asintió, guardó la libreta y miró a Kylie.
–No te preocupes por mí –le dijo ella–. Puedo irme en taxi a casa.
–Yo te llevo.
Kylie no se molestó en discutir con él. Esperó a que estuvieran en su coche para decirle:
–Tu padre es genial.
Joe soltó un resoplido.
–Sí –dijo, finalmente.
Después, tomó la mano de Kylie y se la llevó a los labios para darle un beso.
–Gracias. Lo has manejado muy bien, así que gracias por eso también.
–No he tenido que manejar nada. Ha sido muy agradable conocerlo.
Él la miró de un modo que ella no supo interpretar.
–¿Qué? –le preguntó.
–Ya te dije que normalmente no habla con nadie, salvo con la gente que conoce y con la que está cómodo. Pero contigo sí ha hablado. Le has caído bien.
–Yo le caigo bien a mucha gente –dijo Kylie.
Joe se echó a reír, y ella tuvo un sentimiento de calidez, porque le parecía que él necesitaba reírse, y le gustaba haber sido la persona que le provocara aquella risa.
Al día siguiente, después del trabajo, Kylie fue al pub y encontró a parte de su pandilla al final de la barra, en su sitio acostumbrado. Pru, Elle, Willa y Molly. Ella se sentó en un taburete e hizo una pausa al ver que todas se quedaban mirándola.
–¿Qué ocurre? –preguntó, mirándose a sí misma–. ¿Voy arrastrando un trozo de papel higiénico con el zapato o algo así?
–Sí, tienes razón, Willa. Se está acostando con él –dijo Pru, y puso un billete de diez dólares en la barra–. Tiene el brillo postcoital.
Molly hizo un gesto de pesar.
–Yo no puedo hacer esa apuesta.
–Yo, sí –dijo Elle, y puso su billete de diez dólares–. Kylie sonríe enseñando demasiados dientes. Además, todas sabemos que Joe está buenísimo. Y esos abdominales…
–Eh –dijo Molly–. Te recuerdo que estás hablando de mi hermano. Y, de todas formas, lo que importa es el interior, no el aspecto físico de las personas.
–Al principio, no –dijo Elle–. Sé sincera. Al principio lo más importante es el impacto visual y la química.
Molly negó con la cabeza.
–No siempre.
–Dame un ejemplo –le pidió Elle– en el que durante los dos primeros segundos tenga más importancia el interior que el exterior.
–Eh… –murmuró Molly. Suspiró y negó con la cabeza–. Caramba…
–El refrigerador –dijo Sadie mientras llegaba y se sentaba con ellas.
Elle se echó a reír.
–De acuerdo, me rindo ante la evidencia.
–Tú no puedes hablar –le dijo Molly–. Tú estás con Archer, que te mira como miro yo una pizza completa. Si un hombre me mirara así, yo no me preocuparía en absoluto por las primeras impresiones.
Mientras estaban hablando de aquello, Willa se volvió hacia Kylie.
–Entonces, ¿te estás acostando con él, sí o no? –le preguntó en voz baja.
Kylie se mordió el labio, y Willa se echó a reír.
–Lo sabía. ¿Cómo ha sido?
«Mágico…».
–Bueno, no estamos juntos –dijo ella–. Solo somos amigos –añadió. Más o menos–. Es complicado.
–Cariño, ¿por qué quieres ser amiga de un espécimen perfecto de humano como Joe?
–Es que… no es mi tipo.
–¿Acaso no te gustan los tíos sexis y guapos?
Kylie se dio la vuelta y se encontró a todo el mundo escuchando. Magnífico.
–Bueno –dijo, pensando febrilmente–. Es prepotente. Y arrogante. Y… –listo. Sexy. Y le gustaba besarlo todo. Esas cosas no eran precisamente defectos…
Molly la estaba observando y enarcó una ceja.
Kylie tragó saliva y cabeceó.
–Y es autoritario –dijo–, y bueno, sí, también, es sexy y guapo –añadió, y se dio cuenta de que todas sus amigas la estaban mirando con una cara rara–. Y está detrás de mí, ¿verdad?
–Sí –dijo Willa, alegremente.
Kylie cerró los ojos un instante, antes de hacer girar el taburete hacia él. Efectivamente, Joe estaba allí, frente a ella.
–Yo no diría que solo somos amigos.
–¿Qué dirías tú? –preguntó Willa–. Solo por curiosidad.
Él tomó de la mano a Kylie y respondió:
–Aunque solo sea por curiosidad, no es asunto tuyo.
Willa suspiró mientras Joe se llevaba a Kylie hacia la salida.
Capítulo 20
#TomaréLoMismoQueElla
Joe atravesó el patio con Kylie. Pasaron por delante de la fuente, y él se dirigió hacia el callejón.
Eddie estaba sentado en su caja, con los pies en alto y la cabeza inclinada hacia el cielo, observando las estrellas. Al verlos, se irguió y los saludó.
–Necesito que me prestes el callejón un momento –le dijo Joe, y le dio un billete de veinte dólares.
Eddie sonrió, se lo metió al bolsillo y le hizo un saludo militar.
–Todo el tiempo que necesites, soldado.
Y, entonces, se quedaron a solas. Joe vio que Kylie rebuscaba en su bolso y sacaba la peluca pelirroja.
–¿Para qué es eso?
–Es mi capa de superheroína –dijo ella–. Yo solo soy un poco valiente, pero la pelirroja es muy muy valiente. Puede con todo. Si vamos a hablar de lo que pasó, necesito mi capa de superheroína. Preferiría tener la capa para ser invisible, pero no se puede tener todo.
Estaba loca. Pero en el mejor de los sentidos, y Joe se echó a reír.
–¿Te estás riendo de mí?
–No, contigo –dijo él–. Siempre contigo.
–Pero yo no me estoy riendo.
–Kylie, teniendo en cuenta lo que hago para ganarme la vida y mi vida familiar, ¿cuántas veces al día crees tú que me río?
–Yo… –dijo ella. Con un suspiro, cambió de actitud y agitó la cabeza–. No lo sé.
–Aproximadamente, nunca –reconoció él–. A no ser que esté contigo. Así que no voy a disculparme por disfrutar tanto cuando estoy contigo.
–¿Aunque haya dicho que eres prepotente y arrogante? ¿Y autoritario?
–Sí, pero también dijiste que estoy bueno y soy sexy.
–Sí, pero, para que lo sepas, todo eso es muy molesto.
Él se echó a reír otra vez, porque no parecía que ella se sintiera muy molesta. Se acercó a ella y la besó. Y, después de haberla tenido desnuda entre los brazos, retorciéndose por él, sabía que no iba a poder quitárselo de la cabeza.
En el fondo,