Rosa Castilla Díaz-Maroto

El frágil aleteo de la inocencia


Скачать книгу

camina hacia el ático y yo la sigo sin pronunciar palabra.

      Se ve que el edificio está bien cuidado y limpio. Me pregunto qué tal serán mis nuevos vecinos. Observo una cámara de vigilancia en el pasillo, enfocando la entrada a los áticos. En cuanto a la pregunta que me estaba haciendo a mí misma… espero caerles bien a mis vecinos.

      Tras haber avanzado unos metros por el pasillo llegamos a la puerta del ático 1ª. La puerta es de madera lacada en el mismo color que las paredes y con una cerradura bastante rara; nunca había visto algo parecido. Mete una llave plana con una especie de chip en su punta. Escucho un extraño ruido metálico e inmediatamente la puerta se abre. Anne entra en la vivienda mientras observo que justo detrás de mí hay otra puerta; el ático 2ª. Me invita a entrar en mi nuevo apartamento.

      Intrigada, cruzo el umbral de mi nuevo hogar.

      Me sorprende ver que no hay una entrada previa a la vivienda a modo de hall y que directamente entramos al salón. Un enorme y luminoso salón. ¡Vaya!, me quedo literalmente con la boca abierta al ver sus dimensiones. Dos ventanales enormes de cristal y entre estos una puerta de dos hojas se encuentra frente a mí, al fondo del gran salón. El suelo es de madera de castaño envejecido y las paredes son de color blanco al igual que la carpintería de la vivienda. Los techos son altos. Delante de los ventanales hay dos sofás de color hueso, uno frente al otro y en el medio una moderna mesa de cristal con un soporte de diseño en acero. Observo que el mobiliario es nuevo, sin estrenar. Son los únicos muebles que hay en el salón.

      Miro hacia mi izquierda y ahí está la típica cocina americana. Muebles de moderno diseño en color gris grafito, con isla y barra con cuatro taburetes en acero y asiento en piel. Sobre la barra y sujetas al techo, tres vitrinas de cristal.

      A mi derecha un largo pasillo.

      —Esto es demasiado —digo asombrada—. Es muy grande.

      —No te lo esperabas ¿verdad? —me mira con una sonrisa.

      Me encojo de hombros.

      —No me esperaba algo así. Yo… pensaba que iba a vivir en un apartamento más pequeño y modesto. Es demasiado lujoso para mí.

      —Todavía no has visto el resto. —Parece divertirse con mi reacción.

      Me acerco despacio hacia uno de los ventanales del salón y al llegar… una gran terraza se abre ante mí con todo el mobiliario necesario para disfrutar de ella, hasta una barbacoa, todo ello de moderno diseño; ideal para dar fiestas.

      —¡Madre mía, esto es demasiado! Si lo viera mi amiga Andrea alucinaría —digo en voz alta olvidando que Anne me escucha.

      —¿Cómo?

      Me doy la vuelta y miro a Anne que me observa sonriente ante mi descuidado comentario.

      —Es más de lo que podía imaginar —no encuentro las palabras adecuadas para expresar lo que siento—esto… es un sueño. Es demasiado.

      —Queda por ver el resto de la casa.

      Anne se dirige por el pasillo y yo la sigo.

      —El apartamento cuenta con dos dormitorios tipo suite con vestidor, un despacho y un aseo —me informa.

      Los dormitorios están amueblados con mobiliario de diseño minimalista al igual que los baños.

      El despacho dispone de mesa y sillón de diseño más dos grandes estanterías para libros en dos de las paredes.

      Anne, entusiasmada, me enseña los armarios del pasillo donde están escrupulosamente ordenadas: toallas, sábanas y todo aquello que se puede necesitar para vestir los dormitorios y los baños.

      A la cocina tampoco le falta detalle. Solo hay que llenar la nevera y de eso me voy a ocupar yo.

      —Anne, como me temía… no hay lavadora en la cocina.

      —No, el edificio dispone en el sótano de un cuarto de lavado con lavadoras y secadoras. Una asistenta de confianza se hará cargo de la limpieza diaria del apartamento, la colada y si fuese necesario, cocinaría para ti si así lo quisieras.

      —Ya —no me gusta la idea de que haya una persona ocupándose de mi colada, eso está por ver.

      Anne amablemente me ayuda a hacer una lista de las cosas que necesito mientras nos sentamos en los taburetes de la cocina.

      —Todavía faltan algunos detalles y mejoras en el apartamento. No podrás instalarte hasta el próximo lunes o martes. No te preocupes, para entonces estará todo perfecto. Si no te importa me haré cargo de todas las cosas de la lista que hemos hecho.

      —Pero… ¿qué mejoras hay que hacer? Todo está perfecto —pregunto asombrada.

      —Sistema de seguridad, muebles, decoración en general.

      —No es necesario —me molesta de nuevo el tema de mi seguridad, van a hacer que me vuelva paranoica e insegura. Y más muebles… yo no necesito más muebles, no es necesario.

      —Hay un diseñador que se está ocupando de decorar el apartamento. Lo dejará perfecto.

      —No lo dudo pero… sigo pensando que es demasiado.

      —Déjate mimar, mujer… y ahora vamos a conocer al conserje del edificio y a recorrer el barrio a pie para que lo conozcas. Además, haremos el recorrido hasta el edificio Carson & Carson.

      —Me parece bien.

      Anne es un cielo, es muy dispuesta. No deja de animarme a cada momento. Ella también tuvo que abandonar San Francisco, su tierra natal para buscarse la vida en Washington y casualmente entre los múltiples trabajos que ejerció… conoció al señor Carson. Fue en una convención donde ella hacía de traductora para una delegación árabe. Ella misma tiene sangre árabe, sus abuelos maternos eran inmigrantes, en concreto de Arabia Saudita. Anne y yo hacemos buenas migas, algunas veces su exceso de seriedad y saber estar me confunde, contrasta con su energía y ganas de disfrutar con su trabajo, con todo lo que hace e incluso parece que disfruta de mi compañía.

      Caminamos por los alrededores del edificio de apartamentos, no encontramos tiendas o restaurantes cercanos, se trata de una zona residencial, pero eso sí, hay varios hoteles en la zona.

      Después de hacer el recorrido en coche hasta el edificio Carson & Carson nos fuimos los tres a comer. Bryan no accedía ni por activa ni por pasiva a comer con nosotras. Después de amenazarle y chantajearle con que le contaríamos al señor Carson que no había cumplido correctamente con sus funciones y después de ponerme farruca… conseguimos que accediera a comer con nosotras. Es duro de mollera. No está en sus funciones comer con las personas que ha de transportar, no mezcla el placer con el trabajo. Eso le ha costado durante la comida alguna que otra incomodidad y repentinos sudores que le han hecho pasar algún que otro mal rato. Pero al final, durante el café… se ha relajado y nos ha hablado de su tierra, Aguadulce, de sus costumbres y de su gente.

       CAPÍTULO 9

      Tras la sobremesa con un estupendo café y una entretenida conversación… Bryan nos lleva hacer alguna que otra compra que necesitaba.

      Regresamos al hotel.

      Después de descansar un rato en la habitación decido meterme en Internet y buscar las revistas de moda y negocios que aquí publican: Vogue, Elle… Me preocupa dar buena impresión en la empresa y sobre todo al gran jefe Alan Carson.

      Me pongo nerviosa solo de pensar que por fin voy a conocer al todo poderoso Alan Carson, a un triunfador de las altas finanzas, a un hombre… supuestamente con un fuerte carácter, líder carismático. Un hombre de grandes ambiciones más allá de las que pudiera tener su padre. Un hombre enérgico y cultivado aunque joven y experimentado. Alguien que ambiciona todo lo que puede y lo que no puede tener… alguien también temperamental… pero con un leve