba solo a ese espacio.

      Algún tiempo después se estaba llevando a cabo una semana de evangelismo juvenil y este joven sería uno de los expositores. La primera noche se llevó una gran sorpresa al encontrar allí a su amiga telefonista. Así que él aprovechó para hablarle de Jesús e invitarla a aceptarlo como su Salvador personal. Pero ella le confesó:

      —No puedo dejar mi trabajo.

      Entonces el joven habló con los dirigentes de la iglesia para conseguirle un trabajo. Cuando ella decidió bautizarse, la emplearon como maestra en el colegio de la iglesia.

      Después de un tiempo, la universidad adventista le extendió una beca para estudiar una carrera y allí, además de obtener un título en administración de empresas, conoció al que hoy es su esposo. Hoy tiene un hermoso hogar con dos maravillosos hijos. Siempre que cuenta su historia dice: «Jesús ofreció cien veces más a los que le siguen, ¡y de verdad lo cumple!». La promesa de @Dios no falla: «cien por uno». Incluso si ya le entregaste tu vida a Jesús, hoy te invito a hacer a un lado todo aquello que estorbe tu crecimiento espiritual.

      Contactos importantes

      «Señor, los que te conocen, confían en ti, pues nunca abandonas a quienes te buscan» Salmo 9: 10

      Habíamos conducido muchas veces por ese lugar sin experimentar contratiempos. Por eso, nos sorprendió que en esa oportunidad un policía de tránsito nos diera la orden de detenernos. Vimos al caballero acercarse con el ceño fruncido.

      —Documentos del vehículo —dijo con tono adusto—. Licencia de conducción, equipo de carreteras, encienda