diferencias geográficas, ecológicas y económicas. La región más próspera en términos de ingreso per cápita, concentración empresarial y económica y desarrollo es la región del sudoeste que comprende los estados de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais. En conjunto, estos tres estados comprenden el 40% de la población, más de la mitad del producto interno bruto (PIB) brasileño y la sede de casi todos los grupos empresariales más grandes del país. El noreste y el norte son las regiones más pobres y el hogar de más de la tercera parte de los brasileños, no obstante, producen menos de la quinta parte de su PIB.
Una tendencia dominante recorre a Brasil como un todo, ya sea en el sudeste acaudalado o en las regiones menos pobladas y más pobres: su historia empresarial es esencialmente una de empresas familiares. Esta tendencia se extendió desde la época colonial hasta bien entrado el siglo XX, y si bien es cierto que las instituciones financieras modernas permitieron el surgimiento de las empresas de responsabilidad limitada en dicho siglo y en este, hoy en día siguen siendo muchas las grandes empresas que son de control familiar. Esta persistencia de control tuvo su origen en las leyes acerca de la herencia y la bancarrota que se remontaban a la época colonial, las cuales se vieron reforzadas por las políticas gubernamentales aplicadas desde el siglo XX hasta el día de hoy. A mediados de dicho siglo, las empresas multinacionales y las de propiedad estatal se unieron en el desarrollo empresarial, a veces en paralelo y en otras en sociedad, con los grupos empresariales bajo control familiar.
La mayoría de las principales empresas extranjeras operan en Brasil, y su importancia fue creciendo y decreciendo a lo largo del siglo XX según fuera el equilibrio entre la necesidad que el país tenía de capital y tecnología extranjeros y su deseo de promover el desarrollo doméstico. De estas dos necesidades rivales, la segunda es la más importante y actualmente da forma a las empresas brasileñas. Las políticas de desarrollo empresarial más importantes del siglo XX se concentraron en la protección y la promoción de los productores domésticos. En efecto, los vínculos entre el Gobierno y los grupos empresariales de propiedad familiar son hoy más fuertes que nunca. Esta relación, sus orígenes y evolución, constituyen el eje de este capítulo.
2.1 El Imperio del Brasil, 1822-1889
La independencia de Portugal en 1822 evitó las violentas conmociones que asolaron a las colonias españolas, lo que produjo una periodización distinta de la de las jóvenes repúblicas hispanoamericanas. Mientras que aquellas repúblicas vivieron un periodo formativo entre 1810, cuando las fuerzas de Napoleón capturaron el trono español, y 1870, cuando los caudillos fueron depuestos por regímenes liberales, Brasil en cambio fundó un imperio. Este perduró desde su independencia hasta 1889, cuando se depuso al emperador. Por lo tanto, cuando pensamos en su formación decimonónica estamos refiriéndonos al imperio.
Los historiadores atribuyen el paso menos violento dado por Brasil hacia la independencia a un acontecimiento inusual: el traslado de la corte real portuguesa en 1808, huyendo del avance de las tropas napoleónicas. El traslado de la Corona a América marcó la única vez en la historia en que un monarca europeo gobernó desde una posesión colonial. Una vez que las guerras napoleónicas llegaron a su fin y que el rey portugués Juan vi retornó a Portugal, su hijo Pedro permaneció en América para reclamar el recién creado trono brasileño como Dom Pedro I. Esto le brindó cierta estabilidad a Brasil que le ayudó a conservar su integridad territorial, en tanto que las colonias hispanas se fragmentaron en países distintos. Gracias a la presencia de este miembro de la familia real portuguesa y su actuación como figura de unidad de la nueva nación, la experiencia brasileña como una joven nación independiente queda mejor caracterizada por la continuidad que por el cambio con respecto a su pasado colonial.
En la época colonial, los planteros azucareros y los dueños de ingenios ocuparon la cima de la economía y la sociedad brasileña. Los nobles recibieron vastas extensiones de tierra de la Corona portuguesa en mercedes (o adjudicaciones de tierras en la América colonial) a las que se conoció como sesmarias, las cuales usarían para producir riquezas para la metrópoli (Nozoe 2006). La materia prima más valiosa que produjeron en Brasil fue el azúcar, una de las especias importantes de la época. El poderío económico y social de los planteros de azúcar provino de su capacidad para invertir en la importación de esclavos africanos, así como en la adquisición de la tecnología azucarera de los ingenios con los cuales convertir los cañaverales en azúcar exportable (Schwartz 1985). De esta forma produjeron una inmensa riqueza para la Corona. Estos planteros forjaron lazos estratégicos con otras elites como los estancieros ganaderos, quienes les proporcionaron sus bestias de carga y su fuerza motriz, y con los comerciantes, quienes despachaban al extranjero los cajones de azúcar e importaban artículos suntuarios europeos para el consumo de la elite. Estas alianzas de negocios se afianzaron mediante el matrimonio y las redes de patrón-cliente.
Los asentamientos urbanos en las regiones de dinamismo económico contaban con los tipos de negocios locales que uno esperaría: tiendas de artículos para caballos, curtiembres, talleres de alfareros, servicios de hospedaje, panaderías, almacenes y tiendas de ropa y artículos textiles de diversos tipos. Sin embargo, el Brasil colonial se caracterizó por la subsistencia rural, excepción hecha por unas cuantas ciudades en el noreste y de los pueblos mineros que florecieron en la provincia sudoriental de Minas Gerais durante el siglo XVIII.
Con la independencia, la elite terrateniente que derivaba su riqueza de la agricultura, de la plantación cultivada con el trabajo de los esclavos africanos logró conseguir un poder político comparable con su poder económico. Las instituciones económicas y sociales que se desarrollaron durante la época colonial (1500-1822) perduraron hasta la época nacional. Por encima de todo, esto significó la continua importancia de la familia y de las redes sociales que creaban conexiones horizontales entre las familias de la elite, y verticales entre patrones y clientes. Estos tipos de lazos económicos y sociales fueron importantes en los centros de poder económico durante la época colonial, en especial en los estados brasileños del noreste, que enriquecieron a la colonia y a la Corona mediante la producción de azúcar para la exportación. Pero las empresas familiares y sus redes sociales fueron de igual importancia en las áreas económicamente marginales que subsistían a partir de una modesta producción comercial agrícola y de la crianza de ganado.
Estas disposiciones que se extendieron a la época nacional ciertamente eran sociales, pero se vieron también reforzadas por las leyes de la propiedad y la herencia, las cuales tuvieron el efecto de restringir la formación de ciertos tipos de empresas. Las más importantes de estas leyes fueron los principios legales de la herencia fraccionable y la indivisibilidad de los activos fijos (establecida por las ordenanzas filipinas de 1603). La herencia fraccionable requería que los legados se dividieran equitativamente entre los herederos, en tanto que la indivisibilidad de los activos sostenía que ninguno de estos podía ser dividido si hacerlo reducía su valor. Esto significaba, en la práctica, que las grandes empresas como las haciendas agrícolas y las minas eran administradas como empresas familiares, puesto que no se las podía subdividir entre los herederos. Las leyes que regían la herencia resultaban asimismo complicadas para los negocios que no contaban con grandes activos fijos, como una plantación o una veta de mineral (Triner, 2015). A la muerte de un cónyuge, la legislación brasileña exigía que la mitad de los bienes de una pareja casada fuera inmediatamente asignada a los herederos. Esto quiere decir que el cónyuge sobreviviente no conservaba los bienes de su difunta pareja por el resto de su vida, de modo tal que la supervivencia de un negocio dependía de la disposición de los herederos a conservarlo. La ley requería que una sociedad se disolviera a la muerte de un socio o la del cónyuge de uno de los socios, de modo tal que se pudiera disponer del legado del difunto. Brasil siguió obedeciendo el derecho portugués dada la continuidad que hubo de la colonia a la independencia, y conservó estas disposiciones con respecto a la herencia y la división de los activos.
El código comercial de 1850 eliminó esta disposición, lo que redujo en algo la amenazante inestabilidad, no obstante, se siguió requiriendo la disolución de la sociedad a menos que su contrato de constitución señalara específicamente que los herederos asumirían el papel de socios. Estas leyes constituyeron una seria restricción a la formación de empresas y sirvieron para reforzar a la familia como la unidad fundamental de la economía. El código ofrecía algunos incentivos para la formación de empresas,