Rosa Castilla Díaz-Maroto

El frágil aleteo de la inocencia


Скачать книгу

digo.

      —Hasta mañana, mamá.

      Finalizo la conversación y me tomo algo de tiempo antes de decidir si llamar primero a Andrea o a Carlos. La emoción de ver a mi madre a través de Skype me supera, necesito tomar aire antes de continuar.

      Tras pensármelo unos segundos… me decido por Carlos; dejo para más tarde a Andrea ya que si quedo con sensación de desánimo… ella me ayudará a levantarlo con sus ocurrencias y su energía positiva.

      Carlos llama a través de Skype. Se ha dado cuenta de que estoy conectada.

      Le doy paso.

      Le observo. Estamos conectados pero él no se ha dado cuenta todavía. Se mueve en su asiento buscando algo sobre la mesa de trabajo, veo al fondo la ventana que justo hay detrás de la mesa. Se para por fin delante de la pantalla. Está serio. La imagen no es buena y sin embargo cuando he hablado con mi madre si lo era. Tiene el cabello despeinado y lleva puesta una camiseta azul sin mangas con lo que… veo sus fuertes hombros. La imagen parece mejorar bastante y aprovecho para recorrer con mis ojos su rostro… hasta llegar a sus perfectos labios que se encuentran entreabiertos. Finalmente se percata de que estamos en línea.

      —Estas ahí. No has dicho nada —sonríe.

      —¿Estabas buscando algo?

      —Sí, unas anotaciones. Ya las he encontrado.

      —Te veo bien. Estás guapísimo. —Gira la cabeza de un lado a otro riendo mientras se muerde el labio inferior. ¡Quién pudiera morderlo y saborearlo! ¡Se me eriza la piel solo de pensarlo!

      —Me miras con buenos ojos. ¿Acabas de ducharte?

      —Sí.

      —¿Llevas puesto solo el albornoz? —me pregunta en tono jocoso. Parece relajado y confiado.

      —No —arqueo las cejas—. Llevo ropa interior. ¡Pero bueno Carlos, esta conversación… no me gusta a través de Internet!

      —Lo sé. Solo quería ponerme en situación.

      —¿En situación? —me irrita su comentario.

      —Es una broma mujer. Estás… preciosa —baja la mirada y unos instantes después la levanta hacia mí—.Tenía muchas ganas de verte.

      —Yo también —me emociono, cómo no.

      —No tanto como yo —dice con tristeza.

      Esa mirada de Carlos… es una mirada culpable. Sigue sintiéndose responsable del distanciamiento que ha habido entre los dos.

      —Tú… tú no sabes cuánto te extraño yo.

      —Dejémonos de si tú más o yo más, es una tontería.

      —Desde luego, esto parece una conversación de tontos.

      —Tienes razón, perdóname —se acerca un poco más a la pantalla de su ordenador—. No he tenido un buen día. Discúlpame. —dice mirando fijo a la cámara.

      —¿Problemas en el trabajo?

      —No, problemas emocionales —llego a apreciar como sus ojos se envuelven en una profunda tristeza.

      Me observa.

      Me quedo sin palabras mirando a la pantalla del ordenador.

      Cojo entre los dedos mi medio mundo.

      —Me duele verte así, me minas —se da cuenta que tengo cogido entre los dedos mi medio mundo y él hace lo mismo con el suyo—. Ya… no puedo volver atrás Carlos, dame fuerzas y no me hundas —mis ojos se llenan de lágrimas—. Esta angustia que sentimos los dos… irá remitiendo poco a poco, debemos tener paciencia.

      —Lo sé, Volvoreta —dice con pena.

      —Entonces… anímate, hazlo por mí, me quedo hecha polvo si te veo así… No tengo donde buscar consuelo ¿entiendes? —No puedo contener las lágrimas— No tengo a nadie a quién agarrarme o en quién apoyarme… Tengo los sentimientos a flor de piel al igual que tú —observo a duras penas como me mira, ya que las lágrimas no me permiten ver con claridad su rostro.

      —Es el primer contacto visual… Me ha impactado verte. Perdóname. Sé de sobras que se irá apaciguando esta sensación de vacío, sé que me voy a acostumbrar. Lamento hacerte llorar —su mirada suplica que le comprenda—. ¿Has contactado con tu madre?

      —Eso me parece bien, me gusta que cambies de tema —digo entre sollozos—. Sí, pero ya sabes… no paraba de preguntarme: si he comido, lo que he comido… que tenga cuidado con esto y con aquello…

      —Me lo imagino.

      —Hoy he tenido oportunidad de conocer un poco la ciudad, los sitios que pueden ser de interés para mí día a día. Ya sabes… tiendas, etc.

      —¿Y qué te parece la ciudad?

      —No está mal, ya le iré cogiendo el aire a todo. Acostumbrada a Madrid todo me parece diferente. Cuando tenga que buscar algo en concreto… no voy a saber muy bien donde buscarlo. No me preocupa mucho, ya que Anne, ya sabes… una especie a asistente o personal shopper, me lo solucionará rápido, me asistirá durante un tiempo.

      —Eso está bien, y… ¿qué tal la comida?

      —Buena. Ya sabes… hay de todo. Mi madre piensa que solo se come aquí comida rápida, pero nada más lejos de la realidad. El lunes me van a mostrar el apartamento donde voy a vivir.

      —Ya me contarás.

      —¡Y lo veras! Grabaré un video para que veáis donde voy a vivir para que os quedéis tranquilos.

      —Estoy tranquilo y deseando ver y saber dónde vas a vivir. ¿Has ido a la oficina?

      —No. El señor Carson me ha dicho que me recogerá el miércoles para ir a la sede. Alan está de viaje y regresa el martes por la noche. Quiere presentarme a sus hijos y al resto de la cúpula de la empresa. Todavía no me ha dicho cuando me voy a incorporar al trabajo.

      —Querrá que te instales primero.

      —Eso es lo que quiere.

      —¿Has hablado con Andrea?

      —No, lo he dejado para más tarde.

      —A lo mejor no ha llegado a casa todavía.

      —Lo intentaré. ¡Ahí está!… disponible.

      —Sí. Se dará cuenta de que estamos hablando al ver que estamos conectados los dos.

      —Carlos.

      Me pongo de repente sentimental.

      —¿Si? —le llama la atención el tono de mi voz al pronunciar su nombre.

      —Te quiero.

      Me mira con una sugerente y risueña sonrisa dibujada en su cara.

      —Eres la luz de mi alma, nena.

      —¡Guau! —Le miro un instante antes de seguir hablando—Te estás poniendo romántico. Vamos a dejarnos por el momento de ñoñerías o acabaremos con los ánimos por el suelo otra vez.

      —Sí, será mejor dejarnos de sentimentalismos por un tiempo o caeremos en brazos de la desolación.

      —Mañana por la mañana me conectaré de nuevo, pero no tan temprano, ya que es domingo y aprovecharé un poco más para dormir. El cambio de hora me está matando, son muchas horas de diferencia y me va a costar adaptarme. Supongo que para cuando tenga que incorporarme al trabajo ya estaré acoplada a la diferencia horaria.

      —Puedes estar segura de que voy a estar pendiente. No tengo planes para el domingo; mi único plan es trabajar en un nuevo proyecto.

      —Seguro que es interesante,