Bunge y Born fueron agentes de la inversión europea en Argentina antes de la primera guerra mundial. Tornquist estaba asociado con los bancos alemanes, participaba en negocios con el grupo de Banque de Paris et des Pays Bas y con el grupo británico River Plate Trust en Argentina y Uruguay. Por su parte, Bunge y Born participaba en el grupo belga francés de la Banque de l’Union Parisienne en sociedad con la Société Générale de Belgique.
Las estrategias matrimoniales de estos inmigrantes europeos de primera y segunda generación fueron clave para fortalecer los vínculos de negocios y consolidar los grupos, en principio mediante las alianzas con mujeres de la sociedad rioplatense y luego con sus connacionales. Esta política de alianzas matrimoniales garantizó el control familiar de la propiedad y de la gestión de las empresas en el largo plazo.
En todos los casos, el acceso al financiamiento, a la información y a recursos gerenciales constituyó la ventaja competitiva principal y la base de la estrategia de diversificación de inversiones de los grupos que compensaban las pérdidas de las actividades menos rentables con las utilidades obtenidas en aquellas más rentables, como la actividad comercial e inmobiliaria.
1.2 Desintegración de la economía global y expansión de las empresas industriales en tiempos de desglobalización, 1930-1974
La interrupción del comercio externo, de la inmigración europea y de la entrada de capital extranjero como resultado de la crisis de 1930 implicó una reestructuración productiva y el fortalecimiento de la gestión estatal de la economía. La reforma del sistema financiero con la creación del Banco Central, la introducción del sistema de control de cambios con tipos diferenciales para la importación y la exportación de bienes y la creación del impuesto a los ingresos inauguraron una nueva fase en las políticas estatales que impulsaron el crecimiento industrial. Este proceso se consolidó en la década de 1940 con las primeras normativas orientadas a promover el desarrollo de la industria que dieron comienzo a la industrialización dirigida por el Estado.9
Durante este período creció el protagonismo de las empresas industriales orientadas al mercado interno. Hacia 1974, el 74% de las cien mayores empresas del país eran industriales. Por otra parte, las empresas orientadas al mercado externo tuvieron una evolución fluctuante según los cambios en la demanda externa, las restricciones producidas en coyunturas bélicas o el agotamiento de los recursos naturales.
1.2.1 ¿Qué impacto tuvieron los acontecimientos mundiales en las empresas agropecuarias, industriales y de servicios?
La caída de la demanda externa por la crisis mundial representó un duro golpe para las empresas que exportaban productos agropecuarios y sus actividades asociadas -finanzas, seguros y ferrocarriles-. Además, las primeras medidas de gobierno para limitar la salida de capitales, como la devaluación del peso argentino, la introducción de aranceles a la importación, los controles de cambio y la suspensión temporaria del envío de remesas al exterior, restringieron los ingresos de las empresas extranjeras, especialmente de las empresas ferroviarias y de servicios públicos. La disminución de la actividad económica también perjudicó a las pequeñas empresas comerciales. El número de concursos y quiebras se disparó entre 1930 y 1934 y afectó a casas de comercio, almacenes y corredores de cereales, talleres, herrerías y empresas de la construcción.
Las empresas agroindustriales del área pampeana lograron sortear la crisis. El aumento del consumo interno sostuvo la producción de harina, aceites y productos lácteos. Además, el Estado -que se había mantenido al margen de la comercialización del trigo y de la harina- introdujo por primera vez regulaciones al precio de estos dos productos y estableció cuotas en la entrega de trigo a los molinos. (Kofman et al., 2012). A partir de 1933 y por primera vez, las juntas reguladoras del comercio de granos, carnes, leche, vino, yerba mate, azúcar y algodón introdujeron mecanismos de regulación corporativa con participación estatal. Estas juntas se crearon para proteger la producción local y evitar que los intermediarios que comercializaban estos productos transfirieran, vía precios, los costos de la crisis a los productores (Persello, 2006).
El desplazamiento de las actividades de intermediación a favor de la transformación de materias primas favoreció la instalación de empresas químicas, papeleras y metalúrgicas. Esto se consolidó cuando la Segunda Guerra Mundial limitó el acceso a insumos y bienes de capital para la industria. En ese contexto se fortalecieron las filiales de multinacionales norteamericanas y alemanas en las ramas más dinámicas de la industria que se habían radicado inicialmente como importadoras de bienes de consumo, bienes de capital e insumos para el mercado interno (Lanciotti y Lluch, 2018).
De igual manera, se crearon nuevos grupos económicos de base industrial como Arcor, Di Tella y Techint, impulsados por empresarios de origen italiano. Di Tella y Techint concentraron sus inversiones en la industria metalmecánica y en la siderurgia para lo cual apelaron al financiamiento de redes ítalo-argentinas y establecieron vínculos estrechos con el Estado nacional que les garantizaban crédito flexible y contratos estables para la provisión de bienes públicos (Rougier y Schvarzer, 2006; Castro, 2008; Barbero, 2011).
1.2.2 ¿Qué políticas implementó el Estado para promover la industrialización argentina? ¿Qué nuevas empresas y grupos se expandieron bajo la industrialización liderada por el Estado?
En 1944, el gobierno nacional aprobó el primer régimen de promoción industrial dirigido a proteger las actividades que emplearan materias primas nacionales e insumos importados para producir manufacturas de consumo interno, artículos de primera necesidad y productos relevantes para la defensa del país, mediante la fijación de derechos aduaneros, cuotas de importación y subsidios. La promoción industrial se consolidó durante el gobierno peronista (1946-1955)10 que impulsó la diversificación productiva con el objetivo de modificar la estructura de las importaciones y atemperar los efectos de las fluctuaciones internacionales en la economía. Estas políticas inauguraron la fase de industrialización dirigida por el Estado, la cual se extendió hasta el golpe militar de 1976.
Los ejes del programa económico peronista se implementaron a través de dos planes quinquenales. El Primer Plan Quinquenal fijó la protección de las industrias que se habían expandido en los años previos como la algodonera y metalúrgica. El Segundo Plan Quinquenal de 1952 impulsó el desarrollo de la siderurgia, la metalúrgica y la química, para favorecer la integración de la industria argentina. La importación preferencial de insumos para estos sectores no significó el abandono de la promoción de exportaciones de otras manufacturas, textiles y artefactos domésticos a través de incentivos cambiarios. En esta coyuntura fueron frecuentes los acuerdos entre el gobierno y las empresas. En algunos sectores la cooperación entre gobierno y empresas se afianzó mediante convenios con las cámaras empresariales (Belini, 2009).
Durante el primer gobierno peronista el Estado adquirió las empresas británicas de servicios públicos y transportes, marcando el final del ciclo de inversión británica asociado a infraestructura primaria y recursos naturales y la consolidación de un nuevo ciclo de inversión externa liderado por firmas norteamericanas.11 La gestión estatal de la economía en actividades prioritarias se consolidó mediante una serie de medidas. El Estado nacional adquirió empresas extranjeras que realizaban actividades estratégicas para el desarrollo económico, creó nuevas empresas mineras, eléctricas y gasíferas, incorporó la petrolera estatal YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales) al Ministerio de la Industria y se hizo cargo de la administración de las grandes empresas industriales alemanas confiscadas luego de la declaración de guerra a Alemania en 1945. Durante el segundo gobierno peronista (1952-1955), la crisis de la balanza comercial impulsó la sanción de una ley de inversión extranjera (1953) para incentivar la radicación de firmas que produjeran bienes industriales para suplantar insumos importados y ahorrar divisas (Altimir et al., 1967). La participación de las empresas industriales extranjeras en la economía nacional se fortalecería en las décadas siguientes.
Nuevas empresas industriales se concentraron en las áreas metropolitanas de las ciudades portuarias sobre todo en las provincias de Buenos Aires y Santa Fe: firmas de capital nacional como Celulosa Argentina y Electroclor -del grupo Fabril Financiera- o Sulfacid -de Bunge y Born- y firmas extranjeras como Atanor, Merck y Hoeschst. La construcción de refinerías de petróleo de la empresa estatal YPF y la finalización