Marcela Thesz

Nuestro Útero


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de las técnicas de qigong y yoga sexual y se consideran fundamentales para la salud reproductiva femenina. Una de las técnicas, actualmente difundida en occidente, es la de los huevos yoni o huevos de jade que, aprendida de manera correcta, es sumamente beneficiosa.

      Aquello que sucede en el cuerpo es concreto y real. El cuerpo nos vincula con el momento presente de manera completa. Lo que sucede en el cuerpo sucede en que el aquí y ahora. No hay errores en la corporalidad. No hay una emoción equivocada en el momento en que emerge. No hay una sensación o una percepción sensorial que no sea verdaderamente real.

      Estamos habituados a que las ideas mentales sobre la realidad y sobre las posibilidades de futuro prevalezcan sobre el sentir corporal. Pero aquello que sucede en la mente es abstracto e imaginario. La mente solamente interpreta el momento presente y de manera subjetiva, luego proyecta, fantasea, genera expectativas, inventa dificultades. Así comienza la ilusión, el autoengaño, la creación de una “realidad” mental que evita que conectemos con la realidad corporal.

      Reconectar con el cuerpo es permitirle que viva, emocione, sienta; es la oportunidad maravillosa de saber qué es lo que efectivamente está sucediendo en nuestras vidas. Conectar con el útero es considerar la idea de que tiene algo para relatar sobre nosotras mismas.

      Desde mi experiencia como practicante, creo que es sumamente importante para todas las personas contar con una práctica corporal meditativa que progresivamente se pueda realizar de manera individual e independiente de un instructor o guía. En occidente no estamos habituados a tener recursos propios de autogestión corporal, emocional o espiritual; delegamos esa tarea asistiendo a clases, talleres y cursos, con el foco en lo social, en el entretenimiento o en la necesidad de desconexión mental. Es una forma muy limitada de vincularnos con recursos terapéuticos que pueden ser autogestionados y significar una gran diferencia en el bienestar personal.

      Te incentivo a que inicies una práctica que te permita tomar consciencia de tu cuerpo y de tus emociones, desarrollar la capacidad de atención sobre tu mente y el momento presente. Puede ser yoga, taichi, qigong, danza, expresión corporal, meditación, entre otras. Con lo que más resuenes y con quien resuenes, porque quien te enseñe y guíe también debe corresponder con tu resonancia.

      Si lo haces o si ya practicas, el siguiente paso es que tomes responsabilidad por aprender y practicar aquello que tiene sentido para ti y que genera una diferencia en tu vida cotidiana, en tu bienestar y salud, para que entonces puedas utilizar ese recurso cuando lo necesites, por tu propia voluntad y sin depender de tu guía.

      Todos podemos aprender recursos para la autogestión corporal y emocional. La consciencia corporal del útero, así como toda consciencia corporal, no depende de una guía o de otra persona, depende de ti. Nacerá solo si te dedicas a ello, con la voluntad activa de observar el cuerpo y lo que emerge de él.

      Una de las deficiencias que existe en nuestra educación occidental, en general, es la falta de entrenamiento en inteligencia emocional. Esta implica poder reconocer las emociones que sentimos y tener recursos para gestionarlas, regularlas y expresarlas de manera saludable.

      De acuerdo con cada momento del útero, las manifestaciones emocionales pueden variar. Es evidente que existen días en los que estamos más tolerantes que en otros, con más necesidad de contener o rechazar, con tendencia a la expectativa o la decepción. Toda la amplitud de nuestro registro emocional se ve manifestada a través del ciclo del útero.

      Aprender sobre nuestras emociones, reconocerlas, aceptarlas y luego poder expresarlas es de suma importancia en el trabajo del útero y también en nuestra vida en general. Nos permitirá interactuar más armoniosamente con el entorno cercano y ser más compasivas con nosotras mismas.

      Al despertar el útero desde el conocimiento y la consciencia corporal, estaremos también, despertando las emociones que se encuentran bloqueadas en él. Aquellas de tu propia vida y también las que traes a través de tu linaje. Al activar el cuerpo físico, el cuerpo emocional reacciona y se movilizan aquellas emociones que nos es difícil procesar o no nos permitimos sentir.

      El útero está conectado, indefectiblemente, con la totalidad de la vida emocional de la mujer. Almacena todos los registros emocionales del ciclo y los vinculados con las capacidades del útero que veremos en detalle en los próximos capítulos.

      Los registros emocionales que pueden estar bloqueados en el útero son muy variados.

      Enojo, falta de límites o sentirse limitada. Frustración, impotencia, sentir que no puedes. Necesidad de controlar y anticiparlo todo. Resistencia a la tristeza y al duelo. Incapacidad o resistencia a disfrutar. Miedo. Gozo reprimido. Sensación de peligro sobre sí o los hijos. Culpa. Desvalorización.

      Las emociones en sí no son el problema. Cada emoción que surge lo hace como parte del proceso adaptativo cuerpo-mente al entorno y, desde ese punto de vista, toda emoción es correcta. Lo insano o problemático es la represión emocional: consciente o inconscientemente, no expresar ciertas emociones; o, por el contrario, expresarlas causando daño a otras personas.

      En general, consideramos que toda expresión emocional que genere daño a otros o daño a una misma debe ser revisada y recreada.

      Cada vez que nos contenemos de hablar, cerramos la boca, bloqueamos la mandíbula y por consecuencia, al útero, aumentamos su contractura. Cada vez que nos resistimos a sentir, a permitirnos disfrutar, bloqueamos los propioceptores y nos desconectamos del cuerpo y del útero. Cada vez que nos resistimos a llorar, esas lágrimas quedan en él y en los ovarios y luego, es la sangre menstrual la que se derrama en llanto.

      Cuando nos comprendemos como una totalidad —personas completas que son un todo—, no es posible disociarse del cuerpo ni de las emociones. Se afectan entre sí. Abrir el cuerpo es también abrirse emocionalmente. Si queremos despertar al útero, habrá que empezar a reconocer el mundo interno que nos habita y construir caminos de expresión emocional sanos que nos sean necesarios a cada una de nosotras.

      Las creencias son los pensamientos más estáticos que podemos tener. Representan ideas que se asumen como verdaderas, de manera incuestionable, y no cabe una posibilidad distinta. Estas son, en general, aprendidas en el seno familiar, a través de la religión o de una ideología social, cultural o política.

      La lógica patriarcal ha sostenido, a través de milenios, creencias que, definitivamente, limitan la expresión de la mujer en su totalidad. Están contenidas y validadas por el cuerpo, almacenadas en el útero; condicionan su funcionamiento y estructura.

      El trabajo corporal logrará que, si hay creencias instauradas en nuestro sistema (y seguro que las hay), estas salgan a la luz para ser cuestionadas a través del proceso de despertar. Puede que sintamos contradicciones, inseguridad, resistencia a traicionarlas y miedo a perder parte de nuestra identidad. El cuestionamiento de estas ideas que consideramos verdades y la posibilidad de transcenderlas es factible cuando sentimos y aceptamos las necesidades expresivas del cuerpo y conectamos con las energías del ciclo del útero para encontrar allí una verdad que realmente nos represente.

      Las creencias que las mujeres tenemos instauradas son muy variadas.

       La vida es sacrificio, el útero es dolor. Ponerme en primer lugar (antes que la familia) es ser egoísta. Es mejor dar que recibir, es más, hay que dar por encima de todo. Toda mujer debe ser madre. La sangre menstrual es asquerosa o prohibida. El placer y el disfrute