Laura Gallego

Memorias de Idhún. Saga


Скачать книгу

a parte, ¿lo sabías?

      —Primero tendrás que recobrarla y, sinceramente, espero que lo hagas. Matarte no tendrá ninguna emoción si no eres capaz de defenderte aunque solo sea durante cinco minutos.

      Victoria miraba a uno y a otro como si viera un partido de tenis.

      Christian avanzó entonces un paso y cogió la mano de la muchacha. Cuando esta lo observó, sorprendida, el shek se encogió de hombros y dijo solamente:

      —Tengo que recuperar mi espada.

      Pero sus ojos la miraban con cariño, y Victoria supo entonces que él estaba dispuesto a seguirla hasta el fin del mundo, y más allá, con espada o sin ella. Sonrió, y, con la mano que le quedaba libre, cogió la de Jack.

      Y los tres atravesaron la Puerta interdimensional, en dirección a su destino, un mundo bañado por la luz de tres soles y tres lunas, un mundo que los estaba esperando... que los había estado esperando desde siempre.

      Para Marinella, con todo mi cariño y agradecimiento por haber creído y confiado en esta historia, por acompañarme en este viaje a través de Idhún, por hacer también suyo este proyecto, que estoy encantada de compartir con ella. El viaje continúa...

      Entonces los ojos y el corazón del guerrero empiezan a acostumbrarse a la luz. Ya no lo asusta, y él pasa a aceptar su Leyenda, aunque eso signifique correr riesgos. El guerrero estuvo dormido mucho tiempo. Es natural que vaya despertando poco a poco.

       Todos los caminos del mundo llevan hasta el corazón del guerrero; él se zambulle sin pensar en el río de las pasiones que siempre corre por su vida. El guerrero sabe que es libre para elegir lo que desee; sus decisiones son tomadas con valor, desprendimiento y –a veces– con una cierta dosis de locura.

      El guerrero de la luz a veces actúa como el agua, y fluye entre los obstáculos que encuentra. En ciertos momentos, resistir significa ser destruido; entonces, él se adapta a las circunstancias. En esto reside la fuerza del agua. Jamás puede ser quebrada por un martillo, ni herida por un cuchillo. La más poderosa espada del mundo es incapaz de dejar una cicatriz sobre su superficie.

       PAULO COELHO, Manual del guerrero de la luz

      LIBRO III

      Despertar

      PRÓLOGO

      L

      A serpiente entornó sus ojos irisados, pero no hizo el menor movimiento ni denotó ninguna emoción especial cuando dijo telepáticamente:

      «Ya están aquí».

      —Lo sé –respondió en voz baja Ashran, el Nigromante, desde el otro extremo de la habitación. Estaba asomado al ventanal, como solía, contemplando la salida de la tercera de las lunas por el horizonte de su mundo.

      La serpiente alzó la cabeza y desenroscó lentamente su largo cuerpo anillado. Era inmensa, y ni siquiera había desplegado las alas. Cada escama de su cuerpo irradiaba un poder misterioso y letal, un poder ante el que cualquier mortal temblaría de terror. Pero Ashran, el Nigromante, no era un hombre corriente.

      Tampoco aquella era una serpiente corriente, ni siquiera entre las de su raza. Se trataba de Zeshak, el señor de los sheks, la más poderosa de las serpientes aladas.

      «El dragón y el unicornio», enumeró. «Dos hechiceros: un humano y una feérica. Y un caballero de Nurgon, medio humano, medio bestia».

      —Deben de formar un grupo singular –sonrió Ashran–. Tengo ganas de verlos en acción. Pero eso no es todo, ¿verdad?

      Hay una sexta persona.

      Hubo un breve silencio.

      «El traidor está con ellos», dijo Zeshak con helado desprecio. «Ese a quien llamabas tu hijo es ahora el sexto renegado de la Resistencia».

      Ashran hizo caso omiso del tono irritado de su interlocutor. Desde que Kirtash los había traicionado, ningún shek había vuelto a pronunciar su nombre.

      —Sé que quieres verlo muerto –dijo el Nigromante–. Y tendrás esa satisfacción. Pero el dragón y el unicornio son más importantes ahora.

      Zeshak no dijo nada, pero Ashran percibió su escepticismo.

      —La profecía se está cumpliendo –le espetó el hechicero–. ¿O es que crees poder luchar contra el destino?

      «No existe el destino», replicó el shek. «Los dragones nos condenaron a vagar por los límites del mundo durante toda la eternidad, y míranos, estamos aquí. Somos dueños absolutos del planeta, y de nuestro propio destino. Y hemos acabado con todos los dragones».

      —No con todos –le recordó Ashran.

      En los ojos tornasolados del shek brilló un breve destello de ira.

      «Y, a pesar de todo, los sheks deseamos más la muerte del traidor que la de ese dragón que se nos ha escapado».

      —Pero, en cuanto os topéis con él, volveréis a sucumbir al odio –sonrió Ashran–. Como ha sido siempre. Un dragón, aunque sea uno solo, aunque sea el último, sigue siendo un enemigo peligroso.

      El shek dejó escapar un airado siseo.

      «¿Cómo es posible que consideres peligroso a un dragón que está tan contaminado de humanidad?».

      —¿Cómo es posible que los subestimes, Zeshak? No son criaturas corrientes. Son parte de una profecía, y detrás de las profecías está la mano de los dioses.

      «Entonces, no deberías haberlos dejado volver», opinó Zeshak. Ashran se encogió de hombros.

      —En la Tierra habrían quedado lejos de mi alcance. Además, hiciera lo que hiciese, mientras pudieran refugiarse en Limbhad estarían a salvo –alzó la cabeza para clavar en la serpiente la mirada de sus ojos plateados–. Ahora ya no lo están.

      «Siempre pueden volver atrás».

      —No –replicó Ashran–. Ya no pueden... pero todavía no lo saben.

      Zeshak asintió lentamente.

      «Ya veo», dijo. «Si es verdad que esa profecía puede cumplirse, si es cierto que pueden derrotarnos, no deberías enfrentarte a ellos. Ahora están aquí, en Idhún. Ahora nosotros, los sheks, podemos encargarnos de aplastar a la Resistencia».

      Ashran meditó la propuesta. En virtud de un antiguo con juro, hacía siglos que ni los sheks ni los dragones podían atravesar la Puerta interdimensional hacia la Tierra. Por eso los hechiceros renegados de la Torre de Kazlunn, aquellos que se oponían al poder del Nigromante, se habían visto obligados a enviar allí solo los espíritus del dragón y el unicornio de la profecía, para que se reencarnasen en cuerpos humanos. Por eso el propio Ashran había tenido que mandar tras ellos a Kirtash, una criatura híbrida, un shek camuflado en el cuerpo de un muchacho que, desgraciadamente para ellos, había conservado buena parte de sus emociones humanas y había acabado por unirse a sus enemigos.

      Pero ahora, ellos estaban en Idhún, habían acudido allí a presentar batalla. Nada impedía a los sheks atacarlos en su propio terreno.

      —¿Sabes dónde están? –preguntó.

      Los ojos de la serpiente presentaron, por un momento, un cierto brillo siniestro.

      «Sé dónde están. Un solo mensaje telepático mío, y mi gente atacará».

      Ashran asintió.

      —Quizá no podáis vencerles –dijo sin embargo.

      El shek se envaró, ofendido. No habló, pero dejó que Ashran notara su irritación.

      —Hay una extraña fuerza en su interior. Mira esta torre, Zeshak. No era más que un edificio muerto y abandonado, y ahora rebosa poder por los cuatro costados. Y eso lo hizo la muchacha... ella sola. No es solo un unicornio.