Mark Dever

Las nueve marcas de la iglesia sana


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sufrimiento y la venta de José, como el encarcelamiento y la ridiculización de Jeremías, como el rechazo y la crucifixión de Jesús nos recuerdan que Dios obra en formas misteriosas. Él nos llama a una relación de confianza con Él más que a un entendimiento completo de Su persona y Su forma de actuar. Las parábolas de Jesús están llenas de historias del reino de Dios que comienza de maneras sorprendentemente pequeñas y luego crece hasta alcanzar una gloriosa prominencia final. Bíblicamente, debemos comprender que el tamaño de lo que ven nuestros ojos casi nunca es una buena manera de estimar la grandeza de algo ante los ojos de Dios.

      Desde una perspectiva histórica, haríamos bien en recordar que las apariencias engañan. Cuando una cultura está saturada de cristianismo y conocimiento bíblico, cuando la gracia común de Dios e incluso Su gracia especial se han extendido ampliamente, un observador puede percibir bendiciones evidentes. Puede que la moralidad bíblica sea reafirmada por todos. Puede que la iglesia sea ampliamente estimada. Puede que la Biblia se enseñe incluso en escuelas seculares. En tiempos como esos, puede ser difícil distinguir entre lo aparente y lo real.

      Pero en épocas cuando el cristianismo está siendo amplia y rápidamente repudiado, cuando la evangelización es considerada intolerante o incluso clasificada como un crimen de odio, hallamos que las cosas han cambiado. Por un lado, la cultura a la cual nos conformaríamos para ser relevantes llega a estar tan entrelazada con el antagonismo al evangelio que conformarnos a ella tiene que resultar en la pérdida del evangelio mismo. Por otro lado, es más difícil que el cristianismo nominal progrese. En tiempos como esos debemos escuchar de nuevo la Biblia y reconsiderar el concepto de ministerio exitoso no como uno que da frutos de inmediato necesariamente, sino como un ministerio manifiestamente fiel a la Palabra de Dios.

      Los grandes misioneros que han ido a culturas no cristianas han aprendido esto. Al ir a lugares en los cuales no había «campos blancos listos para la siega» sino solo años e incluso décadas de rechazo, ellos tenían otra motivación para seguir adelante. William Carey fue fiel en India y Adoniram Judson en Burma no porque el éxito inmediato les mostrara que estaban siendo evidentemente relevantes. Ellos fueron fieles porque el Espíritu de Dios en ellos los animaba a obedecer y confiar. Nosotros en el Occidente secular debemos recuperar un sentido de satisfacción en esa fidelidad bíblica. Y debemos recuperarlo particularmente en nuestras vidas juntos como cristianos, en nuestras iglesias.

      UN MODELO DIFERENTE

      Necesitamos un nuevo modelo para la iglesia. En realidad, el modelo que necesitamos es uno antiguo. Aunque estoy escribiendo un libro acerca de esto, no estoy seguro de cómo llamar ese modelo. ¿«Sencillo»? ¿«Histórico»? ¿«Bíblico»?

      En términos simples, necesitamos iglesias que conscientemente sean distintas a la cultura. Necesitamos iglesias en las cuales el indicador clave del éxito no sean los resultados evidentes, sino una perseverancia en ser fieles a la Palabra de Dios. Necesitamos iglesias que nos ayuden a recuperar esos aspectos del cristianismo que son distintos del mundo, y que nos unen.

      Lo que sigue no pretende ser un retrato de este nuevo (antiguo) modelo de iglesia sino una receta oportuna. Se enfoca en dos necesidades básicas de nuestras iglesias: predicar el mensaje y liderar discípulos.

      PREDICAR EL MENSAJE

      Las primeras cinco marcas de una iglesia sana que consideraremos reflejan la preocupación por predicar correctamente la Palabra de Dios. La primera marca toca directamente el tema de la predicación. Es una defensa de la primacía de la predicación expositiva, la cual refleja la centralidad de la Palabra de Dios.

      ¿Por qué es central la Palabra? ¿Por qué es el instrumento que produce fe? La Palabra es tan central e instrumental porque la Palabra del Señor nos presenta el objeto de nuestra fe. Nos presenta la promesa de Dios para nosotros —desde las promesas individuales (a lo largo de toda la Biblia) hasta la gran promesa, la gran esperanza, el gran objeto de nuestra fe, Cristo mismo. La Palabra presenta aquello que debemos creer.

      Después, en la segunda marca, consideramos el marco de este mensaje: la teología bíblica. Debemos entender la verdad de Dios como un todo coherente, que nos llega principalmente como una revelación de Él mismo. Las preguntas acerca de Quién es Dios y cómo es Él nunca pueden considerarse irrelevantes para los asuntos prácticos de la vida de la iglesia. Diferentes ideas de Dios nos llevarán a adorarle de maneras diferentes, y si esas ideas son erróneas, algunas de las maneras en que nos acerquemos a Él pueden también ser erróneas. Este es un tema importante en la Biblia, a pesar de haber sido descuidado casi por completo en nuestros días.

      En la tercera marca consideramos el corazón del mensaje cristiano al buscar una comprensión bíblica del evangelio. ¿Cuántos mensajes diferentes están pregonando las iglesias como si fueran las buenas nuevas de salvación en Jesucristo? Más aún, ¿con cuánto discernimiento examinamos nuestro propio entendimiento del evangelio, la forma en que lo enseñamos y nuestra manera de entrenar a otros para conocerlo? Nuestro mensaje, aunque barnizado con retoques cristianos, ¿es básicamente un mensaje de autosalvación, o es más que eso? ¿Consiste nuestro evangelio solamente en verdades éticas universales para la vida diaria o está arraigado en las acciones definitivas, históricas, especiales y salvíficas de Dios en Cristo?

      Esto nos lleva a la recepción del mensaje, la cuarta marca: una comprensión bíblica de la conversión. Una de las tareas más dolorosas que los pastores enfrentan es tratar de reparar el daño de los falsos convertidos, aquellos a quienes algún evangelista ha convencido demasiado rápido e irreflexivamente de que son realmente cristianos. Esa actividad aparentemente benévola puede llevar a estallidos de emoción, participación e interés momentáneos; pero si una conversión aparente no resulta en una vida transformada, entonces uno comienza a cuestionar esa crueldad involuntaria de convencer a tales personas de que conocen toda la esperanza de una vida con Dios porque un día hicieron una oración. Estamos haciendo que piensen: «Si eso falló, entonces el cristianismo no tiene nada mejor que ofrecerme. No hay esperanza. No hay vida. Lo intenté, y no funcionó». Necesitamos iglesias que entiendan y enseñen lo que la Biblia enseña acerca de la conversión.

      La quinta marca presenta una comprensión bíblica de la evangelización. Si en nuestra evangelización sugerimos que llegar a ser cristianos es algo que nosotros hacemos, estamos transmitiendo nuestra mala comprensión del evangelio y la conversión, con efectos desastrosos. John Broadus, reconocido erudito del Nuevo Testamento y predicador del siglo XIX, escribió un catecismo de enseñanza bíblica en el cual planteó la pregunta: «¿La fe viene antes del nuevo nacimiento?». Y él respondió: «No, es el nuevo corazón el que verdaderamente se arrepiente y cree»17. Broadus entendió que en nuestra evangelización debemos ser socios del Espíritu Santo, presentando el evangelio pero confiando en que el Espíritu Santo de Dios haga la verdadera obra de confrontar, convencer y convertir. ¿Están tus prácticas evangelísticas o las de tu iglesia en línea con esta gran verdad?

      LIDERAR DISCÍPULOS

      Otra serie de problemas en las iglesias de hoy tiene que ver con la administración correcta de los límites y los marcadores de la identidad cristiana. En términos más generales, estamos hablando de problemas al guiar a los discípulos.

      Primero, en la sexta marca, abordamos el tema que establece todo el contexto para el discipulado: una comprensión bíblica de la membresía eclesial. En este último siglo, los cristianos han ignorado la enseñanza bíblica de lo que significa seguir a Cristo en comunidad. Nuestras iglesias están inundadas de un narcicismo egocéntrico y un hiperindividualismo levemente disimulados bajo etiquetas como «inventarios de dones espirituales» o «iglesias dirigidas a un público específico», iglesias que «no son para todos». Cuando leemos 1 Juan o el Evangelio de Juan, vemos que Jesús nunca tuvo la intención de que fuéramos cristianos solitarios, y que nuestro amor por otras personas que son diferentes a nosotros muestra si verdaderamente amamos a Dios.

      Muchas iglesias actuales tienen problemas con la definición básica de lo que significa ser un discípulo. Por eso en la séptima marca exploramos una comprensión bíblica de la disciplina eclesial. ¿Existe algún comportamiento que las iglesias no deberían tolerar? ¿Existen enseñanzas en nuestras iglesias que