Marcela Thesz

Nuestro Útero


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pero, además, posee varias funciones energéticas que vamos a conocer y desarrollar en el transcurso del libro. El útero cíclico posee un potencial creativo, emocional y energético inconmensurable. Allí radica el poder durmiente de las mujeres que debemos recuperar.

      Previo a la menarquía y posterior a la menstruación, el útero no funciona cíclicamente. A estas etapas las llamo “lineales, como así también al funcionamiento del útero en el embarazo, ya que tampoco, durante esa etapa, se manifiesta el ciclo.

      Erróneamente, consideramos que el útero lineal no tiene ninguna función en el cuerpo y en el sistema energético femenino. El útero es relevante desde el nacimiento hasta la muerte y comprender las capacidades energéticas del útero lineal es tan relevante como respecto al útero cíclico.

      Iremos desanidando y abriendo todos estos conceptos en los capítulos a continuación.

      El reconocimiento de lo que existe en nosotras mismas es lo que nos hace conscientes. La consciencia no es imaginación, no responde a una imagen fuera del cuerpo, inmaterial o de otro tiempo. La consciencia siempre responde al aquí y ahora, al cuerpo y a través de él, a lo que sentimos, percibimos, experimentamos.

      Recuerdo la primera vez que fui consciente de mí. Sucedió en mi infancia: una tarde en la que era mi cumpleaños, creo de siete u ocho años, estaba a la espera de que llegaran los invitados a mi fiesta. Me encontraba sola en el salón de la casa, con mi pollera acampanada, bailando, probablemente música clásica, la favorita de mi mamá. Recuerdo haberme sentido expectante y feliz, disfrutando ese momento donde todo parecía fluir sin mayor esfuerzo.

      La danza siempre me ha posibilitado la consciencia. De adulta, tuve una experiencia similar en un encuentro de danza expresiva. Luego de una canción particularmente activa, terminé acostada en el piso y en el silencio final de la canción, el pensamiento que emergió de ese momento fue “¡estoy viva!”. De repente apareció mi cuerpo, presente como no lo había estado por años. Aparecieron mis emociones que, sin una mente que las adoctrinara, pudieron existir. Y también apareció mi energía, en el movimiento simbólico de la danza, mostrándome justo aquello que necesitaba hacer.

      Esta experiencia de adulta no estaba vinculada con la felicidad y la fluidez de mi niñez, sino todo lo contrario, con el miedo y el deseo de huir. Reconocer esa necesidad corporal y esa emoción tan pulsante fue una revelación. No pude ignorarla más y esa consciencia completa que abarcaba cuerpo-emoción-energía fue un punto de quiebre en mi proceso de despertar.

      La consciencia del útero se desarrolla a partir de reconocerlo empíricamente en nuestro interior, conectar con él y sentirlo. Debe haber inicialmente una voluntad de reconocer, un deseo de mirar al útero, pues ninguna búsqueda funciona si es impuesta. Una vez visto y sentido, el útero responde con emociones, pensamientos, creencias y toda su potencialidad energética. Solo entonces el despertar se inicia y lo que vamos aprendiendo tiene un lugar físico en donde anclarse.

      Primeramente, desarrollamos una consciencia corporal para aprender a sentir el útero en el cuerpo y comprender su naturaleza orgánica. En segundo lugar, una consciencia emocional a través de la cual nos sea posible vincularnos con las propias emociones desde el reconocimiento y el equilibrio. Y, en tercer lugar, una consciencia energética que se abre a partir de las dos anteriores y nos muestra la potencialidad total de nuestro útero y sus energías creativas-expresivas.

      Para desarrollar la consciencia es necesario entrenar la mente como observadora de lo que existe. Nuestra mente es habitualmente relatora, no solo de lo que existe sino de lo que existió y existirá. Los pensamientos están continuamente comentando, juzgando, recreando o proyectando. Cuando usamos una porción de la mente para observar sin relatos, el reconocimiento sobre el momento presente sucede.

      El compromiso que debe surgir, luego de la primera experiencia de consciencia completa, es el de continuar observando. Las resistencias a encontrarnos con lo que verdaderamente existe son contundentes en todas nosotras. Veremos, a continuación, cuáles son los recursos que podemos aprender para desarrollar la consciencia del útero y también aquellos necesarios para traspasar las resistencias y lograr vincularnos con lo corporal, lo emocional y lo energético en unidad.

      Adquirir conocimientos y tener una nueva idea o imagen de cómo deberían ser nuestras vivencias respecto al útero, no es lo mismo que, efectivamente, reflejarlo en lo cotidiano. Para moverse de la imagen mental hacia la experiencia real es necesario trabajar con el cuerpo y desarrollar consciencia corporal del útero, poder sentirlo e intervenir en él.

      La práctica corporal consciente permite regenerar las conexiones neuromusculares que vinculan al útero con el cerebro, a través del sistema nervioso, de modo que circule información y directivas entre uno y otro. Estas conexiones neuromusculares las deberíamos haber creado de niñas, pero han estado anuladas de nuestro aprendizaje por milenios. Así como aprendemos a caminar, a cortar con una tijera, a agarrar una taza, podríamos aprender, también, a sentir el útero desde pequeñas.

      El cuerpo almacena millones de percepciones sensoriales en el transcurso de nuestra vida. Estas percepciones pueden ser neutras, pero generalmente están asociadas al dolor o al placer. Si son placenteras, el cuerpo se expande y distiende; si son dolorosas, el cuerpo se contrae para evitar sentirlas. Nuestro cuerpo en edad adulta contiene infinidad de adaptaciones posturales y respiratorias vinculadas con todos esos registros perceptivos de dolor o placer que ya no recordamos y afectan al útero.

      Además de adaptarnos, también imitamos. Aprendemos a estar de pie, a caminar y a movernos copiando a los adultos y, probablemente, aprendimos a ubicar, inconscientemente, el útero de una manera específica en la pelvis imitando a nuestra madre o abuelas.

      Hay una herencia que influye en cómo existe el útero dentro del cuerpo y hay también vivencias personales que generan el proceso adaptativo que modifica el estado natural del útero en el cuerpo. Cuando tenemos la posibilidad de reconocer esas adaptaciones corporales, podemos comenzar a desmantelarlas y permitirle al útero que sea en naturalidad.

      En gran medida, la postura corporal define la ubicación del útero en la pelvis y relata, a través del lenguaje del cuerpo, los bloqueos emocionales y energéticos que hay allí guardados.

      El cuerpo funciona como un todo y el útero no está aislado del resto de las partes. Determinadas formas de habitar el cuerpo condicionan al útero de una u otra manera:

      La forma en que apoyas los pies en el piso: en general el apoyo sobre los talones tensa y retrae en el útero, y el apoyo sobre los metatarsos o dedos, lo expone. Si hay mayor apoyo sobre un pie, eso generará tensión en el ovario del mismo lado, limitando su expresión. Lo ideal es aprender a apoyarse sobre la totalidad de ambas plantas de los pies distribuyendo la mitad del peso corporal en cada una.

      La ubicación y tensión de tu mandíbula: hay una conexión entre los músculos del bajo abdomen y la mandíbula. Puedes sentirla si apoyas tus manos sobre los ovarios y muerdes fuerte, te darás cuenta cómo eso afecta al útero. La mandíbula tensa, contrae el útero; la mandíbula adelantada, lo expone. Es importante aprender a relajar el cuello y la boca en relación con el trabajo corporal del útero, y a alinear el cuello sobre el eje central corporal.

      La ubicación y tensión del sacro: si el sacro se encuentra tenso y elevado, el útero se retrae y esconde, y el pubis se bloquea. Si el sacro se encuentra hacia adentro, el pubis se abre demasiado y el útero