Miguel Tornquist

Ladrón de cerezas


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y una incipiente pelusa que cubría su barbilla y ocultaba una incipiente papada.

      —¡Me tranquiliza tu intranquilidad! —dobló la apuesta Rufino—. Si fuera al revés estaría realmente preocupado porque significaría que estamos transitando lugares comunes de los que inexorablemente nos debemos alejar.

      —Deberíamos buscar una idea en la que todos estemos de acuerdo —insistió Salvaje.

      —Una idea en la que todos estemos de acuerdo —repitió el Pelícano.

      —Cuando todos estamos de acuerdo, hay algo que estamos haciendo mal —insistió Rufino.

      —Una campaña sin creatividad y sin estrategia es como un avión sin alas y sin ruedas. La idea no vuela y el concepto no aterriza —observó el gemelo Salvador que no mascaba chicle.

      —Veo que en Innocence las alegorías están al orden del día —se quejó Salvaje.

      —Es fácil opinar con el diario del lunes —dijo Rufino—, pero estamos convencidos de que esta campaña es lo que necesitás para convertirte en gobernador de la provincia de Buenos Aires.

      —No sé, Rufino. Me gusta cómo pensás pero…

      —Si te gusta cómo pienso déjame pensar —lo interrumpió Rufino.

      —Es fácil decirlo cuando no es uno quien mete la cabeza debajo de la guillotina. La gente quiere un candidato predecible.

      —La gente no sabe lo que quiere, Salvaje —opinó Rufino. Y tampoco es su trabajo saberlo. Es justamente el nuestro.

      —¿Cómo que no?

      —Si Henry Ford hubiera escuchado la opinión de la gente, en lugar de inventar el automóvil, hubiera inventado alguna fórmula alimenticia nutricional que apresurara la velocidad de los caballos.

      —¿Qué tiene que ver Henry Ford con la campaña? Ese ejemplo es cualquier cosa —se exasperó Salvaje.

      —Cualquier cosa —repitió el Pelícano.

      —Si Edison hubiera escuchado la opinión de la gente encenderíamos velas más resistentes en lugar de bombillas de luz.

      —Esa comparación es un disparate, te estás refiriendo a los inventos más brillantes de la humanidad, y acá estamos hablando sobre un simple candidato a gobernador. La gente está esperando nuestra campaña y debemos mostrarnos a la altura de los acontecimientos.

      —Un disparate —repitió el Pelícano.

      —La gente no está esperando ninguna campaña —opinó el gemelo Salvador que no mascaba chicle—. A lo sumo puede estar esperando encamarse con Angelina Jolie, o que su equipo de fútbol se meta en la zona de grupos de la copa Libertadores, o la última temporada de Breaking Bad, o acertar un pleno en la ruleta, pero una campaña de un candidato a gobernador te aseguro que no está esperando. Así como tampoco está esperando la campaña de ningún producto que les cambie la vida.

      —¡Pero un gobernador sí les puede cambiar la vida! —lo amonestó Salvaje.

      —Siempre y cuando te conviertas en gobernador —mencionó Rufino. Y para que eso suceda necesitamos una campaña que salga de lo común y acaricie las fibras íntimas que apuntalen tu posicionamiento expedicionario.

      —Sabés lo que pasa, Rufino, si esta campaña no me convierte en gobernador, ustedes estarán habilitados a trabajar con muchos otros candidatos, pero yo quedaré despedido del ámbito político y sin indemnización alguna. ¿Además qué significa el concepto “declará tu independencia”? La gente es libre de votar por el candidato que mejor le parezca. Nadie los apunta con un revólver a la hora de emitir su voto.

      —Partiendo de la base de que el Partido Popular es liderado por Jalid Donig, me permito poner en duda esa afirmación —respondió Rufino.

      —¿Qué significa el concepto “declará tu independencia”? —repitió el Pelícano.

      —¿Y vos, qué onda, che? ¿Sos un loro o un pelícano? —ironizó el gemelo Salvador que mascaba chicle.

      El Pelícano se refugió bajo las alas de Salvaje y lo miró con desesperación.

      —Es un hombre reservado —dijo Salvaje.

      —A mí más bien me parece un lameculos metafísico —sentenció el gemelo Salvador que no masticaba chicle.

      —Sos lo más parecido a Smithers que conozco —dijo el gemelo Salvador que masticaba chicle.

      —¿Smithers? —preguntó el Pelícano.

      —El secretario del señor Burns en la saga de Los Simpson —respondió el gemelo Salvador que masticaba chicle—. En cualquier momento le vas a probar la comida a Salvaje para asegurarte de que no esté envenenada.

      El Pelícano antepuso a sus palabras un gesto de desprecio.

      —Aguardo una disculpa por semejante aberración —se ofuscó el Pelícano masticando bronca.

      El gemelo Salvador no quiso retractarse. Alegaba el precepto del humor como excusa de su observación. El Pelícano se descubrió poseído por un odio visceral y apagó su furia haciendo gárgaras de agua en su profusa papada.

      —Rufino, he de reconocer que hemos llegado hasta acá respetando el arquetipo del expedicionario y no pretendo desviarme del territorio de comunicación definido. Pero no logro comprender por qué no seguimos construyendo en esa misma dirección.

      —¿A qué te referís, Salvaje? —preguntó Rufino mirándolo fijamente a los ojos—. Justamente es eso lo que estamos haciendo.

      —Me refiero a replicar la palabra “expedicionario” en la campaña. No voy a hacerme el creativo, pero me imagino algo como: “El horizonte de la Argentina cuenta con un expedicionario que lo llevará a buen puerto”, no sé, qué sé yo… algo así.

      —Menos mal que le picó el bichito de la política y no el de la creatividad —murmuró el gemelo Salvador que no mascaba chicle a su hermano, con la frialdad de una piñata sin caramelos.

      —Hay dos palabras prohibidas en nuestra campaña arquetípica —continuó Rufino—, y son justamente: “aventurero” y “expedicionario”. Por todos los medios debemos evitar llevar al terreno consciente lo que debe mantenerse en el inconsciente. En años de comunicación, oíme bien, en años de comunicación, no encontrarás una sola adjetivación “inocente” en una campaña de Coca-Cola, ni una sola adjetivación “villana” en una campaña de Harley-Davidson. La clave pasa por decir sin decir, por adjetivar sin adjetivar. Una cosa es el brief y otra muy distinta es la comunicación. Y ahí golpeamos la puerta los creativos para transmitir mensajes que conmuevan, resuenen y de cuando en cuando se conviertan en íconos populares. Vayamos a los hechos. Le hemos recortado cinco puntos a Micaela Dorado y no tiene sentido girar el timón ahora. La gente no tiene una explicación racional que dar, pero se identifican inconscientemente con tu figura. Y no debemos olvidar que todo pasa por mantenernos consistentes con el tono de comunicación cosmopolita, independiente, bon vivant, trotamundos, inquieto. El concepto “declará tu independencia” apuntala todo lo que la gente pretende ser, pero no se anima a ser. La libertad no se refiere únicamente a la libertad física, sino también a la emocional, psíquica y espiritual.

      Era tal la vehemencia de Rufino al hablar que una especie de apichonamiento invadió las convicciones de Salvaje, al igual que aquella vez que vio aparecer su atlética figura por la rendija de la puerta de su oficina. Se encontraba entre la espada y la pared. O cedía ante los cimientos de lo inédito, o cubría las ruinas de lo establecido con la lava fundida de sus convicciones. Fuera como fuere, la variedad de pensamientos se explicaba por el hecho de aceptar miradas diferentes sobre una determinada cosa. Justamente ahí estaba lo bueno y para eso lo había contratado. Y estaba claro que los números avalaban a Rufino. Accionando una válvula de escape, abrió el conducto de salida de agua de la represa y cedió la palabra a sus asesores en comunicación, quienes no hablaban gran cosa. Principalmente