de Elena de White. En su descripción de ella, Canright la presenta intencionalmente con un sesgo peyorativo. Al hablar de su niñez, utiliza adjetivos como “débil, enfermiza, sin estudios, influenciable, y anormalmente religiosa y excitable”. Su conclusión es que las visiones de Elena de White eran meras influencias religiosas y que, si no hubiera sido por el ánimo y el apoyo de su esposo, James White, y de otros líderes, probablemente ella habría renunciado a sus visiones considerándolas un error.401 Esto llevó a Canright a afirmar que otros influían en sus escritos.402 Él sugiere que Elena de White tuvo una mayor influencia después de la muerte de su esposo, pero que todavía dependía de otros para preparar sus mensajes. Asevera que ella, durante los últimos años de su vida, “a menudo no conocía a sus amigos más cercanos, ni siquiera a sus ayudantes a quienes veía casi diariamente”. Cuestiona la “supervisión” de sus libros y argumenta que, en realidad, eran sus ayudantes quienes escribían.403 El capítulo termina declarando que Elena de White era “egoísta, y en ocasiones jactanciosa”, “fanática por naturaleza” e “inclinada a tener puntos de vista extremos”; que “nunca toleraba ningún cuestionamiento a su autoridad” (lo cual causaba en ella “la mayor ira”), y que “[manipulaba] los mensajes que dice que Dios le dio” y que nunca los “[escribió] bien”; y por último, afirma que ella tenía la “tendencia a ser hiriente y severa”. Para Canright, el “efecto general de los ‘testimonios’ ” era crear, entre sus “seguidores, un espíritu de espionaje, de buscar faltas, de crítica y de juzgar a los demás”, lo que conducía a una actitud “cerrada, intolerante, hostil” hacia los que no eran adventistas del séptimo día.404 Para otros que conocían bien a Elena de White y para quienes habían examinado de cerca su vida, estas descripciones eran extrañas y esas características no eran para nada típicas de su vida, su experiencia y su ministerio. En el resto del libro de Canright, hay capítulos temáticos que hablan de cuestiones como la puerta cerrada, escritos suprimidos, visiones causadas por ataques de epilepsia, plagio, enriquecimiento por medio de las visiones, inexactitudes históricas y la simpleza mental de ella. En general, el autor usa ilustraciones incompletas, insinuaciones, generalizaciones y afirmaciones, a la vez que no aborda con claridad cuestiones teológicas fundamentales como la revelación y la inspiración, la humanidad del profeta en el proceso de la inspiración, y la hermenéutica. La única cuestión teológica que sí aborda superficialmente –Elena de White y la Escritura– es representada incorrectamente. Él veía los escritos de ella como escrituras adicionales para los adventistas del séptimo día.
Publicaciones limitadas durante la década de 1890
Hubo un paréntesis en los materiales publicados sobre Elena de White durante la década de 1890. Quizás esto sea resultado de su extendido servicio misionero en el Pacífico Sur y en Australia. Ella salió de los Estados Unidos en el otoño de 1891, a los 64 años, para realizar un viaje que, finalmente, duró nueve años. Durante ese tiempo, mantuvo correspondencia activa con líderes de la Iglesia Adventista en los Estados Unidos y escribió El Deseado de todas las gentes, su bien conocido libro acerca de la vida de Cristo. En 1896, se publicó un índice de referencias de la Escritura en los escritos de Elena de White. El prefacio afirmaba claramente que los escritos de Elena de White no tenían la intención de “ocupar el lugar de la Biblia, sino de llamar la atención hacia ella y estimular un estudio cuidadoso de los principios que contiene”.405
J. H. Kellogg, Frank Belden, A. T. Jones y los hermanos Ballenger
Otro oponente prominente de Elena de White de esta época fue J. H. Kellogg y aquellos asociados con él. Los años que Elena de White estuvo en el Pacífico Sur hicieron que le fuera imposible reunirse personalmente con muchos líderes eclesiásticos y médicos. Su activa correspondencia y sus consejos escritos se desconectaron de la comunicación directa en persona. Mientras se desvanecía el siglo XIX, Kellogg llegó a creer que Elena de White estaba más influenciada por lo que le decían otras personas que por sus visiones, en particular en los testimonios que le escribía a él. Su respuesta fue muy parecida a la de Uriah Smith, durante la década de 1880, sobre la crisis del Colegio de Battle Creek y el conflicto en el Congreso de la Asociación General de 1888. Al final, los desacuerdos de Kellogg sobre la naturaleza y la personalidad de Dios, y sus intentos de controlar las instituciones médicas adventistas dieron como resultado su expulsión como miembro de la Iglesia Adventista del Séptimo Día, en 1907.
El conflicto se desarrolló alrededor del momento en que ocurrieron, en Battle Creek, los dos grandes incendios que destruyeron los edificios del Sanatorio de Battle Creek y de la Review and Herald. Los defensores de Kellogg y otros eran críticos de los líderes de la Review and Herald y de la Asociación General. Entre estos se encontraba Frank Belden, sobrino de Elena de White. Alrededor de 1903, el conflicto entre Belden y la Review and Herald aumentó a causa de varios asuntos pero, quizá, la mayor razón fue que la Review and Herald rechazó publicar el manuscrito de su libro “Conscience in Every Age” [La conciencia en cada era]. Belden había incurrido en gastos importantes al desarrollar ilustraciones y había recibido pagos a cuenta de futuras regalías del libro. Cuando la obra no se publicó, apeló a su tía Elena. Su correspondencia contiene palabras fuertes contra varios obreros de Review and Herald y el liderazgo de la Asociación General. Belden supuso que Elena de White lo apoyaría, ya que ella había escrito sobre algunos problemas en la Review and Herald y el peligro del “poder monárquico” en el liderazgo de la Iglesia Adventista.406 Él llegó a creer que Elena de White le había escrito, pero que W. C. White y otros habían retenido las cartas. Luego, cuando finalmente recibió un reproche de Elena de White, él supuso que su hijo y otros la habían influenciado.407 Esto desempeñó un papel importante en su rechazo del don profético de su tía y, hasta el fin de su vida, Belden fue un amargo antagonista de Elena y William C. White. Reeditó con comentarios algunos de los primeros periódicos de la Iglesia Adventista en un intento por demostrar la creencia de Elena de White en la puerta cerrada.408 También cooperó con otros antagonistas.
La controversia que rodeaba el conflicto con Kellogg provocó publicaciones colaterales antagónicas a Elena de White y su ministerio profético. En 1906, A. T. Jones puso en duda la representación de parte de Elena de White de los eventos que rodearon el conflicto en Battle Creek acerca de la organización eclesiástica y la obra médica.409 La comisión de la Asociación General de los Adventistas del Séptimo Día dio una respuesta unos meses más tarde.410 En medio de este conflicto, Elena de White en visión, fue motivada a responder preguntas sinceras de obreros médicos acerca de sus testimonios.411 Pronto llegaron muchas preguntas, y ella o su personal dieron respuestas. El archivo del Patrimonio White tiene más de treinta cartas, escritas por Elena de White entre abril y octubre de 1906, que tratan con estas preguntas.412 La colección más extensa de preguntas fue publicada por C. E. Stewart en un folleto de 89 páginas que llegó a ser conocido como “El Libro Azul”.413 Este libro fue visto como un ataque a Elena de White expresado en forma de preguntas y no una obra cuyo objetivo era responder a malentendidos sinceros. Elena de White trató el libro de Stewart igual que a otras publicaciones opositoras de años anteriores, a las que había rehusado responder. Stewart y otros ganaron mucho crédito cuando ella se negó a responder esa publicación. Elena de White escribió que “apenas se aclara una [pregunta de oposición], se hace otra. Se me instruyó que diga: ‘El Señor no quiere que ocupe así mi mente’ ”.414 Más adelante, E. S. Ballenger reeditó el folleto de Stewart, con un índice.415
Mientras Elena de White llegaba al fin de su vida, hubo quienes argumentaron que ella no tenía más el don profético debido a su ancianidad. Alrededor de 1910, E. T. Russell respondió en un folleto a las acusaciones de A. T. Jones de que otros habían manipulado los escritos de Elena de White o habían influido en ella, en particular a sus declaraciones respecto de si los adventistas del séptimo día debían abstenerse de trabajar en domingo para evitar un delito.416 Además de su larga respuesta a esta acusación, Russell también defendió de forma sucinta el don profético de Elena de White y dio algunos argumentos bíblicos nuevos en su defensa. Abordó específicamente tres cuestiones: (1) su ancianidad ¿la descalificaba como mensajera profética? (2) Ya que ella no había tenido visiones públicas por muchos