ese momento, él comenzó a ver el despojarse de sus responsabilidades administrativas más como un privilegio que como un sacrificio. Willie le escribió a G. A. Irwin: “Me estuve liberando de algunas responsabilidades aquí. Me siento muy bendecido por el cambio y pienso que es mejor para la obra”, porque las responsabilidades ahora serían tomadas por personas que anteriormente habían dependido de que él las llevara.249 Sin embargo, no fue hasta que partió hacia los Estados Unidos que Willie fue plenamente capaz de liberarse de sus demás responsabilidades. Nunca más se involucraría tanto en compromisos externos al punto de no estar disponible para su madre. Al llegar a los Estados Unidos, ella escribió: “Todos mis trabajadores y el propio W. C. White entienden que, al dejar Australia, W. C. W. dejó todo deber oficial para poder ayudarme en mi obra con los libros. Lo empleo como mi ayudante general en esta obra” (Ct 139, 1900, en 1888M 1.714; Ct 371, 1907, en Fl 116 10-16). Desde 1900 hasta el fallecimiento de Elena de White, en 1915, William C. White sería su vocero, su enlace y su jefe de personal. En el proceso, él se prepararía para ser el custodio primario de los escritos de Elena después de 1915.
Obrera experimentada (1900-1915)
Cuando Elena de White regresó a Norteamérica en 1900, ella tenía 72 años.250 Antes de 1891, ella había mantenido un alto perfil en su rol de liderazgo, caracterizado por largos y agotadores itinerarios de compromisos de predicación en congresos campestres y otras convocatorias. Durante los años que pasó en Australia, y continuando hasta principios de la década de 1900, ella redujo gradualmente la frecuencia de sus apariciones públicas y la cantidad de correspondencia personal. En sus últimos años, Elena escribió cada vez menos material nuevo de cualquier tipo y concentró sus fuerzas menguantes en revisar y arreglar la publicación de materiales que había escrito previamente.
Establecimiento de una residencia
Elena de White primero pensó en regresar a la casa que todavía tenía en Healdsburg, California, pero su hijo Willie se opuso a vivir “cerca de cualquier colegio”. Pensaron en ubicarse cerca de la Pacific Press, en Oakland, pero después de pocos días concluyeron que los precios eran demasiado altos y que el clima de Oakland era “demasiado frío y neblinoso” para la salud de Elena, que ya tenía casi 73 años (Ct 121, 1900, en 1888M 1.707, 1.708; Ct 146, 1900; Ct 158, 1900). Visitaron a viejos amigos en el Sanatorio de St. Helena para tomarse un descanso en la búsqueda de casa. Cuando Elena le describió a Jenny L. Ings su desilusión con la “búsqueda de casa”, la Sra. Ings respondió: “Bueno, hay un lugar bajo la colina que le vendría bien”. Al investigar, Elena descubrió una granja con huertos, viñedos, granero, establo y, lo mejor de todo, “una casa completamente amueblada”, lista para ocupar. Ella había obtenido suficiente por la venta de su casa en Australia como para comprar el lugar en St. Helena. Así, a la semana de llegar a los Estados Unidos, Elena encontró una casa lista para mudarse. En una carta a Stephen y Hetty Haskell, se la notaba exultante: “Este lugar no lo estaba buscando. Vino a mí sin una intención o pensamiento propios. El Señor es tan bondadoso y misericordioso conmigo. Puedo confiarle mis intereses a él, que es demasiado sabio para errar y es demasiado bueno para hacerme daño” (Ct 132, 1900, en MR 21:126, 127; Bio 5:30-34). Ella entro en posesión de la casa el 16 de octubre de 1900. Unos tres meses después, la llamó Elmshaven, por los grandes olmos que entonces se erguían frente a la casa (Ct 127, 1900; Bio 5:34-36, 46).251 Al poco tiempo de establecerse ahí, Elena publicó el sexto tomo de Testimonios para la iglesia, así como también el libro Testimonies on Sabbath School Work. Al final, la serie de los Testimonios se completaría en 1909, con el lanzamiento del noveno tomo. Los tomos 7 y 8 se publicaron en 1902 y en 1904, respectivamente.
Congreso de la Asociación General de 1901
Para varios delegados destacados, la apertura efectiva del congreso de la Asociación General de 1901 sucedió el día previo a la apertura oficial. El 1º de abril, Elena de White se dirigió a un gran grupo de líderes eclesiásticos en la biblioteca del Colegio de Battle Creek, y expuso frente a ellos los desafíos que enfrentaba la iglesia. Sin especificar exactamente cómo se debía hacer la obra, ella llamó a una profunda reorganización de la estructura de la iglesia (Ms 43, 1901).252
El presidente en ejercicio, G. A. Irwin, dio comienzo al congreso de manera oficial el 2 de abril. Después del breve discurso de Irwin, Elena subió al púlpito y desafió a los delegados a hacer una obra que “debería haber sido hecha [...] diez años atrás”. Ella dijo que, en el congreso de 1891, “los hermanos habían estado de acuerdo con la luz que Dios había dado, pero que no se hizo ningún cambio especial a fin de generar las condiciones necesarias para que el poder de Dios se pudiera revelar entre su pueblo”. Ahora, ella renovaba el llamado a la reconversión personal y a la reestructuración denominacional. Elena declaró: “Lo que queremos es una reorganización. Queremos comenzar por los cimientos y construir sobre un principio distinto” (GCB, 3/4/1901).253
Aunque no especificó “de qué modo” se “debía lograr” esta reorganización, ella insistió en que las pesadas responsabilidades del liderazgo debían descansar sobre un grupo más grande de hombres. “Debe haber más de uno o dos o tres hombres para abarcar el vasto campo completo. La obra es grande y no hay ni una mente humana que pueda planificar la obra que se debe hacer”. Ella instó a los delegados a tomar en serio la obra que se debía hacer en el congreso. “Que cada uno de ustedes vaya a casa, no a charlar y charlar, sino a orar. [...] Vayan a casa y rueguen a Dios que los moldee según su semejanza divina” (ibíd.). En esta línea, enfatizó la seguridad personal de la salvación de cada uno. “Cada uno de ustedes puede saber por sí mismo que tiene un Salvador vivo, que es su ayudador y su Dios. No necesitan decir: ‘No sé si soy salvo’. ¿Creen en Cristo como su Salvador personal? Si es así, alégrense. No nos alegramos ni la mitad de lo que deberíamos” (GCB, 10/4/1901).
La primera moción que se presentó en la asamblea fue de A. G. Daniells que, el día anterior, había presidido la reunión en la biblioteca del colegio. Hablando por “muchos” que habían estado presentes en esa reunión, propuso suspender “las reglas usuales y los precedentes para la organización y transacción de negocios de la asociación”, y que se designara “una comisión general o central” ampliamente representativa para batallar con los desafíos de la reorganización y preparar propuestas para presentar a los delegados. Después de cierto debate en el que Elena y W. C. White participaron, se aprobó la moción por unanimidad. La comisión central se llamaría “Comisión de consejo” y Daniells fue elegido como presidente (GCB, 3/4/1901).254 El 12 de abril, se votó trasladar el Colegio de Battle Creek a un lugar rural cerca de Berrien Springs, Michigan.255 Elena le dijo a Percy T. Magan: “Es hora de salir, porque pronto ocurrirán cosas grandes en Battle Creek” (Bio 5:92). Durante la última semana del congreso, Elena confrontó al movimiento de la “carne santa”, que había echado raíces en la Asociación de Indiana a lo largo de los tres años previos. El miércoles 17 de abril, en la reunión de las 5:30, ella repudió la enseñanza de que los seres humanos pudieran alcanzar “carne santa” en la vida presente. Ella advirtió: “Si se deja que esta semilla de doctrina llegue un poco más lejos, conducirá a la pretensión de que sus defensores no pueden pecar; porque tienen carne santa, sus acciones son totalmente santas. ¡Qué puerta a la tentación se abriría así!” Ella expresó que esta enseñanza era un “engaño peligroso” y dijo que los que habían “sostenido este fanatismo sería mejor que estuvieran involucrados en un trabajo secular”, donde no “deshonrarían al Señor ni pondrían en peligro a su pueblo” (GCB, 23/4/1901).
Relación con Arthur G. Daniells
Los años de trabajo juntos en Australia habían cimentado la relación triple entre Elena, su hijo Willie y Arthur G. Daniells. Cuando este último llegó a ser el presidente de la asociación local, “comenzó a comunicarse regularmente” con Elena, no para recibir consejo de ella, sino “simplemente para mantenerla informada de las decisiones de la junta y diversos informes