en la Épica de Guilgames, Shamhat la prostituta es maternal, benévola y sabia; todo lo opuesto de lo “normal” en una prostituta mesopotámica, que es engañosa, lujuriosa y seductora75.
Humor en el arte antiguo
El humor existe tanto en la literatura como en el arte. Todos estamos familiarizados con los grandes monumentos del Medio Oriente antiguo: las pirámides de Egipto, las murallas de Asiria y Babilonia, las grandes esculturas. Estas impresionantes obras representan el poder de los dioses, los imperios, los reyes. Los grandes museos del mundo están llenos de ellos, lo cual es motivo de interminables disputas de repatriación. Junto con esto, pero no tan a la vista, hay representaciones artísticas (algunas no “oficiales”) que dan la impresión, bastante segura, de ser humorísticas.
Existe una representación gráfica egipcia donde se muestra una elegante mujer vomitando. Se observa allí la incongruencia entre la dignidad del vestido con lo indigno de la situación76. Este podría clasificarse como un caso de sátira social si se supone que la mujer es alguien de “la alta sociedad”.
Bes, el dios egipcio del humor, es representado como un hombre enano supremamente gordo con una expresión en el rostro que da risa. Además, hay en Egipto representaciones de animales desarrollando actividades humanas; sentados en sillas con las patas traseras al aire, jugando juegos de mesa; un gato pastoreando ganzos; una familia de micos (monos) conduciendo una carroza tirada por caballos; unos gatos atendiendo a una ratona y a su hijo; un gato dirigiendo una procesión de patos77.
Otra representación cómica es la de la reina de Punt (s. xv a.C.), quien es supremamente gorda, con un derrière enorme y aparece seguida de un asno supremamente pequeño con una leyenda: “El asno que tuvo que cargar a la reina”78. El episodio aparentemente resultaba chistoso, pues se han encontrado copias en varios lugares.
Así como en el arte egipcio, se ha reconocido también el humor en el de Mesopotamia; este último se caracteriza por ser bastante escatológico, craso y hasta vulgar, pero no sin propósito. El humor coprológico, por ejemplo, siempre trata de desenmascarar tabúes sociales y se utiliza para ridiculizar la sofisticación de algunos79.
Humor en la literatura universal
Sería iluso pretender abarcar aquí toda la literatura universal. A lo único que podemos aspirar es a dar unas muestras representativas con el objeto de comprender de qué manera han usado los escritores el humor para comunicar mensajes claros y contundentes. Esta es una tarea que ya otros han emprendido con mucho más detalle y envergadura80.
Con la siguiente muestra de obras, pretendemos simplemente explorar cómo autores tan antiguos como Aristófanes y tan actuales como Saramago se han servido del humor en la literatura para hacer serios análisis de la sociedad al tiempo que lanzan críticas mordaces.
“Las ranas”, de Aristófanes
En su obra Las ranas, Aristófanes (s. v a.C.) hace mofa de los dramas de Eurípides y se burla de los dioses del Olimpo, especialmente de Dioniso: “El dios tutelar del arte dramático aparece cobarde y fanfarrón, sujeto a las contingencias del más débil de los mortales; y su hermano, el esforzado Heracles, da muestras de aquella glotonería que también le caracteriza en [su otra obra] Las aves”81. El objetivo de Aristófanes es “satirizar a dioses y poetas”, probablemente con una intención política.
El diálogo inicial en Las ranas entre Dioniso y Jantias es muy divertido. Se critica a los malos escritores y se ridiculiza la falta de sentido común de Jantias. En otro episodio, Dioniso le explica a Heracles por qué necesita ir al infierno a buscar a Eurípides: “Me hace falta un buen poeta, y no hay ninguno, pues los vivos todos son detestables”. El deseo de Dioniso por encontrar un buen poeta es tan grande como la glotonería de Heracles, quien aparentemente sólo entiende cuando le hablan de comida. Luego pasan por toda una lista de autores que Heracles le presenta, para luego concluir Dioniso diciendo que son “ramillos sin savia, verdaderos poetas-golondrinas, gárrulos e insustanciales, peste del arte”.
Más tarde, en un vasto cenagal, lleno de inmundicias, se hallan sumergidos todos los que faltaron a los deberes de la hospitalidad, quienes negaron el salario a su bardaje, y los que maltrataron a su madre, abofetearon a su padre, o copiaron algún pasaje de Mórsimo. Aparentemente Mórsimo era tan mal poeta que haber copiado uno de sus poemas era tan grave como la lista de pecados impensables. Es decir, leer esos poemas era castigo comparable al que le dijeron que si cometía algún delito lo encerrarían en un calabozo con un vendedor de seguros.
Dioniso mismo es objeto de burla cuando le dicen que se siente en el remo (es decir, el puesto del remador) y él se sienta sobre el remo. Aparentemente, las preposiciones del griego clásico tampoco eran tan precisas.
El episodio con las ranas es bastante breve. Ocurre cuando Dioniso es trasladado al infierno por Caronte en una barca. Deben atravesar una laguna llena de ranas cuyo permanente graznar saca de quicio a Dioniso, quien se pone a discutir con las ranas para que se callen. Al ver que no logra nada discutiendo, termina en una competencia para ver quién ensordece al otro. Dioniso termina croando como las ranas.
En una escena de miedo, Dioniso se hace en las ropas y luego se ofende porque Jantias le dice que no ha conocido dios tan cobarde. Dioniso responde: “¡Yo cobarde! ¡y te he pedido una esponja! [para limpiarse]. Nadie en mi lugar hubiera hecho otro tanto”. Y luego añade: “Un cobarde hubiera quedado tendido sobre su propia inmundicia y yo me he levantado y me he limpiado”. A lo cual Jantias responde: “¡Gran hazaña, por Posidón!”.
Las ranas evidencian también un claro rechazo a los gobernantes extranjeros. De Arquedemo, por ejemplo, dice que “A los siete años no era todavía ciudadano, y ahora es jefe de los muertos de la tierra, y ejerce allí el principado de la bribonería”. Incluimos una cita extensa para apreciar la crítica social:
Muchas veces he notado que en nuestra ciudad sucede con los buenos y malos ciudadanos lo mismo que con las piezas de oro antiguas y modernas. Las primeras no falsificadas, y las mejores sin disputa por su buen cuño y excelente sonido, son corrientes en todas partes entre griegos y bárbaros, y sin embargo no las usamos para nada, prefiriendo esas detestables piezas de cobre, recientemente acuñadas, cuya mala ley es notoria. Del mismo modo despreciamos y ultrajamos a cuantos ciudadanos sabemos que son nobles, modestos, justos, buenos, honrados, hábiles en la palestra, en las danzas y en la música, y preferimos para todos los cargos a hombres sin vergüenza, extranjeros, esclavos, bribones de mala ralea, advenedizos, que antes la república no hubiera admitido ni para víctimas expiatorias.
Ahora, pues, insensatos, mudad de costumbres y utilizad de nuevo a las gentes honradas, pues de esta suerte si os va bien seréis elogiados, y, si algún mal os resulta, al menos dirán los sabios que habéis caído con honra82.
Hay una escena de azotes bastante divertida, donde Dioniso y su esclavo Jantias demuestran su hombría. Se le acusa al dios de haber robado comida en otra ocasión. Jantias dice que Dioniso es el esclavo ladrón, que lo azoten. A lo cual este responde que no, que él es inmortal. Finalmente, acuerdan que los azoten a los dos para ver cuál es el dios. Quien se lamente de los azotes es humano. Después de cada azote, ambos aparentan que no les duele y recitan versos de toda índole, los cuales el verdugo inicialmente interpreta como señales de dolor, pero siempre lo corrigen recitando la otra mitad del verso:
DIONISO: | ¡Oh Posidón!… |
JANTIAS: | Alguien se lamenta. |
DIONISO: | … Que reina sobre los promontorios del Egeo, o sobre el salado abismo del cerúleo mar. |