de los congresos campestres del verano de 1877 se destaca por varias razones. La administración logística del congreso en Groveland, Massachusetts, indudablemente tuvo una actuación magistral. El lugar del campamento era una arboleda de pinos y robles, con las vías del Ferrocarril Boston y Maine al lado de la arboleda. Como el lugar también estaba cerca de un río, durante el día era posible para la gente trasladarse hacia las reuniones en ferris.158 En la mañana del domingo 26 de agosto, Elena habló sobre el tema de la temperancia cristiana al grupo más grande frente al que hubiera hablado alguna vez: 20.000 personas. Cada día pasaban 18 trenes, y paraban en el campamento para traer y llevar gente. El tren de las 14:30 del domingo tenía quince vagones llenos de gente. Un periódico informó que “esta dama [Elena de White] es una oradora contundente e impresionante, y controla al público con su enunciación clara y con su lógica convincente”.159
Salvación por medio de Jesucristo
En junio de 1878, Elena viajó en un barco de vapor desde San Francisco hacia Portland, Oregon. Después de distribuir algunas publicaciones adventistas, ella oyó a un pastor que le hablaba a un grupo de personas en relación con los folletos escritos por ella. Él insistía en que era imposible guardar la Ley, y dijo: “La Sra. White es pura ley, ley; ella cree que debemos ser salvos por la ley y que nadie puede ser salvo a menos que guarde la ley. Pero yo creo en Cristo. Él es mi Salvador, solo Cristo puede salvarnos y, sin él, no podemos ser salvos”. Elena no podía ignorar la acusación de que ella dependía de la Ley para ser salva. Ella declaró: “Eso es falso. La Sra. White nunca asumió esa postura. Hablaré por mí y por mi pueblo. Siempre tomamos la posición de que, en la Ley, no había poder para salvar a un solo trasgresor de la Ley. La Ley declara al pecador culpable y lo condena, pero no está en su terreno perdonar ni el menor ni el mayor de los pecados. Si pecamos, tenemos un abogado con el Padre, Jesucristo el justo” (ST, 18/7/1878).160 Después de una explicación minuciosa de la relación entre la Ley y el Evangelio, ella concluyó con el pedido de que su crítico “nunca vuelva a expresar la tergiversación de que nosotros [los adventistas] no dependemos de Jesucristo para la salvación, sino que confiamos en la Ley para ser salvos” (ibíd.).
Esta era una batalla que ella libró una y otra vez en su vida, tanto fuera como dentro de su iglesia. Su interpretación de la salvación era completamente wesleyana, enfatizando las “grandes verdades” de la “justificación por medio de la fe en la sangre expiatoria de Cristo, y el poder regenerador del Espíritu Santo en el corazón, que lleva fruto en una vida conforme al ejemplo de Cristo” (CS 299). Debido a su insistencia en que la fe viva y la conversión real siempre darían el fruto de una vida como la de Cristo, la acusaban de legalismo. Pero Elena seguía sosteniendo que el único camino a la salvación es “depender de los méritos de la sangre de Cristo y reclamar su fuerza salvadora”. Cuando surgían momentos de duda y desesperanza, ella les aconsejaba a los creyentes “confiar, depender en los méritos exclusivos de la expiación y, en toda nuestra irremediable falta de méritos, arrojarnos sobre los méritos del Salvador crucificado y resucitado. Nunca pereceremos mientras hagamos esto, ¡nunca!” (RH, 22/4/1862). James compartía esa convicción.161 Ambos argumentaban vigorosamente que la justificación únicamente se alcanza, por fe, a través de la gracia y que la santificación es el fruto de esa fe.162
Vacaciones en Colorado e invierno en Texas
En agosto de 1878, James estaba de vacaciones con Willie, en Colorado. Elena le escribió y expresó su esperanza de que ambos estuvieran “alegres y contentos” en las montañas. Ella le sugirió a James: “Deja a un lado el trabajo [...]. Saca todo el placer que puedas de este momento”. Después, agregó que él y Willie debían tratar de “ser tan libres como las aves del cielo. [...] Mejórate en los pocos días que tienen juntos ahora. Pasea, acampa, pesca, caza, ve a lugares que no has visto, y a la vez descansa y disfruta de todo. Después, vuelve a tu trabajo fresco y vigoroso” (Ct 1, 1878, en MR 9:317).163
Durante el otoño y el invierno de fines de 1878 y principios de 1879, los White pasaron varios meses en Texas organizando reuniones y evangelizando. Arthur G. Daniells, de 21 años, había ido a Texas a colaborar con la evangelización en carpas. Pronto, estaba ayudando a James White como secretario; y su esposa, Mary Daniells, estaba trabajando como cocinera en la casa de los White.
James era entonces presidente de la Asociación General, y de varias organizaciones publicadoras, médicas y educativas; también era jefe de redacción de la Review and Herald y la Signs of the Times. Para James, era difícil dejar algunas responsabilidades y darles lugar a otros en el liderazgo. No era consciente de que él y Elena estaban para ese entonces instruyendo a un pastor joven, Arthur G. Daniells, quien dirigiría la iglesia por 21 años (Bio 3:98-108).164 (Ver *Texas y *Caravana de carretas.)
El Tabernáculo de “las monedas de diez centavos”: el último gran proyecto de James White
En la tarde del domingo 20 de abril de 1879, la iglesia de Battle Creek dedicó su cuarto templo. El “tabernáculo de las monedas de diez centavos” era el templo adventista más grande que se hubiera construido hasta esa fecha. Tenía asientos para 3.200 personas, y “medía 32 x 39,62 metros [105 x 130 pies] con reloj y campanario de 32 metros [108 pies] de altura sobre la entrada principal”. El nombre de la iglesia se debía al método de financiar su construcción. Se le pidió a cada miembro que, “para construirlo, contribuyera con una moneda de diez centavos por mes durante un año”. Esta novedosa forma de recaudar fondos fue lo que le dio nombre a la iglesia: “tabernáculo de las monedas de diez centavos”.165 Como en ese entonces la membresía de la iglesia en todo el mundo era de menos de 15.000, es de esperar que no pocas personas criticaran el ambicioso proyecto. Cuando la crítica se volvió muy fuerte, Uriah Smith, editor de Review and Herald, escribió un editorial como respuesta:
“El tema de su discurso ahora es el nuevo tabernáculo: ‘¡No creemos en la construcción de grandes casas de reunión!’ ¿Cuáles fueron sus textos en el pasado? Fueron estos: ‘No creemos en la organización’, ‘No creemos en la dadivosidad sistemática’, ‘No creemos en grandes casas editoras con prensas de vapor’, ‘No creemos en congresos campestres’, ‘No creemos en establecer un instituto de salud’, ‘No creemos en fundar un colegio’, ‘No creemos en actividades misioneras con folletos’; y ahora: ‘No creemos en la construcción de tabernáculos’ y, si es que lo hacemos, ‘No creemos en los arbolitos de Navidad para recaudar fondos para pagarlos’; y si alguna vez estos queridos que ‘no creen’ llegan al cielo, es de esperar que los oigamos decir, mientras las grandes multitudes salen de la tierra y del mar: ‘No creemos en una multitud tan grande’, ‘No creemos en hacer tanto revuelo para establecer el Reino de Dios’ ”.166
Como consecuencia, Smith finalmente preguntó: “¿Dónde estaría la causa ahora si las opiniones y los sentimientos de estas personas hubieran prevalecido?” Sin embargo, James White no sabía que el edificio del “tabernáculo de las monedas de diez centavos” sería el último gran proyecto de su vida.
El último año de James White
Mientras la salud de James White seguía deteriorándose, a sus intervalos de descanso, le seguían reiterados períodos de exceso de trabajo, y mayor deterioro de su salud física y mental. En los primeros meses de 1881, Elena compartió con Willie sus perplejidades sobre James: “Papá estuvo en un estado anímico tal que temí que perdiera la razón. Pero está terminando de dejar las responsabilidades de los asuntos de oficina y se dedicará a escribir. Espero que lo haga [...]. A veces, estoy tan perpleja y afligida, que deseo la jubilación o la muerte, pero después recupero el valor otra vez” (Ct 1a, 1881). Hacia mediados de mayo de 1881, estaban criticando tan fuertemente a Elena en Battle Creek, que hasta sus amigos más cercanos quedaron afectados. Ella lamentaba que hasta Lucinda Hall “se distancie de mí como si fuéramos apenas conocidas. [...] Hay una gran distancia entre nosotras” (Ct 4a, 1881). W. C. White admitió después que hubo veces en que él ni siquiera quería estar muy relacionado con su madre por la forma en