Mark Dever

Las nueve marcas de la iglesia sana


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de Dios sino a someterse realmente a ella. Los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles del Nuevo Testamento no recibieron una comisión personal para ir y hablar, sino un mensaje específico que entregar. De la misma manera, los predicadores cristianos hoy tienen autoridad para hablar de parte de Dios siempre y cuando hablen el mensaje de Dios y desplieguen Sus palabras. Aunque algunos predicadores sean muy locuaces, ellos no han recibido el mandato de simplemente ir y predicar. Ellos han recibido el mandato específico de ir y predicar la Palabra.

      Muchos pastores aceptan alegremente la autoridad de la Palabra de Dios y profesan creer en la inerrancia de la Biblia; sin embargo, si ellos no predican expositivamente de manera regular, estoy convencido de que nunca predicarán más de lo que ya sabían cuando comenzaron su labor. Un predicador puede tomar una porción de la Escritura y exhortar a la congregación en cuanto a cierto tema importante, pero ese no es realmente el punto de ese pasaje en particular. Puedes tomar tu Biblia ahora mismo, cerrar tus ojos, abrirla en cualquier lugar, poner tu dedo sobre un versículo, abrir tus ojos y leer ese versículo, y puedes encontrar grandes bendiciones para tu alma —pero es posible que aún no sepas lo que Dios quería decir a través de ese pasaje. Lo más importante en el mercado inmobiliario es lo más importante para entender la Biblia: ubicación, ubicación, ubicación. Entiendes un texto de la Escritura según el lugar donde está. Lo entiendes en el contexto en el cual fue inspirado.

      Un predicador debería procurar que su mente sea moldeada cada vez más por la Escritura. Él no debería usar la Escritura como una excusa para decir aquello que él quiere decir. Cuando alguien predica regularmente de manera no expositiva, los sermones tienden a ser solamente acerca de los temas que le interesan al predicador. El resultado es que el predicador y la congregación solo escuchan de la Escritura lo que ya sabían antes de venir al texto. No hay nada nuevo que se esté añadiendo a sus mentes. No están siendo continuamente desafiados por la Biblia.

      Al estar comprometidos a predicar un pasaje de la Escritura en su contexto, expositivamente —es decir, tomando como punto del mensaje el punto del pasaje— deberíamos escuchar de Dios cosas que no teníamos la intención de escuchar cuando nos dispusimos a estudiar el pasaje. Dios nos sorprende a veces. En eso consiste precisamente la vida cristiana, desde tu arrepentimiento y conversión hasta lo más reciente que el Espíritu Santo te haya estado enseñando. ¿No te pasa que Dios te desafía y te hace ver tu pecado en áreas de tu vida que nunca hubieras considerado hace un año, a medida que comienza a revelarte la verdadera condición de tu corazón y la verdad de Su Palabra? Encargar la supervisión espiritual de una iglesia a alguien que no está comprometido a escuchar y enseñar la Palabra de Dios es obstaculizar el crecimiento de la iglesia, permitiendo básicamente que la iglesia crezca solo hasta el nivel del pastor. La iglesia será conformada lentamente a la mente del pastor en lugar de ser conformada a la mente de Dios. Y lo que nosotros deseamos, lo que ansiamos como cristianos, es la Palabra de Dios. Deseamos oír y conocer en nuestras almas lo que Él ha dicho.

      EL PAPEL CENTRAL DE LA PALABRA DE DIOS

      La predicación debería ser siempre (o casi siempre) expositiva porque la Palabra de Dios debería estar siempre en el centro, dirigiéndola. De hecho, las iglesias deberían tener la Palabra en el centro, dirigiéndolas. Dios ha decidido usar Su Palabra para dar vida. Ese es el patrón que vemos en la Escritura y en la historia.

      En una reunión social a la cual asistí alguna vez, terminamos hablando acerca de un libro que había sido publicado recientemente. Yo lo había leído porque estaba a punto de dar un discurso acerca del tema del libro. Mi anfitrión, un católico romano, también lo había leído —porque estaba escribiendo una reseña de ese libro. Le pregunté qué pensaba.

      «Ah, el libro es muy bueno», dijo, «lo único que lo estropea es que el autor reproduce el antiguo error protestante de afirmar que la Biblia creó la Iglesia cuando en realidad todos sabemos que la Iglesia creó la Biblia».

      Bueno, yo estaba en un dilema. Él era el organizador del evento y yo era un invitado. ¿Qué debía decir? ¡Vi pasar toda la Reforma protestante como un relámpago enfrente de mis ojos!

      Decidí que si él podía ser tan abiertamente despectivo de una manera cortés, entonces yo podía ser tan directo y honesto como quisiera. Así que fui directo y dije: «¡Eso es ridículo!». Tratando de contradecirlo de la forma más agradable posible, añadí: «El pueblo de Dios nunca ha creado la Palabra de Dios. ¡Desde el principio mismo la Palabra de Dios siempre ha creado al pueblo de Dios! En Génesis 1, Dios literalmente crea todo lo que existe, incluyendo a Su pueblo, por Su Palabra; en Génesis 12, Dios llama a Abraham de Ur por la palabra de Su promesa; en Ezequiel 37, Dios le da a Ezequiel una visión para que la comparta con los israelitas exiliados en Babilonia acerca de la gran resurrección que sucedería por la Palabra de Dios; el mensaje supremo de la Palabra de Dios es Cristo Jesús, el Verbo hecho carne; en Romanos 10, leemos que la vida espiritual viene por la Palabra —Dios siempre ha creado a Su pueblo por Su Palabra. Nunca ha sido al revés. El pueblo de Dios nunca ha creado la Palabra de Dios».

      Ahora bien, no recuerdo exactamente cómo fue el resto de la conversación, pero recuerdo esa parte muy claramente porque ayudó a cristalizar en mi mente la absoluta centralidad de la Palabra.

      Sigamos este camino a través de las Escrituras y veamos lo que nos dice acerca de la centralidad de la Palabra de Dios en nuestras vidas, y luego consideremos cómo eso nos muestra la naturaleza e importancia de la predicación en nuestras iglesias. Quiero enfocarme en cuatro puntos: el papel de la Palabra al darnos vida, el papel de la Palabra de Dios en la predicación, el papel de la Palabra en nuestra santificación y, como consecuencia, el papel que un predicador de la Palabra de Dios debería tener en la iglesia.

      EL PAPEL DE LA PALABRA DE DIOS AL PRODUCIR VIDA

      Comencemos por el principio, donde la Biblia comienza. En Génesis 1, vemos que Dios creó el mundo y toda la vida por Su Palabra. Él habló y fue así. En Génesis 3, vemos la historia nefasta de lo que sucedió después: la caída. Ahí vemos que nuestros primeros padres pecaron, y que cuando pecaron fueron echados de la presencia de Dios. Ellos literalmente perdieron de vista a Dios. Pero por la maravillosa gracia de Dios ellos no perdieron toda la esperanza. Aunque Dios había desaparecido de su vista, Él les envió de forma misericordiosa Su voz para que escucharan la palabra de promesa. En Génesis 3:14–15, Dios maldijo a la serpiente. Le advirtió que la simiente de la mujer la destruiría. Esa es la primera palabra de esperanza que Adán y Eva recibieron después de su propio pecado.

      En Génesis 12, vemos que fue por la Palabra de Dios que Abraham fue llamado a salir de Ur de los caldeos. La palabra de la promesa de Dios, registrada en los primeros versículos de Génesis 12, fue la fuerza de atracción, la promesa que sacó a Abraham, literalmente llamándolo fuera de Ur para seguir a Dios. El pueblo de Dios fue creado —adquirió visibilidad como grupo— al escuchar esa palabra de promesa y al responder a ella, al salir tras ella. El pueblo de Dios fue creado por la Palabra de Dios.

      Abraham nunca organizó un comité para elaborar la Palabra de Dios. No, él fue hecho padre del pueblo de Dios porque la Palabra de Dios vino especialmente a él y él la creyó. Él confió en lo que Dios decía. Luego leemos acerca de cómo los hijos de Abraham aumentaron en la Tierra Prometida, y después fueron a Egipto, donde eventualmente cayeron en esclavitud y sufrieron durante siglos. Y cuando parecía que ese yugo era permanente, ¿qué hizo Dios? Él envió Su Palabra. En Éxodo 3:4, Dios comenzó con Moisés, hablándole a él. Ver una zarza ardiendo era algo extraordinario, pero solo una zarza en llamas no le comunicaba nada a Moisés. Aun los más estudiados eruditos no se ponen de acuerdo acerca del simbolismo de la zarza ardiendo. La clave es que Dios habló desde la zarza. Él dio Sus palabras a Moisés. Él lo llamó por medio de Su Palabra. La Palabra de Dios no solamente vino a Moisés y a sus descendientes, sino que también vino a toda la nación de Israel, llamándolos a ser Su pueblo.

      En Éxodo 20, vemos que Dios dio Su ley a Su pueblo, y que al aceptar la ley de Dios ellos llegaron a ser Su pueblo. Fue por la Palabra de Dios que el pueblo de Israel fue constituido como el pueblo especial de Dios.

      Continuando a través del Antiguo Testamento, vemos que la Palabra de Dios juega un papel tanto formativo como discriminatorio, pues