Valeria Armas

When she was Obsessed


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      —La recuerdo en los eventos escolares, siempre fue amable conmigo.

       —Nunca hablaste con mamá —refunfuño.

       —Claro que sí —dice al mismo tiempo que toma una posición muy sofisticada sobre el sofá cruzando una pierna sobre otra—. Ella me ayudó a salir de un baúl cuando tenía siete años. Recuerdo que me escondí ahí porque jugaba a las escondidillas.

      Frunzo el ceño confundida.

      —No recuerdo eso.

      —Claro que no, mocosa. Tú en ese entonces solo eras un saco de mocos, babas y gugus..

      Le enseño el dedo de en medio, Loann revolea los ojos.

      —Estaba asustado, pude haberme sofocado y mamá no sabía dónde encontrarme. No pude agradecerle porque salí huyendo hacia mi padre.

      Mi atención está plenamente concentrada en sus labios moviéndose mientras cuenta la historia. Me gustarían esos labios así, pero sobre mi boca.

      Basta, Defne.

      —¿Y eso quiere decir...

      —Quiere decir que ahora estoy aquí con su hija, de algún modo puedo agradecerle el haberme salvado de morir asfixiado.

      Parpadeo, completamente atónita por lo que acaba de contarme. Loann se prepara para ponerse de pie.

      —Debo irme —me informa—. No te preocupes, por el cambio y... cuida mucho a tu madre. Quédate con ella hoy.

      —Gracias, pero no es necesario que lo digas.

      Loann niega con la cabeza.

      —Siempre a la defensiva, mocosa.

      Sus palabras chocan en mis intentos por conquistarlo como una piedra demoledora.

      —Ve con Disney y… gracias por la ayuda.

      Me preparo para su salida, pero sorpresivamente y cuando está a punto de abrir la puerta, Loann da media vuelta y pregunta.

      —¿Por qué te gusta llamarla por su apellido?

      Exhalo.

      —Disney es su apellido o ¿me equivoco?

      —Sí, pero eres sarcástica. No soy un tonto, sé que lo haces para burlarte de ella.

      Me cruzo de brazos.

      Diablos, ¿por qué siempre tiene que insistir en que la odio?

      —Lili es una buena chica —comenta, a lo que yo respiro hondo mientras trato de concentrarme en la imagen de mi madre—. Le dije que me retrasaría y entendió. ¿Puedes imaginar ese tipo de bondad?

      Inhalo. No quiero seguir oyendo más.

      —¿A qué viene el tema de Lilian? He dicho que puedes retirarte. No tengo intención de arruinarles el plan —digo, en un volumen más alto que el de Loann, pero él decide mantener el tono pasivo y amable.

      —Le dije a Lili que me encontré con una vieja amiga de la escuela, que cuando estábamos a punto de despedirnos ella recibió una llamada de una enfermera informándole que su madre había tenido un accidente, y ella entendió que debía ayudarla. Lili no es una mala persona, Defne. Sé un poco más cordial con ella, es todo lo que te pido a cambio de tu agradecimiento.

      ¿A cambio de mi agradecimiento? ¿Es todo? ¿No lo hacía por mamá?

      Loann Cooper eres una jodida montaña rusa de emociones, eres un carrusel de ideas, una estúpida rueda de la fortuna sin premio alguno. ¿Estás jugando conmigo?

      No, él ni siquiera juega contigo. Lo único que le interesa a tu amado es proteger en todos los sentidos a su novia: Lilian. La mujer que ama y con quien tiene dos largos años de “tranquila” relación. Es ella quien a quien le sonríe a diario, es ella quien besa sus labios, es ella con quien se acuesta todo los días. Es ella. Siempre es ella.

      —¿Estás en un trance, mocosa?

      —¿Eh?

      —Te quedaste mirándome con odio por diez segundos.

      Parpadeo. Mis mejillas se encienden, pero me recupero rápido.

      —Gracias por tu amabilidad, Loann Cooper. No quiero seguir arruinando tu velada, así que ve con ella. Tu novia perfecta te espera.

      Loann camina hacia la puerta como si lo hubiese echado de la habitación. Aprieto los ojos cuando lo veo en el umbral a punto de salir, pero él gira y me mira por el encima del hombro. Hago lo mismo, solo que esta vez no espero nada más amable de él.

      —Cuídate mucho, Defne.

      Me es imposible que mi corazón entumecido y adolorido por los golpes de sus recientes palabras, no se siente ahora dichoso con ese pequeño y cálido gesto. Es la primera vez que Loann me desea algo bueno en toda su vida.

      Sip, vamos avanzando.

      ***

      Es lunes, mamá está mucho mejor, pero todavía no puede mover el brazo derecho. El dolor es tan latente que no le permite editar nada y, por lo tanto, está temporalmente suspendida en sus labores.

      Le he llevado dulces a su habitación para aliviarla un poco, y ahora me encuentro buscando desde mi portátil un trabajo de medio tiempo.

      El único problema es que soy una buena para nada.

      Pero una buena para nada muy hermosa, eh.

      Después de clases, me doy una vuelta por la ciudad para buscar alguna oportunidad. Mis ilusiones al inicio están como un globo aerostático que se mueve al viento sin rumbo y con una esperanza del tamaño de Charlotte, pero después de tres puertas cerradas y un “eres rubia y parece que no sabes lavar ni tus calzones” mis ganas se asemejan más a un globo de tripa.

      Empiezo a resignarme a esto de ser autosuficiente. Jamás encontraré trabajo y jamás podré ayudar a mamá. Lo único que hago por ella es hacer que su banco la llame para ofrecerle créditos por su buen poder “adquisitivo” y mostrarle cuál es el spa de moda cada año. Me temo que no podré hacer más, o al menos durante el tiempo que las empresas dejen de poner como requisito diez años de experiencia y te pidan una edad mínima de 18 y máxima de 25. Incoherencias de la sociedad.

      Con los tacones matando mis delicados pies, decido entrar a una cafetería y tomar asiento en una de las mesas. No tengo mucho dinero, así que solo estoy dispuesta en ordenar un té helado. Por unos minutos, espero que alguien me atienda hasta que un chiquillo de cabello muy, muy rizado se acerca a mí con una sonrisa que podría juzgarse como una de las más bonitas que he visto.

      —Buenas tardes, ¿qué va a ordenar?

      Sus ojos verdes me dejan un poco impactada como por tres segundos, seguido de esto tomo la cartilla y finjo que no me agrada nada del menú hasta finalmente decir:

      —Solo quiero un té helado.

      —¿Está segura? Nuestros sándwiches de jamón, tocino y queso son una delicia. Y ni hablar de nuestra salsa picante, es la mejor de toda la ciudad.

      Sonrío. El chico es agradable.

      —Bien —sonrío—. Suena genial, pero ahora no tengo tanto apetito. Solo un té helado, por favor.

      De hecho, sí la tengo, llevo toda la tarde buscando un trabajo y estoy sedienta, pero no tengo dinero y menos la intención de gastar los pocos billetes que traigo cuando mi familia enfrenta una crisis económica.

      —Un té helado será —el ojiverde mantiene la sonrisa traviesa como por tres segundos, aclaro la garganta y él se sonroja. Sonrío. Es tan tierno, es como si fuese una ovejita bebé.

      —¿Pasa algo? —pregunto.

      —Disculpe, bella señorita. Es mi primera semana y no puedo creer que sea tan afortunado.

      —¿Afortunado?

      —Mis