frasco y vasija de esas mezclas”, causando enfermedades graves, parálisis repentina y aun la muerte. La descripción sugiere que se trataba de un cosmético basado en plomo y los síntomas descritos son los del envenenamiento agudo con plomo.701 El médico continúa: “Algunos que los usan tendrán una grave enfermedad repentina; y al recibir una advertencia en privado del médico de familia, dejarán de usar la causa de su trastorno y, al recuperarse, irán por la vida con una tez en extremo mala” (ibíd.). “Otros caerán repentinamente, con sus rasgos torcidos hacia un lado y quizá privados del uso de sus extremidades. Otros morirán directamente, sin que alguien sepa por qué” (ibíd.).702
El plomo, un elemento altamente tóxico, se usaba a menudo como ingrediente en los cosméticos.703 El envenenamiento con plomo causa neuropatía periférica (como pie caído y muñeca caída) y trastornos del sueño.704 Según Julian Chisholm, experto en envenenamiento con plomo, los síntomas iniciales son irritabilidad, dolor de cabeza y náusea.705 Se ve, entonces, los síntomas citados por Elena de White eran completamente típicos del envenenamiento con plomo.
En la década de 1870, no había ninguna agencia gubernamental para controlar la industria de los cosméticos. Elena de White misma fue envenenada al aplicar un revitalizador capilar a la cabeza calva de su esposo (ibíd.). Mayor evidencia de que su consejo era práctico es el hecho de que, aun con supervisión gubernamental, los cosméticos todavía contenían venenos peligrosos a finales del siglo XX. En 1988, una investigación del congreso estadounidense dirigida por el congresista Ron Wyden descubrió que “de los 3.000 químicos más comúnmente usados” en la industria de los cosméticos, “más de un tercio son tóxicos”. De estos, “de 314 se informa que causan mutación biológica, de 218 se informa que causan complicaciones reproductivas, 778 pueden causar toxicidad aguda, de 146 se informa que causan tumores, y de 376 se informa que causan irritación de la piel y de los ojos”.706 Actualmente, la industria de los cosméticos está cambiando, pero todavía se usan ingredientes dañinos.707
Declaración 3. Corsés “cintura de avispa”: “Algunas mujeres tienen cintura pequeña natural. Pero, en vez de considerar tal forma como hermosa, se debe ver como defectuosa. Esta cintura de avispa puede haber sido transmitida por su madre como resultado de su indulgencia en el hábito pecaminoso de usar corsé ajustado y como consecuencia de respiración imperfecta” (HR, 11/1871; la cursiva fue añadida). Unas pocas líneas después, ella cita un periódico contemporáneo, The Household: “Una mujer dice: ‘Pero mi cintura es delgada por naturaleza’. Ella quiere decir que heredó pulmones pequeños. Sus ancestros, algunos más o menos, comprimieron sus pulmones de la misma manera que nosotros y esto se convirtió en ella en un caso de deformidad congénita” (ibíd.).
La denuncia implacable de Elena de White de la moda del siglo XIX de “ajustar bien” el abdomen femenino para producir una “cintura de avispa” tiene todo el apoyo de la evidencia actual, pero la idea de que esas deformidades adquiridas se puedan transmitir genéticamente es completamente incongruente con el conocimiento científico de la mayor parte del siglo XX. Sin embargo, la segunda declaración sobre la posibilidad de que los “pulmones pequeños” los “heredó” como “deformidad congénita” no es de su pluma, sino que es una cita de un periódico contemporáneo. La expresión propia de Elena de White no llega a una afirmación plena. Ella comenta: “Esta cintura de avispa puede haber sido transmitida por su madre”. La palabra “puede” indica su incertidumbre sobre la confiabilidad de la fuente contemporánea que citó.
Como otra ilustración de los males causados al abdomen femenino por el uso corsé ajustado, Elena de White citó el informe de otra publicación contemporánea, Home and Health. En un hospital destacado de París, Francia, un médico conocido internacionalmente, el Dr. Gilbert Breschet, examinó a una paciente de 18 años. La niña tenía, en el lado derecho de la garganta, algo que Breschet llamó un “tumor de tamaño variable” que llegaba “desde la clavícula hasta la altura del cartílago tiroideo. Cuando se lo presionaba hacia abajo, desaparecía por completo; pero, apenas se quitaba la presión, era indoloro, blando y elástico. Se observó que era más grande cuando el pecho estaba muy ajustado por corsés. [...] A la pobre niña le habían ajustado el corsé tan fuerte”, decía Home and Health, que sus pulmones estaban aplastados fuera de su posición natural y estaban “forzando su camino al costado del cuello” (HR, 12/1871). Por la descripción parece obvio que su estado no era lo que hoy se llamaría un “tumor”, sino un saco lleno de aire producido por la restricción extrema de los pulmones. Elena de White no hace ninguna clase de comentario de este informe. Simplemente lo cita como un ejemplo de los males de usar corsés ajustados.
El propósito de Elena de White para escribir sobre este tema era advertir a sus lectores que usar corsé ajustado constreñía los pulmones y desfiguraba el cuerpo humano. En esto tenía razón. En apoyo de su mensaje, cita autoridades contemporáneas, pero permanece tentativa sobre ciertas afirmaciones, como la posibilidad de heredar una “cintura de avispa”.
Durante el siglo XX, la ciencia rechazó la posibilidad de que las características adquiridas pudieran ser transmitidas a la descendencia; sin embargo, ahora esta posibilidad está recibiendo interés renovado porque “estudios en el campo de la epigenética resaltaron la posible herencia de rasgos conductuales adquiridos por la generación previa”.708
Declaración 4. Peligros de comer queso (ver también *queso): “Jamás se debiera comer queso” escribió Elena de White en 1868, en su primera mención del tema (TI 2:62). Su última mención del queso (en 1905) decía: “El queso merece aún más objeciones [que la mantequilla]; es absolutamente impropio como alimento” (MC 232). Para entender por qué ella escribiría una declaración así, es necesario considerar distintos factores históricos.
Quizás el aspecto más relevante de la tecnología estadounidense del queso, para el comentario de Elena de White, era la dificultad de detener el proceso de envejecimiento a fin de evitar que el queso se echara a perder una vez que estuviera “maduro”. Curt Wohleber informó que, en el siglo XIX, las ventas y el consumo de queso en los Estados Unidos estaban muy por detrás que los de Europa, por una sencilla razón: el queso de Estados Unidos se echaba a perder tan rápido en el estante de la tienda de comestibles que los consumidores, a menudo, se enfermaban por comerlo. “Incluso un maestro quesero no podía producir de manera consistente lote tras lote de alta calidad”, y la producción casera de queso era aun más errática. No fue hasta 1916 –el año después de la muerte de Elena de White– que James L. Kraft recibió la primera patente estadounidense de un proceso que daba al queso, virtualmente, vida útil indefinida. “Los primeros avisos exageraban el valor nutritivo de los quesos Kraft, una forma sutil de decir que no darían intoxicación alimentaria”.709 Esta historia explica bien el consejo de Elena de White de que la sustancia comúnmente conocida como queso en los Estados Unidos del siglo XIX era realmente “impropia como alimento”.
Otro factor que condicionaba el consejo de Elena de White sobre el queso era el estado insalubre de la producción de leche de su época. Las centrales de leche tenían fama de ser antihigiénicas; la enfermedad desenfrenada de las vacas se transmitía a la leche y al queso, y todos estos problemas eran empeorados por la falta de refrigeración.710 La pasteurización (calentar la leche a cierta temperatura para reducir la contaminación microbiana) no estuvo disponible a nivel comercial hasta 1882 y pasaron algunos años antes de que los queseros descubrieran cómo integrar la pasteurización en la fabricación del queso sin interferir con la fermentación que es integral para el proceso de producción.711
En ese contexto, la palabra “queso” sin adjetivos calificativos se refería al queso amarillo común que, sin el proceso de pasteurización, progresaba rápidamente de maduro a rancio. Elena de White mencionó que aceptó, en raras ocasiones, un poco de queso maduro cuando se lo servían, pero aseguró: no “pienso hacer del queso [maduro] un elemento de la dieta, mucho menos comprarlo” (MR 15:246 [1873]; cf. MS 3:338 [1881]; MI 5:409 [1901]; CRA 546 [1903]). En contraste, ella consideraba los quesos sin madurar –el queso fresco y el queso untable–