Jacques Fontanille

Tensión y significación


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operaciones y magnitudes que de otro modo terminarían por confundirse. Como ya lo hemos señalado, lo concentrado y lo difuso no tienen sentido por sí mismos: es el devenir, la “ley de bronce” de la correlación tensiva, la que hace sentido, puesto que impone inexorablemente el debilitamiento del término correlacionado cuando, por ejemplo, la exclusión llega a la negación de toda extensión, o bien cuando la difusión extenúa toda concentración.

      Estamos ya en condiciones de atribuir a los diferentes tipos de valores un modo de existencia propio. Pero, ante todo, planteamos modificar la correspondencia propuesta en Semiótica 1, retomada en Semiótica de las pasiones17 (cf. el ensayo “Presencia”) de la manera siguiente:

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      Esta modificación resulta necesaria en la medida en que: (i) la acepción lingüística más corriente de la actualización es la de una “ascensión” desde las estructuras virtuales hacia la manifestación, y por consiguiente, hacia la realización; y (ii) la potencialización, por efecto especialmente de la praxis enunciativa, conduce a un retorno de las formas de uso hacia el sistema, o al menos, a una memoria esquemática que opera en su lugar.

      A partir de aquí, podemos considerar que: (i) los valores de absoluto son virtualizantes por ser disjuntivos; (ii) los valores de universo son realizantes por ser conjuntivos; (iii) los valores de mejoramiento son actualizantes por ser no disjuntivos: tales valores admiten algún suplemento en el seno de los valores de absoluto; y en fin, (iv) los valores peyorativos son potencializantes por ser no conjuntivos: tales valores suspenden la pertenencia de tal o cual elemento a los valores de universo.

      Nos encontramos ahora en condiciones de afirmar que los grandes tipos de valores pueden ser considerados como modos de existencia del valor en el seno de las culturas individuales y colectivas, y que dichos modos son al mismo tiempo capaces de articular las modulaciones de la presencia y de la ausencia de los valores (cf. el ensayo “Presencia”). Los regímenes de valores serán, por tanto, reformulables en términos de densidad de presencia para un sujeto sensible, y susceptibles de fundar su “forma de vida”.

      Por lo demás, la omnipresencia de los juicios de mejoramiento y de los juicios peyorativos en el discurso se hace comprensible en la medida en que presuponen la elección de un punto de vista, es decir, la preferencia de una valencia y el abandono de la otra. La peyoración, por ejemplo, supone que el acrecentamiento de intensidad tiene como correlato un empobrecimiento de la extensidad. En estilo figurado, se puede admitir que la peyoración es la antesala de la exclusión, así como la denegación de la peyoración, si es que tiene lugar, permite esperar la reintegración inmediata del que estaba amenazado de exclusión.

       III

       Categoría-cuadrado semiótico

       PREÁMBULO

      Resulta enojoso considerar estas dos nociones, dada la centralidad que se les ha atribuido en la teoría hjelmsleviana y en la teoría greimasiana: para Hjelmslev, la culminación de la teoría del lenguaje —aunque no de los “prolegómenos” de esa misma teoría— equivale a una “ciencia de las categorías”, recusando la distinción tradicional entre sintaxis y morfología:

      Podemos ver también que semejante descripción sistemática de la lengua, efectuada a base del principio de empirismo, no permite ninguna sintaxis y ninguna ciencia de las partes del discurso1.

      Por lo que se refiere al cuadrado semiótico, Greimas y Courtés proponen:

      … entendemos por cuadrado semiótico la representación virtual de la articulación lógica de una categoría semántica cualquiera2.

      Sin embargo, la centralidad del cuadrado semiótico no tiene mucho que ver con la de la categoría en la perspectiva hjelmsleviana: para Greimas y Courtés, la centralidad del cuadrado semiótico procede de la posición que se le ha asignado en el recorrido generativo, es decir, en última instancia, en el universo de discurso particular del que el recorrido generativo se esfuerza por establecer el simulacro. Para Hjelmslev, la centralidad de la categoría proviene del contenido exclusivamente funcional que comprende. Forzando sin duda el rasgo, el cuadrado semiótico se encuentra en el centro del discurso, la categoría se halla en el centro del “discurso sobre el discurso”.

      Hemos de destacar aún otras dos diferencias: (i) las dos nociones difieren en extensión: según la definición propuesta en El lenguaje:

      … categoría, paradigma cuyos elementos no pueden ser introducidos más que en ciertos lugares de la cadena y no en otros3.

      La categoría es, pues, una singularidad situada en la cadena, mientras que para Greimas y Courtés, el cuadrado semiótico, después de ser orientado, debe resultar coextensivo a la cadena al término de la descripción; (ii) para Greimas y Courtés, la articulación está dada como “lógica”, pero parece más juicioso considerarla como “lógicodiscursiva”; si no, la teoría semiótica sería “apriorística” y “trascendente”. Es decir, estaría en contradicción con las premisas epistemológicas a las que ella adhiere. Para Hjelmslev, las cosas son de otra manera si se admite que la enseñanza de La categoría de los casos es más clara que la de los Prolegómenos, puesto que la oposición participativa es juzgada como más pertinente para dar cuenta de las realidades semióticas que la oposición distintiva:

      El principio estructural que dirige el sistema lingüístico de los casos es por definición prelógico. La relación entre dos objetos, en lo que consiste la significación de los casos, puede ser concebida por medio de un sistema de oposiciones lógico-matemáticas o por medio de un sistema de oposiciones participativas. Pues bien, sólo un sistema del segundo tipo cubre los hechos del lenguaje y permite describirlos por la vía inmediata. Pero sería posible conducir el sistema de la lógica formal y el sistema de la lengua a un principio común, al que podríamos denominar sistema sublógico. El sistema sublógico se encuentra en la base del sistema lógico y del sistema prelógico, a la vez4.

      Cada una de esas aproximaciones, en suma, proporciona lo que le falta a la otra: de un lado, la aproximación de Hjelmslev presenta el “sistema lógico” preconizado por Greimas/Courtés como una de las soluciones posibles. De otro lado, la praxis descriptiva propuesta por Semántica estructural y Semiótica 1 permite aplicar el aparato teórico de los Prolegómenos al análisis de los textos, que Hjelmslev recomendaba, aunque sin mostrar cómo ajustarlo. Las consecuencias para el tratamiento de esas nociones son de dos tipos: en primer lugar, el tratamiento del cuadrado semiótico está subordinado al tratamiento de la categoría, como el de la especie al del género. En segundo lugar, el cuadrado semiótico está especificado por su orientación y por el reducido número de los términos que conserva. Tal relativización descarta tanto la tentación del dogmatismo ortodoxo: el cuadrado es una adquisición definitiva de la semiótica, como el heterodoxo: el cuadrado tuvo su tiempo; ha llegado el momento de licenciarlo.

       1. RECENSIÓN

      Las recensiones respectivas de las categorías y del cuadrado semiótico son, evidentemente, muy diferentes unas de otras. El pensamiento europeo debe las primeras a Aristóteles; según D. de Tracy:

      Las diez categorías son la sustancia, la cantidad, la cualidad, la relación, el lugar, el tiempo, la situación, tener, obrar y padecer, es decir, que, como lo subrayan los autores de Port-Royal, Aristóteles ha querido reducir a diez clases todos los objetos de nuestro pensamiento, incluyendo todas las sustancias en la primera y todos los accidentes en las nueve restantes5.

      Kant transformará ese inventario en un sistema de cuatro