has vuelto, estás... –se le quebró la voz y sollozó de pura alegría; tardó un poco en poder hablar de nuevo–. Pero... no lo entiendo, Shail, ¿cómo...? Pensábamos que tú... que Elrion...
—¿... me había matado? Y lo habría hecho, Vic, si su magia me hubiera alcanzado. Pero no lo hizo. Otro hechizo llegó antes.
—¿Qué?
Shail se separó de ella para mirarle a los ojos.
—Kirtash fue más rápido. Me salvó la vida.
Victoria parpadeó, perpleja. Todavía le costaba asimilar todo lo que estaba pasando.
—Pero... pero no lo entiendo... ¿dónde has estado todo este tiempo, entonces?
Shail se rió y le revolvió el pelo con cariño.
—En Idhún, Vic. Kirtash me envió de vuelta a Idhún para salvarme la vida. Como podrás imaginar, como Ashran aún controlaba la Puerta interdimensional, no he podido regresar a Limbhad hasta ahora.
—Pero... pero... si te salvó la vida... ¿por qué no me dijo nada? Él...
—Sospecho que no estaba seguro de haberlo conseguido –replicó Shail, poniéndose serio–. He pasado dos años en Idhún, buscando la manera de regresar. Conseguí llegar hasta la Torre de Kazlunn y hablar con los magos que resisten todavía a Ashran y los suyos. Les conté todo lo que había pasado y... bueno, me enteré de un montón de cosas. Aunque algunas de ellas ya las sabía... y, lamentablemente, las supe demasiado tarde.
Le dirigió una mirada extraña. Victoria iba a preguntarle por esas cosas que había averiguado, pero el joven mago seguía hablando:
—La otra noche percibimos que Ashran intentaba revivir el poder de la Torre de Drackwen. Solo podía hacerlo de una forma: a través de ti. Supe que te había capturado y no paré hasta conseguir que los magos se decidiesen a atacar Alis Lithban. Era un ataque a la desesperada, pero teníamos que intentarlo.
—¿Tú estabas... estabas en el asedio a la torre?
—Sí. Y ya casi había perdido la esperanza, cuando vi a Kirtash en las almenas, y pensé... que tal vez él estaría dispuesto a ayudarte, una vez más. Por suerte, no me equivoqué. Él me permitió entrar en la torre y después fue a rescatarte.
—¡Entonces, eras tú! El tipo misterioso que nos ayudó a salir de allí.
La sonrisa de Shail se hizo más amplia. Se separó un poco más de Victoria para contemplarla bajo la luz de la suave noche de Limbhad.
—Has crecido mucho, Vic. Estás hecha toda una mujer.
Ella sonrió, pero enrojeció un poco y desvió la mirada.
—Dentro de poco cumpliré quince años –murmuró–. No sé si dentro de uno o dos días, porque he perdido un poco la noción del tiempo. Solo sé que este año, igual que el año pasado, el único regalo que quería era que volvieras... y pensaba que era un deseo imposible.
Shail volvió a abrazarla, con fuerza. Después se apartó de ella y sonrió al ver que la chica regresaba inmediatamente junto a Jack. Casi pudo ver el fuerte lazo invisible que los unía cuando Victoria se apoyó en Jack, que la había cogido por la cintura. El mago los contempló con cariño.
—Cómo no me di cuenta antes –murmuró–. Si os vi una vez así, cuando no erais más que unas criaturas recién nacidas, hace quince años...
—¿Qué? –Victoria lo miró, confusa–. Shail, ¿de qué estás hablando?
—Sentaos –dijo Shail, muy serio–. Tengo que contaros una cosa, ¿de acuerdo?
Ellos obedecieron. Victoria se dio cuenta de que Jack desviaba la mirada.
—¿Jack? ¿Tú sabes de qué se trata?
El muchacho asintió, pero no la miró. Shail lo observó, pensativo.
—No, Jack, no lo sabes todo. Todavía no. Jack se volvió hacia él y frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir?
Shail se mordió el labio inferior, seguramente preguntándose por dónde empezar a hablar.
—Hace quince años –dijo por fin–, enviamos a otro mundo a un dragón y un unicornio, para salvarlos de la ira de Ashran y hacer cumplir una profecía. Los recuerdo tendidos sobre una manta, en la Torre de Kazlunn, temblando de miedo, muy cerca el uno del otro. Recuerdo que el dragón se volvió para mirar a la unicornio, a la pequeña Lunnaris. La miró con esos ojos color verde esmeralda tan extraños que tenía. Y entonces abrió un ala para taparla, con cariño, con gentileza, como si quisiera decirle que él estaba a su lado, que la protegería de todo mal. Lunnaris levantó la cabeza y lo observó.
»Los magos estaban discutiendo sobre los aspectos técnicos del conjuro y no se dieron cuenta. Pero yo sí los vi, y supe que era un momento mágico, que las vidas y las almas de aquellas dos criaturas, tan diferentes y a la vez tan semejantes, habían quedado enlazadas para siempre.
»Hicieron el viaje interdimensional juntos, compartían un mismo destino... y lo sabían. Estaban condenados a volver a encontrarse.
»Alsan y yo cruzamos la Puerta inmediatamente después... pero el Nigromante se dio cuenta, y la cerró... justo en ese momento. Y nos cogió a nosotros en mitad del viaje entre dos mundos. Y allí nos quedamos, suspendidos en medio de ninguna parte, hasta que la Puerta se abrió de nuevo... cuando Kirtash la cruzó, diez años después. Para nosotros, atrapados entre dos dimensiones, no había pasado el tiempo, y por eso no nos dimos cuenta de que no llegábamos a la Tierra justo después que el dragón y el unicornio que enviábamos, sino muchos años más tarde. Pero esto no lo supe hasta que me puse en contacto con los magos de Kazlunn, hace dos años.
—Lo sé –asintió Jack–. Allegra nos lo ha contado.
—Allegra –sonrió Shail–; Aile Alhenai, una de las más poderosas hechiceras de la Torre de Kazlunn. Llegó a la Tierra en busca de Lunnaris, y debo decir que la encontró antes que yo. Porque la tuve a mi lado todo el tiempo y no me di cuenta de quién era hasta que una noche, en Alemania, vi a Kirtash hechizado por su mirada... por la mirada de un unicornio, del último unicornio. Y supe que era ella, y que no podía dejarla morir.
—No... –murmuró Victoria, comprendiendo–. No puede ser verdad.
Shail la cogió por los hombros y la miró a los ojos.
—Esto fue lo que me explicaron en la Torre de Kazlunn, Vic. No fue el cuerpo de Lunnaris lo que llegó a la Tierra, sino su espíritu... que encontró refugio en un cuerpo humano. En una niña recién nacida, a quien más tarde llamarían Victoria.
La verdad golpeó a Victoria como una maza. Clavó en Shail sus enormes ojos oscuros, llenos de miedo e incertidumbre.
—Qué... No es verdad. No puede ser verdad –repitió. Jack le pasó un brazo por los hombros.
—Lo es, Victoria. Allegra nos lo contó, nos dijo que por eso te ha estado protegiendo todo este tiempo... Y Kir... Christian también lo sabía. ¿No lo entiendes? Tenía que matarte para que la profecía no se cumpliera... pero sabía que eres el último unicornio y que tu raza moriría contigo. Y por eso...
—... por eso, Jack –interrumpió Shail, mirándolo fijamente–, entre otras cosas, quería matarte a ti. Si lo conseguía, evitaría también el cumplimiento de la profecía... sin necesidad de acabar con la vida de Victoria. Los sheks nunca han tenido nada en contra de los unicornios, pero su relación con los dragones ya es otro cantar.
Jack se quedó helado. Cuando entendió lo que estaba insinuando Shail, el mundo se detuvo a su alrededor y su corazón pareció dejar de latir un breve instante. Quiso preguntar algo, pero no fue capaz.
—La profecía habla de un dragón y un unicornio –siguió explicando el mago, lentamente–. Si uno de los dos muere, la profecía no se cumplirá. Dudo