Jesús Mallol

Cuenta atrás desesperada


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mientras agitaba en la mano el papel que acababa de leer.

      –Ayer, comisario. Como no tenía aviso de urgente, lo despacharon como asunto normal y no lo he visto hasta esta mañana.

      –¿Se da cuenta de lo que dice esto? Hasta ahora éramos un territorio al margen de acciones terroristas, si descontamos a los del MPAIAC de hace treinta años; ni la ETA ni el GRAPO habían intentado nunca hacer ninguna putada aquí porque es difícil llegar sin que lo sepamos, más difícil aún moverse por aquí, e imposible salir. Y ahora, de buenas a primeras, no sólo estamos en la lista de posibles objetivos sino que tenemos muchas papeletas para la rifa.

      El subcomisario asintió gravemente. ¡Claro que se daba perfecta cuenta de lo que aquello significaba! Que la tranquilidad que hasta ahora habían tenido se esfumaba como por ensalmo. Durante algunas visitas a Madrid había visto a los agentes de guardia en la puerta de las comisarías con chaleco antibalas y armados con subfusil, a todo el mundo nervioso, con los accesos cerrados al tráfico para evitar la aproximación de vehículos sospechosos. ¡Por supuesto que se daba cuenta!

      –¿A Las Palmas también? –preguntó el comisario.

      –Sí. A Las Palmas ha llegado un comunicado casi idéntico, pero parece que los analistas de la dirección general creen que tenemos más posibilidades.

      –Bueno, pues tenemos que prepararnos. Por favor, ocúpese de activar el plan de alerta previsto y de coordinarlo todo. Yo voy a llamar al subdelegado del Gobierno y luego al comisario Rojas, a Las Palmas, para organizarnos con los operativos comunes.

      Cuando ya iba a salir el subcomisario, Andrade se paró en seco y se giró hacia el comisario con un dedo levantado.

      –Verá, comisario. Acabo de caer que tenemos a un experto en lucha antiterrorista, y que sería oportuno incorporarlo al plan.

      El comisario lo miró con cara de no entender a qué se refería.

      –Me refiero al inspector Catena, comisario. Viene trasladado del País Vasco y creo que ha estado varios años en operaciones antiterroristas.

      –No, Andrade, no vamos a exagerar más de lo necesario. Vamos a activar el plan porque ha llegado este papel, pero no nos vamos a dejar llevar por la histeria solamente por un análisis hecho por los lumbreras de Madrid porque, a pesar de todo, las probabilidades de que tengamos una verbena de estas son remotas. Además, a Catena lo han trasladado aquí precisamente para apartarlo del asunto del terrorismo, ¿no? Cuando se incorpore, al Grupo de Homicidios, como estaba previsto.

      Después de sobrepasar la desviación de Melun, Iñaki divisó un poste indicativo que anunciaba un nudo de comunicaciones, y allí mismo tomó la determinación. Podía elegir varios itinerarios para continuar su acercamiento a la frontera, pero entre ellos optó por dirigirse hacia Fontainebleau y continuar hacia Orléans por la carretera nacional 152, la ruta más corta.

      En las afueras de Fontainebleu se detuvo en un área de servicio para tomar un café y permitir que los neumáticos se enfriasen. Mientras, con el mapa de carreteras que había comprado en Meaux aquella misma mañana desplegado por el sector donde se encontraba, estudiaba la ruta que había elegido confirmando lo adecuado de su elección.

      Aquel día debía llegar hasta Limoges. En condiciones normales, con el coche que llevaba, habría sido una etapa muy cómoda, pero en las condiciones actuales, debiendo mantener una velocidad muy moderada y parando frecuentemente, el trayecto podía ser agotador; además, el estado de tensión aumentaría la fatiga. Cuando terminó su café, plegó cuidadosamente el mapa de carreteras, pagó la consumición y se dirigió al coche para continuar su viaje hacia Orléans.

      El día estaba despejado, con un hermoso cielo azul limpio, y aunque el aire estaba fresco, el suelo estaba seco. En esas condiciones, pensaba Iñaki, los neumáticos podían calentarse más que la víspera, por lo que decidió mantener la velocidad sin rebasar los cien kilómetros por hora.

      El paisaje era espléndido, y lo fue más aún cuando se adentró en el bosque de Orléans al aproximarse al valle del Loira. Sin embargo, Iñaki no iba disfrutando del campo que lo rodeaba, sino que se iba planteando hacer otro alto para enfriar las ruedas. Al divisar en un pequeño claro del bosque, junto al arcén, uno de esos autobares de bebidas, perritos calientes y patatas fritas que en Francia se pueden encontrar en las carreteras hasta en pleno invierno, decidió detenerse. Disminuyó la velocidad poco a poco para ahorrar frenazos que podrían calentar los neumáticos y se apartó hacia el claro del bosque.

      El dueño del autobar había instalado unos veladores junto al lindero del bosque. Iñaki, después de tocar con la mano los neumáticos para comprobar la temperatura, saludó con la mano al dueño, de inconfundible origen magrebí, y se instaló en uno de los veladores. Pidió un perrito caliente con una ración extra de patatas fritas y un refresco. Mientras que el hombrecillo preparaba el pedido, Iñaki cerró los ojos y se abandonó a sus pensamientos, disfrutando de la sensación de sentirse acariciado por el mismo sol invernal que tanto le preocupaba cuando iba en el coche.

      –¿Qué hay de nuevo? –se dirigió el director general de la Policía al comisario jefe de Información, que acababa de entrar en su despacho con una carpeta en la mano.

      –Se trata de informes que acaban de llegarnos de París. Parece ser que un buen número de refugiados vascos residentes en el sur de Francia, que estaban bien controlados, han desaparecido en las últimas cuarenta y ocho horas. Hacía ya algunas semanas que se había detectado un aumento de la actividad, reuniones y cosas así, pero nada anormal que hiciera intervenir a la Gendarmería francesa. Sin embargo, algunos de los elementos más significados han desaparecido de la zona.

      –¿Qué dicen los analistas?

      –Creen que esto puede tener varias interpretaciones. Podría ser que hayan pasado a España para realizar alguna acción, o bien que hayan sido enviados a algún otro país para entrenarse o para participar en un operativo. Por último, y parece que es lo más probable, también podría ser que se hayan escondido para evitar ser detenidos en una redada como respuesta en caso de que se produzca alguna acción de una cierta envergadura. Podría incluso tratarse de un repliegue para evitar posibles repercusiones derivadas de la información que se pueda obtener de los dos activistas del comando Barcelona capturados esta misma mañana por la Policía Municipal de Barcelona.

      Efectivamente, pocas horas antes una pareja de la Policía Municipal de Barcelona había interceptado un vehículo con signos de haber sido forzado para su identificación, pero al aproximarse al coche se entregaron los dos ocupantes identificándose como miembros de ETA; transportaban unos quince kilos de explosivo.

      –Sí, lo de esta mañana ha sido como el premio gordo de la lotería. ¿De cuántos elementos se ha perdido el rastro, Comisario?

      –Se ha perdido el rastro de cinco elementos con antecedentes, aunque actualmente sin orden de busca y captura.

      –Gracias, comisario. Por favor, remita una copia del informe a los mismos puntos a los que se remitió el anterior sobre la posibilidad de una acción violenta.

      Ya era tarde y llevaba mucho rato conduciendo de noche cerrada y oscura. Después de una mañana luminosa, la tarde se había vuelto gris y lluviosa, y ahora una neblina pegajosa dificultaba aún más la visibilidad. Sin embargo, lo peor era el destello de los faros de los coches que circulaban en sentido contrario al reflejarse sobre el asfalto mojado. Ahora comprendía Iñaki el por qué le había recomendado Ingude conducir de día, aunque el peligro de calentamiento de los neumáticos sería mayor. La otra razón que le había indicado Ingude para evitar conducir de noche era que de día circulan muchos más coches y es más fácil pasar desapercibido.

      Iñaki se sentía literalmente agotado después de haber conducido bajo unas condiciones adversas y con la tensión que ya soportaba desde Péronne por la carga que transportaba. Se alegró de divisar a lo lejos el gran cartel