Al igual que cuando la llamaron a Europa seis años antes, ella se preguntó otra vez si era realmente necesario que ella, a los 64 años, hiciera obra pionera en un país extranjero. Aunque oró al respecto, no recibió luz sobre la voluntad de Dios. Sin embargo, finalmente, viajó. “Obedecí las indicaciones de la Asociación [General], como siempre he procurado hacer cuando no tenía yo misma una comprensión clara” (Ms 19, 1892, en MS 2:294).204 Ella acababa de cumplir 64 años, y su hijo William tenía 37.
Los adventistas habían comenzado la obra formal en Australia en la década de 1880. Para 1891, había solo unas pocas iglesias y 729 miembros en Australia y en Nueva Zelanda. La única institución denominacional era una pequeña casa editora en Melbourne (NB 323; BE, 1/1/1892).205 Además, Australia estaba sufriendo una grave depresión económica que se convirtió en pánico en 1893. Muchos miembros de iglesia estaban desempleados y en la pobreza.206 Con el paso de la década, la situación económica en los Estados Unidos empeoró, lo que les provocó a los adventistas estadounidenses sus propios problemas financieros. Para 1895, el presidente de la Asociación General, O. A. Olsen, lamentaba que los diezmos y las ofrendas decrecientes habían dejado la tesorería de la Asociación General “virtualmente vacía”, por lo que la iglesia contaba con muy poco dinero para enviar al extranjero.207
Elena de White y su hijo Willie desembarcaron en Sydney, Australia, el 8 de diciembre de 1891.208 Su primera reunión importante fue la cuarta junta anual de la Asociación Australiana, que se reunió en Melbourne del 27 de diciembre de 1891 al 1º de enero de 1892. Las resoluciones más significativas incluyeron la elección de Arthur G. Daniells como presidente de la Asociación y la decisión de establecer un colegio adventista en Australasia. Mientras maduraban los planes para un colegio “permanente”, de inmediato se comenzó a trabajar en un colegio temporario. Así, el 24 de agosto de 1892, se abrió la Escuela Bíblica de Australasia en Melbourne, en un inmueble alquilado. W. C. White fue elegido como miembro de la junta directiva de la Asociación, y como presidente de una comisión de siete miembros para la organización de la Escuela Bíblica de Australasia y el desarrollo de planes para la institución.209 William y Elena vivieron en Melbourne desde diciembre de 1891 hasta agosto de 1894. Durante su estadía en Melbourne, ella pasó once meses gravemente enferma con fiebre palúdica y reumatismo inflamatorio (Ms 75, 1893).210 En ese tiempo, ella vivió “el sufrimiento más terrible” de “toda la vida”, pero dijo que le había encontrado “un costado alegre” a todo el sufrimiento.
“Mi Salvador parecía estar a mi lado. Sentía su presencia en mi corazón y estaba agradecida. Estos meses de sufrimiento fueron los meses más felices de mi vida, por la compañía de mi Salvador. [...] Estoy tan agradecida de haber tenido esta experiencia, porque conozco mejor a mi precioso Señor y Salvador. Su amor llenó mi corazón. A través de mi enfermedad, su amor, su compasión tierna, fue mi consuelo, mi alivio continuo” (ibíd.).211
Durante esos meses de grave sufrimiento, su libro El camino a Cristo fue publicado por Fleming H. Revell, en Chicago, Illinois.212 La primera edición del libro comenzaba con el capítulo “La más urgente necesidad del ser humano”. En una edición posterior, ella agregó el capítulo “El amor de Dios por el hombre”.213 El camino a Cristo, sobre la vida cristiana práctica, llegó a ser su libro más traducido y el más ampliamente publicado. Respecto de esta obra, un crítico contemporáneo no adventista comentó lo siguiente: “El tratamiento en cada caso tiene una frescura, el color vivo de la experiencia y un propósito santificado, que son sugestivos. Sus palabras y construcciones son sencillas, francas, fluidas. El tono es el de una mujer cristiana brillante, dulce, madura. En general, su teología parece correcta. Está saturada con la Biblia, y usa su conocimiento con tacto. Un buen libro para el investigador y para el hijo de Dios en cualquier parte del curso de sus altibajos”.214
La conversión de James Edson White
A pesar del impacto espiritual que Elena de White tenía en otras personas, aparentemente tenía poca influencia sobre su hijo Edson. En todos sus 44 años, él no había mostrado señales de una conversión completa en su vida y en sus negocios, pero su madre no había perdido la esperanza en él. En mayo de 1893, Edson le escribió a su madre que “ahora no tenía ninguna inclinación religiosa” y que estaba considerando dejar la iglesia por completo. Elena quedó conmocionada al leer que su hijo le daba la espalda a todo lo que ella había tratado de enseñarle durante años.215 En respuesta, ella le escribió que “una escena [se] presentó ante mí. Tú y otros cuatro jóvenes estaban en la playa. Todos ustedes parecían muy despreocupados, indiferentes, pero en gran peligro. [...] Las olas rompían cada vez más cerca y, después, volvían con un rugido amenazador. Algunas personas ansiosas que miraban hicieron gestos y daban advertencias pero, en respuesta a todas sus advertencias, ustedes fueron presuntuosos. Alguien me puso la mano en el hombro. ‘¿Sabías que es tu hijo Edson? No puede oír tu voz, pero puede ver tus movimientos. Dile que venga enseguida. No desobedecerá a su madre’. Extendí las manos. Hice todo lo que pude para advertirte. Grité con toda la fuerza de mi voz: ‘¡No tienes un momento que perder! ¡Las olas! ¡Las olas!’ Sabía que, una vez que estuvieras en poder de la rompiente traicionera, ningún poder humano podría ayudarte. Trajeron una soga fuerte y la aseguraron alrededor del cuerpo de un joven fuerte que arriesgó la vida para salvar la tuya. Parecía que te burlabas de toda la situación. Vi que la ola despiadada te abrazaba y tú luchabas con la corriente. Desperté justo cuando oía un alarido de temor de tu parte. Oré muy fervorosamente por ti, y me levanté y estoy escribiendo estas líneas”.
Ella le dijo que, a veces, pasaba despierta noches enteras pensando en los errores que podría haber cometido al educarlo. Estaba preocupada de que “había traído al mundo a un hijo” que ayudaría “a engrosar las filas de los rebeldes, a desafiar a Dios” (Ct 123, 1893).216 Cuando esta carta, que Elena envió desde Australia, le llegó a Edson un mes después, la actitud de él comenzó a cambiar. El 10 de agosto, le contó a su madre que había empezado a dejar las “diversiones y los placeres” que previamente habían constituido la suma de sus “disfrutes”.217 Pocas semanas, después Edson descubrió en Battle Creek una copia del llamado de Elena a la iglesia para dedicarse a la evangelización y la educación de los negros del sur.218 Ahora, él estaba pensando en ir al sur a trabajar entre los exesclavos.219 El 11 de agosto le escribió a su hermano Willie, diciendo: “Comencé el camino de la vida eterna y encontré a mi Salvador”.220 ¿Qué había sucedido? ¿Qué provocó el cambio en su actitud? Pocas semanas después, Edson describió su experiencia: “Un sábado, mientras escuchaba un sermón muy aburrido, decidí que bien podría disfrutar [la] bendición de mi Salvador JUSTO EN ESE MOMENTO, en lugar de esperar una oportunidad más favorable. [...] Di este paso EN SEGUIDA y ‘él me tomó’. [...] Desde entonces, ÉL NUNCA ME HA DEJADO”.221 Cuando Elena leyó su carta, quedó contentísima y escribió: “Hoy recibimos tu carta y nos alegramos mucho de que te hayas entregado a Dios. Estoy más contenta de lo que puedo expresar de que, en la sencillez de la fe, aceptaste a Jesús; y no me sorprende que, inmediatamente, encontraras algo para hacer” (Ct 120, 1893).222 Aunque Edson continuó teniendo sus problemas, permaneció comprometido con Dios. Su contribución más grande fue la obra evangelizadora entre los negros del sur, que resultó ser una “bendición para las personas por las que trabajaba, para la iglesia y para su madre, que estaba encantada con su misión de fe en un campo descuidado”. Por medio de su vida cambiada, Edson fue un testimonio de “la angustia, el amor y la perseverancia” de su madre.223
Las visiones de Anna C. Phillips
En 1892, una joven llamada Anna Phillips, que vivía en Battle Creek, llegó a creer que sus impresiones y sueños eran revelaciones proféticas del Espíritu Santo.224 Cuando A. T. Jones leyó un testimonio inédito el último sábado de 1893, que marcaba el fin de una semana de oración, la congregación respondió de manera notable donando relojes, cadenas, anillos, pulseras, horquillas, etc. de oro. Sin embargo, sin importar los resultados de la lectura de ese testimonio, este no había salido de la pluma de Elena de White, sino de la de Anna Phillips. Phillips se sintió animada por este