Denis Fortin

Enciclopedia de Elena G. de White


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me ayudó y ahora lo llevamos a la oficina para que Uriah [Smith] haga la reseña. Creo que saldrá un folleto de 32 páginas” (Cts 41, 44, 1874). En agosto, James se reencontró con ella para asistir juntos en el congreso campestre de Michigan y para la inauguración del colegio.

       El primer colegio adventista

       Dificultades con su esposo

      Un período de tensión grave en el matrimonio White empezó en la primavera de 1874, cuando ellos estaban en Oakland, California. Elena sintió un fuerte llamado a viajar al este y dirigir congresos campestres, pero era reacia a hacerlo sin James. Sin embargo, él tenía la intención de lanzar el nuevo periódico Signs of the Times. Además, su estado de ánimo era tan impredecible, que Elena creía que él no estaba en condiciones de enfrentar la tensión pública del circuito de congresos campestres.

      Cuando James se dio cuenta de la grave falta de fondos de la Pacific Press, Elena propuso asistir a los congresos campestres y usar la oportunidad para recaudar fondos para la Pacific Press. James no quería verla partir pero, cuando el impasse fue planteado de esta manera, accedió y ella partió ese mismo día (4 de junio), antes de que él pudiera cambiar de idea. (Ver sección anterior, “Fundación de la Pacific Press”.) Durante siguiente mes, Elena le escribió una carta o una postal por día. Para el 7 de julio, James se sentía mucho mejor y, el 4 de agosto, se reunió con ella en Battle Creek, donde reanudaron su equipo ministerial. Habían trabajado por separado por solo dos meses.

      Por su parte, James partió el 22 de marzo de 1876 para cumplir con responsabilidades administrativas en Battle Creek, seguidas de congresos campestres. Instó repetidas veces a Elena para que lo acompañara, pero ella quería continuar escribiendo sobre la vida de Cristo. Elena sentía que, bajo sus actuales circunstancias, era mejor que estuvieran separados, pues ella no podía explicar los cambios repentinos de humor y de sentimientos de su esposo. Elena le confió a su amiga cercana, Lucinda Hall que, frecuentemente, James se enojaba y se quejaba, se ponía nervioso, censuraba y criticaba. Ella tenía la impresión de que él quería darle órdenes como si fuera una “niña”. Cuando estaba de ese humor, él hablaba con tanta aspereza, que ella no se sentía “feliz en su presencia” y dudaba realmente de que su esposo deseara la suya. Elena ya no sentía “la libertad de orar con él” como habían disfrutado antes. Es obvio que ella estaba exhausta cuando le escribió a Lucinda Hall, diciendo: “No he perdido el amor por mi esposo, pero hay cosas que no puedo explicar” (Cts 64, 65, 67, 1876, en HD 324-330, 333; Bio 3:22).