Norman L. Geisler

No basta mi fe para ser ateo


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busqué el teléfono y comencé a marcar furiosamente. Ocupado. Ocupado. Ocupado. Quería seguir y decir: “¡Jerry! Para el tipo que dijo: “no existe la verdad”, ¿es eso verdad?

      Nunca logré comunicarme. Y Jerry, por supuesto, estuvo de acuerdo con la persona que llamó, sin darse cuenta de que su afirmación no podría ser cierta, porque se negaba a sí misma.

      Una declaración autodestructiva es aquella que no cumple con su propio estándar. Como estamos seguros de que te das cuenta, la declaración del que llamó y dijo “no existe la verdad” afirma que es verdadera y, por lo tanto, se niega a sí misma. Es como decir: “No puedo hablar ni una sola palabra de español”. Si alguien dijera eso, obviamente responderías: “¡Espera un momento! ¡Tu declaración debe ser falsa porque acabas de pronunciarla en español!”.

      Este tipo de declaraciones se hacen rutinariamente en nuestra cultura posmoderna, y una vez que afines tu habilidad para detectarlas, te convertirás en un valiente defensor de la verdad. Sin duda, has escuchado a la gente decir cosas como: “¡Toda la verdad es relativa!” y “¡No hay nada absoluto!”. Ahora estarás preparado para refutar estas necias declaraciones simplemente revelando que no cumplen sus propios criterios. En otras palabras, al probar que una afirmación se niega a sí misma, puedes exponerla como la necedad que es.

      Llamamos a este proceso de demostrar que una afirmación se niega a sí misma la táctica del correcaminos porque nos recuerda a los personajes animados, el correcaminos y el coyote. Como recordarás de los dibujos animados de los sábados por la mañana, la única misión del coyote era perseguir al veloz correcaminos y convertirlo en su cena. Pero el correcaminos era demasiado rápido y demasiado inteligente. Justo cuando el coyote estaba ganando terreno, el correcaminos se detiene en seco en el borde del acantilado, dejando al coyote momentáneamente suspendido en el aire, sin apoyo de nada. Tan pronto como el Coyote se da cuenta de que no tiene terreno para sostenerse, cae en picada al fondo del barranco.

      Bueno, eso es exactamente lo que la táctica del correcaminos puede hacer con los relativistas y posmodernistas de nuestros días. Les ayuda a darse cuenta de que sus argumentos no pueden sostener su propio peso. En consecuencia, se estrellan contra el suelo. ¡Esto te hace ver como un súper genio! Llevemos la táctica del correcaminos a la universidad para mostrarles lo que queremos decir.

      El correcaminos va a la universidad

      La táctica del correcaminos es especialmente necesaria para los estudiantes universitarios de la actualidad. ¿Por qué? Porque si escuchas a muchos de nuestros profesores universitarios, te dirán que la verdad no existe. Lo que nos sorprende es que los padres están pagando miles de dólares en matrículas universitarias para que a sus hijos e hijas se les pueda enseñar la “verdad” de que no existe la verdad, sin mencionar otras afirmaciones posmodernas autodestructivas como: “toda verdad es relativa” (¿es eso una verdad relativa?); “no hay absolutos” (¿estás absolutamente seguro?); y, “¡es cierto para ti, pero no para mí!” (¿esta declaración es verdad solo para ti, o es verdad para todos?). “Verdadero para ti pero no para mí” puede ser el mantra de nuestros días, pero no es cómo el mundo realmente funciona. ¡Intenta decirle eso a tu cajero del banco, a la policía o a la secretaría de hacienda y mira qué tan lejos llegas!

      Por supuesto, estos mantras modernos son falsos porque se niegan a sí mismos. Pero para aquellos que todavía creen ciegamente en ellos, tenemos algunas preguntas: si realmente no hay verdad, entonces ¿por qué intentar aprender algo? ¿Por qué debería un estudiante escuchar a su profesor? Después de todo, el profesor no conoce la verdad. ¿De qué sirve ir a la escuela y mucho menos pagar por ella? ¿Y cuál es el punto de obedecer las prohibiciones morales del profesor de no hacer trampa en las pruebas o no plagiar los trabajos de fin de curso?

      Las ideas tienen consecuencias. Las buenas ideas tienen buenas consecuencias y las malas ideas tienen malas consecuencias. De hecho, muchos estudiantes se percatan de las implicaciones de estas malas ideas posmodernas y se comportan en consecuencia. Si les enseñamos a los alumnos que no existe lo correcto y lo incorrecto, ¿por qué nos sorprendemos cuando un par de estudiantes disparan contra sus compañeros de clase o una madre adolescente deja a su bebé en un bote de basura? ¿Por qué deberían actuar “correctamente” cuando les enseñamos que no existe lo “correcto”?

      C. S. Lewis reveló el absurdo de esperar la virtud de las personas a las que se les enseña que no existe la virtud: “En una especie de simplicidad espantosa, eliminamos el órgano y exigimos la función. Creamos hombres sin corazón y esperamos de ellos virtud y valentía. Nos reímos del honor y nos sorprendemos al encontrar traidores entre nosotros. Castramos y ordenamos a los castrados que sean fructíferos”.8

      La verdad es esta: las ideas falsas sobre la verdad llevan a ideas falsas sobre la vida. En muchos casos, estas ideas falsas dan una aparente justificación para lo que realmente es un comportamiento inmoral. Porque si puedes matar el concepto de la verdad, entonces puedes matar el concepto de cualquier religión verdadera o cualquier moralidad verdadera. Muchos en nuestra cultura han intentado hacer esto y los últimos cuarenta años de decadencia religiosa y moral muestran su éxito. Desafortunadamente, las devastadoras consecuencias de sus esfuerzos no solo son verdaderas para ellos, también son verdad para todos nosotros.

      Así que, la verdad existe. No se puede negar. Aquellos que niegan la verdad hacen que la verdad que se niega a sí misma afirme que no hay verdad. En este sentido, se parecen mucho a Winnie Pooh; responden a un golpe en la puerta diciendo: “¡No hay nadie en casa!”.

      Ahora, veamos cómo la táctica del correcaminos puede ayudarnos a responder la afirmación escéptica de que “no podemos conocer la verdad”.

      ¿Es posible conocer la verdad?

      Los cristianos evangélicos creen que deben obedecer el mandato de Jesús de “haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). Para ayudar a los cristianos a llevar a cabo esta Gran Comisión, D. James Kennedy creó una técnica de evangelismo puerta a puerta llamada “Evangelism Explotion” (EE). Si eres cristiano, la técnica EE te permite determinar rápidamente dónde está una persona espiritualmente. Después de presentarte, debes hacer preguntas como estas a la persona que respondió a la puerta:

      1. ¿Puedo hacerte una pregunta espiritual?

      2. Si murieras esta noche y te enfrentaras a Dios, y Él te preguntara: “¿Por qué debería dejarte entrar en mi cielo?”, ¿qué responderías?

      La mayoría de las personas son lo suficientemente curiosas como para decir que sí a la pregunta 1. (Si responden: “¿qué quiere decir con ‘una pregunta espiritual’?”, continúa y plantea la segunda pregunta). En cuanto a la segunda pregunta, el manual de EE predice que los no cristianos generalmente darán la respuesta de “buenas obras”. Ya sabes, algo así como, “Dios me aceptará porque soy una buena persona. No he matado a nadie; voy a la iglesia; ofrendo a los pobres…”. En ese caso, el manual de EE te recomienda que respondas con el evangelio (literalmente las “buenas noticias”): que todos (incluido tú) no han alcanzado el estándar perfecto de Dios y que ninguna buena obra puede borrar tu pecado; pero la buena noticia es que puedes salvarte del castigo confiando en Cristo, quien fue castigado en tu lugar.

      Si bien esta técnica ha tenido mucho éxito, algunos no cristianos no responden a las dos preguntas como se esperaba. Por ejemplo, una tarde, yo (Norm) decidí llevar la técnica EE a las calles junto con un miembro de mi iglesia. Así es como sucedió:

      Knock, Knock.

      “¿Quién está allí?” (Un hombre abrió la puerta).

      Le tendí la mano y dije: “¡Hola! Mi nombre es Norm Geisler, este es mi compañero, Ron, y somos de la iglesia al final de la calle”.

      “Yo soy Don”, respondió el hombre, sus ojos rápidamente nos analizaron.

      Inmediatamente me puse en acción con la pregunta 1: “Don, ¿te importa si te hacemos una pregunta espiritual?”.

      “No, adelante”, dijo Don audazmente, aparentemente ansioso de refutar lo que estábamos por decir.