Valeria Armas

When she was Obsessed


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mis manos y encuentro que aún sostengo el billete que debía entregarle. Casi como automático, dejo el billete en sus manos y luego corro en busca de un taxi que me lleve al hospital.

      —Oye, no quiero ser entrometido, pero de verdad luces fatal. No deberías salir así a la calle. No es Halloween, las brujas no salen en septiembre.

      Ríe, pero su risa esta vez no causa efecto en mí. ¡Necesito encontrar un maldito taxi!

      Diez segundos después, entro en crisis y Loann ya está caminando rumbo a su auto. Corro tras de él y me apresuro a alcanzarlo.

      —¡Loann! —tomo un respiro—. Necesito tu ayuda. Necesito que me lleves a un lugar en tu auto —hay desesperación en cada palabra que pronuncio.

      —Lo siento, debo ir por mi novia en diez minutos —dice él, caminando alrededor del auto para alcanzar la portezuela del piloto.

      —Es de suma urgencia, de verdad, no te lo estaría pidiendo si no lo fuese — insisto.

      —He dicho que no —dice dentro del auto, en un tono de un padre regañando a su hija pequeña.

      Mis ojos se llenan de lágrimas.

      —Llamaron del hospital, mi madre... está ahí. No sé qué le ocurrió, pero…yo… no sé qué hacer…

      Loann baja del auto, camina hacia mí y me vuelve a dar la misma mirada del día de ayer.

      —Necesito tu ayuda —pronuncio—. Solo quiero que me lleves al hospital. No tardarás más de diez minutos, lo juro.

      Loann levanta una mano y luego la baja, hace esto un par de veces hasta que por fin la coloca en mi hombro y le da un par golpecitos suaves. Es su pequeño intento de reconfortarme.

      —Cálmate, te llevaré.

      Mis ojos se abren de par en par, tengo enormes y profundas ganas de abrazarlo, pero sé que aún hay una distancia demasiado marcada entre nosotros. Una pared invisible que nos divide, que no puedo ver, ni tocar. Un sentimiento profundo que me aleja de él y que no por más que desee no puedo romper.

      Afirmo con la cabeza y luego subo al asiento del copiloto. Pego mi cabeza en el espaldar e inhalo. Loann va a mi costado con la vista muy clavada en el parabrisas mientras conduce rápido hacia el hospital que le indiqué.

      Me pregunto si quiero hacer esto y si en realidad mi mayor deseo es separarlo de Disney. Me pregunto si en realidad soy lo suficientemente egoísta para alejarlo del amor de su vida. Y me pregunto también, si tendré el valor de aceptar que posiblemente Loann Cooper no sea mi alma gemela.

      Duodécimo Intento

      Mamá duerme en la camilla de la habitación mientras estoy a su lado. No me muevo de la silla que he colocado junto a su cama, solo tengo mi mano sobre la suya acariciándola delicadamente.

      Todo empezó cuando esta mañana ella decidió encargarse de los pendientes en la editorial para ganar un poco de dinero extra. Los trabajadores de almacenes ya se habían ido a sus casas cuando ella decidió bajar una enorme caja de madera con todos los manuscritos por revisar. La caja era demasiado pesada, la escalera hacia el último piso del andamio muy vieja y mamá muy frágil. Perdió el equilibrio y cayó quebrando su muñeca derecha con el peso de su cuerpo. Mamá está vendada y ahora descansa un poco debido a que también sufrió un golpe en la cabeza. Estaba desmayada cuando su compañera de trabajo, quien decidió regresar por unas llaves olvidadas, la vio tendida en el piso.

      Me aterra el solo pensar que mi madre pudo estar tiempo sola ahí en el piso e inconsciente, sin nadie que pudiese ayudarla.

      Una lágrima tibia se desliza desde mi mejilla hasta mi mentón e imagino a mi madre. Coloco mi cabeza muy cerca de su costado y cierro los ojos. No podría estar más sola en este mundo sin ella. Llevo un brazo cuidadosamente hacia su regazo y me quedo quieta. Sintiendo la protección que solo ella me puede dar y las lágrimas que ya son como una cascada sobre mi rostro. No gimoteo, no quiero despertarla y que se preocupe por mí. Solo me dedico a pensar en que es lo siguiente que haré ahora que ella no puede ejercer bien su trabajo.

      Debo conseguir un trabajo, maldita sea.

      Una voz desde la puerta de la habitación, me hace regresar a mi posición inicial. Veo a Loann en el umbral de la puerta.

      Mis ojos se iluminan, si no estuviera tan triste por mi madre sonreiría como una tonta.

      Sigue aquí, ha pasado una hora y él sigue aquí.

      —¿Puedo pasar?

      Asiento. Loann hace lo mismo, mantiene los brazos detrás de su espalda y camina lentamente hacia el otro extremo de la camilla. Lo observo embobada por unos segundos, admirando lo lindo y tierno que se ve incómodo, es como derretir por un momento una de sus capas de hielo o derribar una parte del muro que hay entre los dos.

      Sus ojos azules vagan entre los rincones de la habitación como si no supiera qué decir. Decido empezar a hablar para aliviar la tensión del momento.

      —Gracias por acompañarme.

      Por primera vez en el escaso tiempo su mirada cae en mí. No sonríe, pero si me regala un gesto amable. Mira a mi madre quedándose pensativo hasta que se anima a hablar nuevamente.

      —¿Ella está bien?

      —Se fracturó la muñeca derecha, pero se recuperará pronto.

      —Olvida las fiestas de los viernes un par de semanas —comenta, en un tono en el que yo capto algo de reproche.

      Mis ojos se achican al devolverle la mirada.

      —Haré más que eso —digo, regresando la vista hacia mi madre, Loann vuelve a mantener silencio y yo me animo a hablar para no sentir que esto se está convirtiendo en algo muy incómodo—. No tienes que quedarte.

      Su respiración es calmada mientras nuestras miradas se conectan.

      —Puedo esperar un poco —dice tomando asiento en uno de los muebles de la habitación.

      Mi corazón estalla de felicidad y la esperanza vuelve a encenderse como una fogata en medio de mi corazón.

      —Mamá está bien —digo forzada—. Disney debe estar hecha una fiera.

      —¿Y tu padre? —pregunta él, tomándome con la guardia baja.

      —Con su otra familia —respondo sincera.

      De reojo trato de mirar su reacción, pero no parece inmutarse ni un poco.

      —Perdón —lo escucho decir.

      —No te disculpes por algo que tú no has hecho.

      —No quise ser indiscreto.

      Sé indiscreto conmigo, sé lo que quieras, mi amor.

      —No importa —digo seria, mirando hacia mamá.

      —Mi abuela es doctora. Ella puede ayudarte en lo que desees. Conoce a muchos especialistas y estoy segura de que podría conseguirte todo sin costo alguno.

      —¿Crees que no tengo dinero?

      Loann ríe.

      —Trato de ser amable.

      —¿Con Defne Prinsloo la chica por la cual tu padre te sermoneaba? —esta vez lo miro fijamente, pero mis ojos no encuentran los suyos.

      —Con mi compañera de taller.

      Qué hermoso suena que él se refiera a mí como algo suyo, aunque solo sea “ su compañera de taller”.

      Vamos avanzando.

      Un minuto después, el silencio vuelve. Sin embargo, a mí me agrada. Bueno, puede que sea inquietante tener a Loann Cooper a escasos centímetros de mí y no preguntarle absolutamente nada de lo que siempre he querido saber, pero su cercanía en silencio me agrada tanto que empiezo a disfrutarla. El saber que está aquí pensando tal vez de una manera remota en mí y