Valeria Armas

When she was Obsessed


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claro.

      —Hablo en serio —digo, empiezo a sonar más sincera de lo que quiero—. ¿Por qué lo haría? No me has hecho nada malo. Todo lo contrario. Siempre has sido muy paciente conmigo. Sobre todo en primaria.

      —Yo solo recuerdo los sermones de mi papá diciéndome que a las niñas no se les debía pegar.

      Río mientras enrosco en mi dedo un mechón de cabello.

      —¡Lo recuerdas!

      El rostro de Loann luce indignado.

      —Apenas lo recordaba hasta que te vi en la fiesta de bienvenida a los recién ingresados.

      —Eso quiere decir que también me viste.

      Loann retrocede un paso y aclara la garganta, claramente tratando de romper el rumbo que trae esta conversación.

      —Son veinte dólares semanales como cuota. No lo olvides — me dice.

      —Es la primera vez que tenemos una conversación tan larga — digo sonriente, Loann me observa como si fuera un monstruo enseñándole los dientes.

      —Lilian dejará todo lo que recaudamos para esta semana en tu casa —me comunica, ignorando mi comentario. Esta vez tengo que seguir el rumbo de la conversación. Disney en la puerta de mi casa no es algo que me agrade.

      —¿Lilian? Ella ni siquiera está en el grupo.

      —Estará a las seis en tu casa.

      —¿Y por qué ella y no tú? ¿Acaso eres de los que les pega la novia?

      Loann se inclina hacia adelante.

      —Solo… déjala en paz —pronuncia.

      —Venga, no son el centro de mi mundo. Si estoy en el mismo grupo de ustedes es porque obra del destino. Así que no seas engreído y deja de amenazarme que esto de estar juntos tampoco es de mi agrado —sin darme cuenta quito el peso de mi tacón de la fotografía. Cuando reacciono el papel se está deslizando hacia el lado izquierdo del pasillo. Loann mira hacia el piso y yo hago lo mismo, solo que él empieza a hablar y yo me quedo muda por completo.

      —Yo iré.

      Estiro una mano para detenerlo, pero ni siquiera tengo fuerzas para hacerlo. Loann camina tras la fotografía, mientras yo, sin poder moverme y con un hueco en el estómago, me preparo para pasar el momento más bochornoso de toda mi existencia.

      —Loann, espera, no lo hagas... —alcanzo a decir, pero es tarde, alguien tiene la fotografía. Y ese alguien tiene ahora mi corazón en sus manos.

      Undécimo Intento

      —Ups, creo que te gané —dice JC arranchándole de las manos la fotografía a Loann.

      —No es mía, le pertenece a Defne.

      Podría esconderme en este casillero toda mi vida. Le diría a Larry que me traiga comida, agua y podría salir por las noches a asearme en los baños femeninos. Sí, eso sería mejor que estar presenciando esto.

      JC me lanza una mirada en la que capto un “Te pillé, estúpida” y yo solo trago saliva sintiéndome como un venado deslumbrado por un farol de un auto. Mira la fotografía, inclina la cabeza hacia un costado y sonríe satisfecho, luego empieza a agitarla frente a sus narices, pero sin mostrar la imagen. Loann permanece inmóvil observando su acción, mientras yo, completamente sudorosa, trato de no desmayarme o de entrar en una crisis de pánico.

      Después de unos segundos de extrañas miradas, Loann decide aclarar la garganta y dirigirse hacia mí. Aún en mi desesperación puedo admirar la belleza de su rostro y el color rosado de sus labios. Cuando noto que mi gesto debe lucir estúpido, lo miro ceñuda escondiendo tras eso mis ganas de arrojarme hacia sus brazos.

      —No lo olvides, Defne. A las seis.

      Asiento sin poder hablar. Loan le echa una nueva mirada a mi ex novio, quien lleva una sonrisita de lado demasiado desesperante, y luego camina hacia el lado derecho del pasillo.

      Exhalo.

      Sí, después de veinte minutos.

      Cuando JC y yo nos encontramos completamente solos, me dirijo hacia él y extiendo una mano. Él sube una ceja y luego se cruza de brazos sin entregarme la fotografía, ni mencionar nada. Me preparo para la cantidad de mierda que saldrá de su boca y también ideo unas cuántas respuestas evasivas para no convertirme en su burla. Sin embargo JC, lejos de cuestionarme, deja la fotografía en mi mano y dice:

      —Lo estás haciendo muy predecible.

      Antes de que pueda responderle, él continúa su camino por el pasillo. Decido no detenerlo, ni mucho menos responderle porque no quiero tentar a mi suerte. Sin embargo, sé que JC no se mantendrá en silencio. Va a contarle a todos que estoy enamorada de Loann como una adolescente. No tengo duda de ello.

      ***

      —Lily —la miro fijamente—. Tu podrías terminar con Loann, romper su corazón en mil pedazos y dejar que él sea mío, solo mío.

      Lily mueve la nariz hacia mi dirección. Claramente mi cerda no tiene ni puta idea de lo que estoy hablando, pero es muy factible decirle a ella lo que no puedo decirle a Disney.

      —Ven aquí, linda. Sabes que tú podrás ser una cerda, pero jamás puerca —digo acariciando su lomo con suavidad.

      Los sábados usualmente mi madre y yo tomamos desayuno juntas, pero hoy es la excepción. Lili me acompaña en la cocina mientras me devoro panecillos con fruta y un vaso de jugo de lima.

      Unas semanas antes, también tenía acostumbrado asistir al club de Charlotte para ir a la piscina o jugar tenis, pero esas cosas fueron extinguiéndose poco a poco con los recortes de mi padre.

      Sin embargo, no me quejo, quedarme en casa un sábado empieza a resultarme mucho más atractivo que compartir tiempos con mis falsos amigos. Además, es mucho más productivo, ya que puedo ayudar a mamá con algunas tareas de la casa ahora que la señora de limpieza ha quedado oficialmente despedida.

      Lo único que me preocupa es conseguir un trabajo que reúna estos tres mínimos requisitos: Buen sueldo, medio tiempo y buen jefe.

      Qué fácil tarea, claro.

      Por la tarde mamá sigue sin regresar a casa, así que ideo algunas formas de ahorrar dinero para este mes.

      Subo a mi habitación y busco mis prendas apartadas para la lavandería, las tomo y la llevo hacia la vieja lavadora que mamá y yo dejamos de usar hace mucho tiempo. Lily me acompaña mientras emite unos cuantos “oink” en el camino. Aún tengo que idear qué haré para que ella se quede conmigo el resto del semestre.

      Veinte minutos después, con la lavadora encendida, las tazas de detergente vertidas y la ropa lavándose con éxito, me siento como toda una experta en el lavado casero.

      Y lo mejor de todo, sin ninguna uña rota.

      El reloj dicta las dos de la tarde y mamá sigue sin regresar a casa. Después de alimentar a mi cerda, sacar la ropa de la lavadora, encontrar que arruiné mis blusas blancas favoritas al mezclarlas con la ropa de color y dejarlas tendidas en los cordeles de mi azotea, se me ocurre otra genial idea para sorprender a mamá.

      Prepararé el almuerzo/ cena.

      Sin embargo, en cuanto ingreso a la cocina me topo con la dura realidad.

      Ni siquiera sé freír un maldito huevo y el agua siempre se me evapora.

      Dejemos las tareas rudas para otro momento, muñeca.

      Cinco y cuarenta cinco de la tarde, mamá sigue sin llegar, así que pido una pizza económica sin mucho queso y sin mucho pepperoni para ahorrar unos cuantos centavos, guardo tres porciones para ella en el refrigerador y hago jugo de mango para no sentirme tan inútil.

      No es cierto, lo compré en el market.

      Ahora veo una película romántica acompañada de mi fiel amiga