Jacques Fontanille

Tensión y significación


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simples en cuanto tales. Resumiendo: entre Hjelmslev y Jakobson, que optan exclusivamente por la complejidad el primero, por la simplicidad el segundo, Brøndal y Greimas conjugan las dos soluciones.

      A partir de ahí, definir una relación paradigmática únicamente por la alternancia es reducir manifiestamente el alcance de la relación a la mitad por lo menos. Accedemos a la racionalidad de una relación paradigmática cuando son satisfechas las tres condiciones siguientes: (i) la relación paradigmática tiene como marco lo que Hjelmslev llama una red, en la que la alternancia paradigmática no representa más que una parte “ciega”, por decirlo de algún modo, ya que falta la otra mitad; (ii) una red comprende por definición dos dimensiones distintas; en ese sentido, muchas de las propuestas que aquí hacemos muestran que las dimensiones prevalecientes son la intensidad y la extensidad; (iii) en cada dimensión operan correlaciones de valencias, unas veces conversas, otras inversas, si bien las incidencias de las correlaciones inversas son más significativas y más apremiantes para los sujetos que las correlaciones conversas.

      Creemos que tales exigencias se pueden leer en las dificultades, digamos en las objeciones que no han dejado de embestir al cuadrado semiótico: (i) el material operativo no es homogéneo, puesto que el cuadrado semiótico hace intervenir, por un lado la contrariedad y la contradicción, y por otro, la implicación; pero subsiste una solución de continuidad, revelada, por ejemplo, por B. Pottier, que ha insistido una y otra vez en el hecho de que no-rico no implica necesariamente pobre. (ii) El carácter bidimensional del cuadrado semiótico es evidente en el caso de los cuadrados modales que comprenden al menos dos predicados, y la solución propuesta, a saber, el recurso al “grupo de Klein”20 lo único que hace es dar una nueva forma al problema sin resolverlo; (iii) la diferencia entre el modelo constitucional y el modelo transformacional se mantiene, a pesar de los ingeniosos esfuerzos de Greimas por compatibilizarlos, y uno tiene la impresión de que se trata de un simple cambio de punto de vista:

      Una nueva interpretación de la estructura elemental de la significación (…) parece entonces posible: si la primera trataba de dar cuenta de la manera en que el sentido se articula para ser captado como significación, la segunda permite a su vez representar cómo se produce la significación por medio de una serie de operaciones, creadoras de posiciones diferenciadas21.

      Pero, como por otro lado la significación solo puede ser captada en su transformación, la distinción introducida resulta muy frágil.

      La reformulación de la semántica fundamental a partir de premisas tensivas —proyecto declarado desde las primeras páginas de Semiótica de las pasiones— debe, si quiere lograr el fin que se propone, articular los datos siguientes: (i) adoptar la forma de una red que asocie dos dimensiones por lo menos, ligadas por una función, de conformidad con la definición propuesta en los Prolegómenos: “una dependencia que cumple las condiciones de un análisis se llamará función”22; (ii) toda magnitud, cuya pertenencia a la red haya sido establecida, debe ser considerada, por ese mismo hecho, como compleja: si la red comporta dos dimensiones, A y B, la definición de una magnitud es del tipo siguiente: [(valencia de A) + (valencia de B)]. Recordemos, sin más, que Greimas, en las primeras páginas de Semántica estructural, planteaba la complejidad del lexema “cabeza”, pero sin resaltar la tensión entre las dimensiones de /extremidad/ —¿intensiva?— y /esfericidad/—¿extensiva?—. Sin embargo, existe un isomorfismo innegable entre los términos, concebidos como “puntos de intersección de [esos] haces de relaciones”, y la red establecida por la compenetración de las dimensiones.

       2.2 Definiciones sintagmáticas

      La cuestión que se nos plantea ahora es la siguiente: si la red vale como sistema, ¿qué proceso le corresponde? Dicho de otro modo, ¿cuál es el tenor de la sintaxis adecuada a la red?

      Sería por lo menos extraño que la sintaxis fundamental prevista por Greimas, sintaxis que opera por contradicción [s1 → no s1] y por implicación [no s1 → s2], le conviniera a la red. Pero no menos extraño sería que las operaciones propias de la red no tuvieran nada que ver con la sintaxis fundamental. El mayor reproche hecho a la sintaxis fundamental se ha dirigido siempre a la implicación: se consideraba capaz de procurar ese “suplemento” que la contradicción era incapaz de proporcionar, a menos de exceder su propia definición.

      Si la implicación crea problemas es porque trata de suponer una homogeneidad de la categoría que, por lo demás, la contradicción pone en cuestión al negar el eje semántico y al abrir una infinidad de posibles susceptibles de desestabilizar la categoría23.

      Para que “no-pobre” pueda implicar “rico”, parece necesario, siguiendo esa objeción, postular desde un comienzo una reducción de todos los gradientes subyacentes a fin de obtener el menor número posible de posiciones. La objeción de B. Pottier se dirige justamente, entre otras cosas, contra la legitimidad de esa reducción, en la medida en que existe una infinidad de maneras de no ser “pobre”, y la mayor parte de ellas no consisten en ser “rico”.

      La versión sintáctica del mismo problema es aún más clara, puesto que si la contradicción hace salir del dominio de A por negación, la aserción correspondiente a la implicación permite reintegrar el dominio de B en la categoría: es decir, que la negación y la aserción solo pueden operar entre los dominios A y B y no al interior de cada dominio, y que, por consiguiente, cada subdominio constitutivo de la categoría es considerado como simple y no gradual.

      La posibilidad de una solución, sobre la cual volveremos más adelante, se deja entrever, sin embargo, por el hecho de que, como lo hemos señalado, la negación pluraliza, mientras que la aserción reduce y concentra: los operadores del cuadrado semiótico, y sobre todo la secuencia [contradicción → implicación] parece que manejan por lo bajo un componente cuantitativo, es decir, extensivo. En consecuencia, de conformidad con las hipótesis formuladas a propósito de las valencias y de los valores, como la extensidad no puede actualizarse sin afectar la intensidad (y recíprocamente), esa dependencia nos autoriza a suponer la existencia de correlaciones entre la intensidad y la extensidad, subyacentes a las operaciones canónicas del cuadrado semiótico.

      Por lo demás, se ha olvidado con demasiada frecuencia que el principio de la conmutación, en la medida en que asegura el valor de una oposición, implica que toda alternancia paradigmática tiene que estar ligada, en discurso, a otra alternancia cuando menos. Lo cual se traduce por el hecho de que —trivial evidencia, pero que no deja de ser pertinente recordarla aquí— la “pobreza” puede formar parte de isotopías diferentes según que aparezca, por ejemplo, en un cuento folclórico o en los evangelios. En el primer caso, la “pobreza” es tratada, en la isotopía social, como una figura de la modalidad [no poder-hacer] individual, y en la segunda, en la isotopía de la sensibilidad a la palabra divina, como un [poder-saber] o un [poder-sentir].

      Lo cual quiere decir que las relaciones lógico-discursivas propias de la categoría la constituyen en razón únicamente de la correlación que asocia la dimensión “pobreza/riqueza” a otras dimensiones, tales como [poder-hacer/no poder-hacer], en un caso, o “humildad/orgullo”, “sensibilidad/insensibilidad” a la palabra divina, en otro. De suerte que, más concretamente, el “pobre” del Evangelio no se contenta con desprenderse de sus bienes (negación) a causa de la insensibilidad que oponen a la palabra de Dios, sino que debe asertar la “pobreza” —en la relación de implicación— por la nueva capacidad que de ella se deriva y que le permite acoger plenamente dicha palabra. En cierto modo, la contradicción apuntaba a disociar dos dimensiones, actuando solamente sobre una de ellas, mientras que la implicación—aserción escinde definitivamente su solidaridad.

      La “conducción teleológica”, que según P. Ricoeur, llevaría de la mano las operaciones sintácticas profundas24, puede ser descrita en términos de correlación entre isotopías del discurso. Especialmente, los misterios de la implicación-aserción, que “enganchan”