distinción entre fariseos y saduceos parecen haberse constituido alrededor del año 170 a. C., cuando fue la persecución del rey de Siria Antíoco Epifanes (215 a 164 a. C.), que intentaba imponer en Palestina el helenismo, con sus dioses y cultos, y terminar con la religión judía. Su intento dividió la población judía en dos bandos, los que resistieron a la persecución y se adhirieron con energía y sin mezcla de elementos paganos, a la religión de sus padres, que finalmente fueron llamados fariseos, y los que contemporizaban con el poder constituido y aceptaban las nuevas influencias, que fueron los saduceos. En el siglo primero, estos estaban naturalmente ligados a los partidarios de Herodes, a los herodianos. Los fariseos daban gran importancia al cumplimiento de la Ley, de acuerdo con las prescripciones de la tradición, por lo que solían asociarse con los escribas, y por eso en el evangelio, Jesús se dirige a veces conjuntamente a “escribas y fariseos”. Los saduceos decían que debían cumplirse solamente los preceptos de la Ley contenidos en el Pentateuco, por lo que despreciaban las tradiciones de los escribas, pero no eran laxos en el cumplimiento de los preceptos escritos en dicha parte de la Biblia; por otra parte, negaban la resurrección de los muertos.
Los esenios conformaban un grupo que no se menciona en el Nuevo Testamento; eran una especie de monjes del judaísmo, vivían en comunidades, poseían todo en común, practicaban el celibato, eran austeros y ordinariamente habitaban en pequeñas aldeas; hacían profesión de gran pureza de costumbres, como lo manifestaban sus vestiduras blancas; no tomaban parte en los sacrificios del Templo, y sólo enviaban ofrendas para los sacrificios incruentos. El interés por ellos creció a partir del descubrimiento de los rollos de Qumran. Se ha conjeturado que Juan el Bautista, y aun María, tuvieron contacto con ellos.
Los samaritanos eran los habitantes de Samaria, que se distinguían de los de Judea porque pensaban que el lugar por excelencia para adorar a Dios era el monte Garizim, mientras que los de Judea y Galilea, decían que era Jerusalén.
La vida religiosa del pueblo era, en general, fiel a su religión monoteísta, y no obstante las diferencias entre grupos, todos reconocían la importancia de la Ley, y, salvo los samaritanos, el papel central del templo en Jerusalén. La gente celebraba con regularidad los sábados y las fiestas, y hacía las peregrinaciones anuales a Jerusalén con ocasión de las tres grandes fiestas:[46] la Pascua, que conmemoraba la liberación de Israel del poder egipcio, y se celebraba el día 14 Nisan, es decir el día del primer plenilunio de primavera; en la misma fecha se celebraba conjuntamente la fiesta de los panes ácimos, en la que se consagraban a Dios las primicias de la nueva cosecha del año; la fiesta comenzaba con la cena pascual la noche del día 14 Nisan, y se continuaba durante siete días. La fiesta de Pentecostés (o de las semanas) se celebraba siete semanas después de la fiesta de los panes ácimos y tenía por objeto dar gracias a Dios por las cosechas de cereales; en los años en que vivió Jesús, esta fiesta se había convertido en una acción de gracias por la renovación de la alianza del Sinaí. Y la fiesta de los Tabernáculos o campamentos, que celebraba la terminación de todas las cosechas, del día 15 al 22 del séptimo mes, lo que equivale a fines de septiembre y principios de octubre en nuestro calendario; el nombre de la fiesta hacía alusión a los tabernáculos o tiendas que los judíos acostumbraban a poner en sus campos o viñas para vivir ahí mientras duraba la recolección; pero también hacían alusión a las tiendas en que vivían mientras peregrinaban por el desierto. Fue tomando alguna importancia, y se menciona en el Evangelio de Juan, la fiesta de la Dedicación (Janukah) el día 25 del mes Kisleu (nuestro diciembre), que conmemoraba el día en que Judas Macabeo purificó el templo de Jerusalén, profanado por Antíoco.
Practicaban la oración privada: en la mañana y en la tarde hacían oraciones especiales y solían acompañar con oración las actividades ordinarias como las comidas. Practicaban el ayuno, que estaba prescrito, al menos, el segundo y el quinto día de la semana.
Existía en el pueblo una viva esperanza por la venida del Mesías. De esto dan testimonio los evangelios, pero también los libros judíos escritos entre el siglo ii a. C. y el siglo ii d. C. De su estudio, se ha demostrado que entonces se aplicaban al Mesías 456 pasajes de la biblia hebraica. Dado que el pueblo había sufrido la dominación política de Persia, Siria y últimamente de Roma, asociaron la idea del Mesías a la de un restaurador de la independencia política.
[1] Antigüedades judaicas, XVIII, 116-119.
[2] Antigüedades, XX, 200.
[3] Antiquitates Judaicae, XVIII, 63-64. Traduzco al español el texto inglés que propone Meier I, p. 60. Entre corchetes pongo las palabras que Meier considera, con aparente razón, que son interpolaciones hechas por una mano cristiana. Las referencias a este autor corresponden a los volúmenes I y II citados en las referencias al final del texto.
[4] Véase Ocariz, F., Mateo Seco, L. F. y Riestra, J. A., El misterio de Jesucristo, pp. 83-84.
[5] Epistula X,96.
[6] Claudius, 25.
[7] Nero, 16.
[8] Citadas por Eusebio en Historia Ecclesiastica, IV, 9.
[9] Una muestra de esta predicación está en los discursos de Pedro recogidos en los Hechos de los Apóstoles (Hch 8, 4, 12; 3,12-26; 2,14-36, y sobre todo 13,16-41).
[10] Un resumen de esta catequesis previa en Hch 10,37-43. La estructura de esta catequesis es reconocible en el Evangelio de Marcos, quien puso por escrito la predicación de Pedro.
[11] Se considera que Q se conoce por las coincidencias de Mt y Lc en oposición a Mc. Sobre esta cuestión, véase más adelante, en el rubro la cuestión sinóptica.
[12] Cuando el Sanedrín les prohíbe a Pedro y Juan predicar en el nombre de Jesús, ellos responden (Hch 4,20) que “no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído”.
[13] Hch 15, 23-29.
[14] Lc 1,2.
[15] Mc 1,1.
[16] Lc 1,4.
[17] Jn 21,24.
[18] Jn 19,35.
[19] Esto se infiere de la afirmación que hace dos veces en su Evangelio (2,19 y 2,51) de que los sucesos de la infancia de Jesús, María “los guardaba en su corazón”; no tiene sentido hacer esta referencia si no fuera porque Lucas transmite recuerdos que oyó de María.
[20] Para una exposición detallada de las noticias fidedignas o dudosas que se conservan de los cuatro evangelistas conviene véase O. Hophan, Los apóstoles, Madrid, Palabra, 1982.
[21] Citado por Eusebio de Cesarea, Historia eclesiástica III, 39,16 (principios del siglo iv).
[22] Hay una leyenda etíope sobre la muerte de Mateo, que fue luego vertida al latín como Passio Mathei, que se recoge en el breviario romano, según la cual, después de haber convertido al rey y a la familia real, fue muerto por orden de un hermano del rey, mientras celebraba la Santa Misa.
[23] En su obra Diálogo con Trifón, 106,3.
[24] En su obra Adversus Haereses, III,1,1; III,10,5.
[25] En Mc 14,51-52, donde se narra el episodio del joven que soltó la túnica para escapar de los soldados que aprehendieron a Jesús, los intérpretes suponen que ese joven fue el mismo Marcos, pues es un suceso que sólo viene en este Evangelio y es completamente irrelevante en la historia de Jesús.
[26] Comentario, Introducción al Evangelio de san Marcos, p. 1026, n.2.
[27] Que lo escribió en Roma, lo afirman Clemente de Alejandría, hacia el año 200a, Tertuliano, hacia el 220.
[28] Citado por Eusebio, Historia eclesiástica 3,39, 14-15; véase Comentario, Introducción al Evangelio de san Marcos, p. 1026. Sobre esa base y otros testimonios antiguos se ha mantenido la afirmación de que Marcos transmite la predicación de Pedro.
[29] En Enchiridion Biblicum, Nápoles, Pontificia Comisión Bíblica, 4a. ed., 1961, n. 1.
[30] Citado en Comentario, Introducción al Evangelio según san Lucas,