responde.
Su nariz sigue viajando a través de mi cuello y luego hacia mi hombro. Sino estuviera tan idiotizada juraría que he sentido sus labios sobre mi piel.
—Loann, te hice una pregunta.
Sí, Defne. Muestra que él no puede...
Una de sus manos se poza en mi cintura, con un poco de fuerza logra atraer mi cuerpo hacia él.
—¿Crees que soy un tonto, Defne? —su pierna continúa rozando partes sensibles de mi cuerpo, no obstante, no puedo concentrarme en la sensación cuando tengo su rostro a tan solo un beso de mí.
—No sé a qué te refieres —titubeo.
¡No titubees, idiota!
—Sé que estuviste el viernes en mi habitación, sé que husmeaste en mi ropa, sé que usaste mi toalla para cubrir tu... —me dedica una mirada de abajo hacia arriba— cuerpo.
—No, claro que no —niego, sin un toque de firmeza.
Mierda, no sé qué decir.
—Lo acabo de comprobar con el aroma de tu perfume, es el mismo que sentí en mi habitación —continúa mirándome desafiante, pero yo no puedo. Solo quiero mi rostro cerca un par de centímetros más. Deseo besar esos labios justo ahora. Por favor.
—Ayudé a tu hermana, tu madre solo fue agradecida conmigo —confieso.
—¿Crees que estoy molesto?
—No me importaría ni un poco.
Ríe mientras niega con la cabeza.
—Sé que te importo más de lo que demuestras.
Mis defensas se ven un poco bajas. Nuevamente mis labios empiezan a temblar.
—¿Te gusto? —pregunta finalmente—. ¿Quieres que te ame aún más que a Disney?
Mierda, qué directo.
—Genial, aparte de idiota eres engreído.
—Responde —siento su entrepierna sobre mi muslo. Trago saliva. Odio que se sienta tan bien.
—¿Intentas sorprenderme? —inquiero, mientras subo una ceja.
—¿Lo estás? —muerde su labio inferior con ligereza. Solo la cercanía de nuestros rostros me permite captar ese hermoso gesto.
—Ni un poco. Tuve mejores —miento.
Jamás he visto uno en mi vida.
—Bien, veamos si esto sacia un poco tu sed de mí— dice con voz tan ronca que se asemeja casi a un gruñido.
Una de sus manos se posa en la parte trasera de mi cuello, solo hace falta un pequeño empuje para que mis labios se unan a los suyos. Al inicio mis ojos quedan abiertos por la impresión, sin embargo, en cuanto siento su lengua rozar el borde de mi labio superior estos se cierran. Mis manos se dirigen con avidez hacia su cabello, tomo entre mis dedos las hebras de este y tiro de ellas hacia arriba. Es tan sedoso y suave que me vuelve loca. Tan loca como saber que estoy besándolo nuevamente. Nuestras bocas se unen una y otra vez, nuestros dientes chocan de vez en cuando por la desesperación. Es un beso torpe, pero apasionado. Me gusta cómo sus manos viajan por mi espalda y luego a mi abdomen para hacer círculos sobre este. Suspiros y jadeos escapan de mi garganta sin aviso y risas burlona de él en muestra de su orgullo.
Soy tonta. No debería estar haciendo esto, él aún no me ama.
Quiero alejarlo, pero no puedo. No cuando él mismo toma distancia solo por uno segundos, me toma de la cintura y lleva mi cuerpo hasta la carpeta del profesor River. Mi trasero duele un poco cuando choca contra la madera, pero no me opongo. Ahora estoy sentada frente a un transpirado Loann, su pecho sube y baja y noto en sus ojos un brillo que está a punto de convertirse en fuego.
—Esta es la carpeta del profesor River —susurro.
—¿Y eso qué? Siempre odié al profesor River, ¿tú no?
Asiento y él vuelve a besarme fervientemente. Sus labios cada vez son más bruscos sobre mi piel. Su lengua cada vez más inquieta sobre mi cuello. Sus manos más viajeras y deseosas de explorar otras partes de mi cuerpo. Primero llegan a mi sujetador y luego siento sus manos sobre mis pechos. Abro los labios al instante, quiero que siga, pero cuando llega justo al borde mis jeans, lo detengo. Siempre soñé que el fuera el primero, pero esto es tan confuso que me hace dudar.
—Nunca he tenido sexo —confieso.
Su ceño se frunce.
Muerde su labio inferior de manera evidente y clara.
Por las barbas de mi abuela Verónica, qué sexy es.
Loann no dice comentario alguno de mi confesión solo sonríe y empieza a desabrochar lentamente dos botones de mi jean. Mi respiración se acelera, bien no sé lo que hará, pero a la vez sí. Es decir, mierda se lo que intenta y tengo miedo, pero a la vez quiero que lo haga.
Sus labios rozan primero mi abdomen y se centran uno segundos en la cavidad de mi ombligo. Su lengua dibuja círculos cerca al borde mis jeans y luego deposita pequeños besos en la abertura que ha dejado mis botones desabrochados. Está muy cerca de tocar mi ropa interior. Cierro los ojos cuando sus manos desabrochan el tercer botón.
Rayos, por qué justo hoy decidí usar un jean con tres botones.
Sus labios han llegado a mi ropa interior y sus manos saben que debe quitar la fina tela para hacer lo que su lengua está decidida a hacer. Trago saliva y no sé cuántas veces lo he hecho, jadeo y llevo mis manos hacia su suave cabello. Hago puños sobre su cabeza, él está a punto de hacerlo y tengo mucha vergüenza, pero se esfuma por el placer. Casi lo experimento, casi siento cómo está a punto de llegar, puedo oír ya mis gemidos, y...
Grito/gimo.
Cuando vuelvo a abrir los ojos el panorama cambia completamente. No estoy sobre el escritorio del profesor River y Loann no está frente a mí. Estoy en biblioteca y todos están mirándome raro por gritillo que he lanzado.
Décimo Capítulo
Mis mejillas están calientes por dos motivos:
1. Tuve el sueño más sexy del mundo.
Incluía la lengua de Loann Cooper.
2. Todas las mujeres aquí me miran ceñudas y los hombres como si fuera una actriz porno.
Larry soba mi espalda y esconde tras su mano, una carcajada fuerte.
—Mierda, Defy, esos gritos me traen recuerdos— dice JC, clavando una mano sobre mi pila de libros.
—¿Acaso no te cansas de inventar estupideces? — alejo su mano y guardo los libros en mi bolso. Le doy una mirada a Larry que dice “Vámonos de aquí” y él alista sus cosas mientras ve con fascinación a JC.
—¿Por qué te empeñas en negarlo?
—Porque nunca me acosté contigo, idiota. Tiene una obsesión conmigo y deberías superarlo.
Me coloco de pie y camino hacia la salida, mi amigo va delante de mí. Estoy muy dispuesta a dejar a JC con la palabra en la boca, pero él hala de mi brazo. Mi mirada va desde su mano apretando mi codo, hasta su estúpida sonrisa de suficiencia.
— Deja las tonterías, Defne. Sabes que solo bromeo.
—No, tú no bromeas. Tú intentas mostrar algo que no pasó por el simple hecho de que lo nuestro no funcionó —le aclaro.
—No funcionó porque no querías —me recuerda, luego se acerca un poco más—. Solo quería que la pasemos bien y me saliste con las tonterías de “no estoy segura”. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, sabes que no iba a hacerte daño.
Río.
—Eso me lo estás dejando muy en claro con tus mentiras —quito mi brazo y él lo permite.
—Bien,