y me regala una pequeña sonrisa. Toma mi mano y la aprieta ligeramente—. Quiero agradecerte Defne, has sido un ángel al salvar a mi hija y exponerte de esa forma con esa lagartija que tenían por niñera.
—No tiene que agradecer, solo por favor no vuelva a dejar que ellas se aprovechen de la ternura de Liana. Es una niña increíble.
Liana pestañea paulatinamente.
—Oh, claro que no. Hoy hablaré con mi esposo de este tema. Le daremos una solución inmediata. Pero por favor, pasa. Quiero ayudarte, linda.
Liana mueve los labios formando las palabras “Te lo dije” y yo asiento con una sonrisa en respuesta.
Ser amable, linda y generosa no es tan malo después de todo.
Siempre y cuando no haya una Disney en el camino.
***
Mientras esperamos que Annie encuentre alguna ropa cómoda para usar, Liana y yo nos encontramos en su habitación viendo una película. Diario de una princesa.
Recuerdo que de pequeña soñaba ser Mía. Siempre pedía como deseo de cumpleaños tener su cabello o a un Paolo que cambie mi look de rubia ceniza a una morena de cabello liso. Pero...
Hasta ahora la reina de Genovia no ha tocado mi puerta diciendo que es mi abuela.
Liana y yo reímos acerca de mis anécdotas infantiles y mi pasión por la pintura. Ella es pequeña, pero muy buena oyente para su edad. Es la tercera persona en verse interesada por mi arte.
Annie entra a la habitación trayendo consigo unas prendas masculinas. Las deja sobre la cama y dirige sus ojos grises hacia mí.
—Perdona, corazón. No tengo nada cómodo para ti en mi clóset. Olvidé que el día de ayer llevé toda mi ropa a la lavandería y la recogeré hasta la tarde. Tomé de los cajones de mi hijo unos pantaloncillos de deporte, una camiseta holgada y una sudadera. Están limpios y sin usar. Mi hijo es un fanático de la limpieza.
—No se preocupe.
—Tranquila, Defy, mi hermano no es un cochino como los niños de mi escuela. Loann siempre tiene todo limpio y ordenado.
Me hielo.
Tan solo escuchar su nombre me hace sentir mareada. Miro a mi alrededor y empiezo a atar cabos en mi mente. Los ojos azules de Liana, las maldiciones prohibidas, los mofletes de la señora Vega, ese aroma tan peculiar en la ropa.
—No-hay-problema —tartamudeo. Seguido de esto, trato de formar en mis labios una sonrisa natural que solo logra mostrar mis dientes en exceso.
—Perfecto, corazón. ¿Por qué no tomas una ducha en la habitación de Loann? Es el servicio más limpio de la casa y tiene agua caliente.
¿Dónde está la cámara secreta?
—Yo, yo...
—No te preocupes, Defne. La película estará en stop mientras llegas —dice Liana.
—Iré preparando algunos bocadillos ¿qué dices?
Antes de responder, miro por encima del hombro de la señora Vega. Veo un diploma de honores de Liana, es del jardín y en este, con letras grandes y negras, puedo leer con claridad lo siguiente:
En honor a:
Liana Cooper Vega.
Mi vista rebota entre las dos. No dejo de pensar en tres cosas:
1) Mierda, entraré a la habitación de Loann y podré ver donde reposa ese cuerpazo atlético de ensueño.
2) Mi futura suegra es un ángel.
3) Esto es mejor que Clarisse Renaldi toque mi puerta.
Noveno Intento
De niña tenía el sueño de entrar a un castillo hecho de caramelo, con paredes recubiertas de chocolate, muebles de galleta, sillones hechos de gomitas comestible y almohadas de algodón de azúcar. A los trece años, mi anhelo era poder estar frente a mi banda favorita, que me abracen, me canten una de sus canciones y quizás me den un beso en la mejilla. Hoy, a mis diecinueve años, mi único y más profundo deseo es tener a Loann Cooper completamente enamorado de mí y pasar todas nuestras tardes encerrados en esta habitación. ¡Esta habitación que estoy pisando justo ahora!
Golpeen mi rostro con un bate.
Aún estoy en el umbral de la puerta, admirando cada parte de esta ordenada y pulcra habitación. El piso es de color gris y de un porcelanato negro, las paredes están pintadas de manera alterna, dos son de color marfil y la que se encuentra tras el respaldo de la cama es de color azul acero.
Y la cama...
Oh, Dios su cama es la mejor parte de todo. Es grande y muy acolchonada. Puedo verlo desde aquí, aunque aún no me atreva a probarla. Y es que, Loann Cooper no es como los usuales chicos que puedes encontrar a lo largo de tu vida. Su habitación no es un montículo de ropa sucia y calzoncillos apestosos en los muebles, no señor.
Él es una mezcla vilmente sexi de todo lo que conlleva ser imperfecto.
Creo que ya lo había dicho antes...
Cierro la puerta tras de mí, camino unos pasos y encuentro una silla justo al lado de un pequeño escritorio color negro, así que dejo la ropa deportiva que me ha entregado su madre sobre esta. No puedo evitar pasar los dedos por el borde de la mesa y notar que Loann ha dejado sus apuntes dispersos. Sonrío, es como ver una parte rebelde de él que se mantiene en secreto.
La echo una ojeada a su cama y tengo la tentación de correr hacia ella, pero dejo lo mejor para el último y abro las puertas de su clóset.
Oh, rayos.
El aroma que emana es fabuloso. Es una mezcla de los perfumes caros que usaba papá y el cítrico lima que tomo por las mañanas. No es un olor dulce ni penetrante, es suave y embriagador. Podría encerrarme aquí y vivir con ese aroma toda mi vida.
Las yemas de mis dedos tocan una de sus camisas, poco a poco mi tacto va tomando más confianza y se atreve a deslizarse sobre la tela de su ropa.
Loann no es un chico muy variante en el tipo de color de ropa que usa. Todas sus camisetas y camisas tienen tonos similares. Noto que le agrada mucho los azules, grises y sus variantes, así como los diferentes tonos de blanco.
Me encanta.
JC solía usar para nuestras fiestas una camisa floreada verde chillón que odiaba con toda mi alma. En cambio, Loann es sobrio y elegante y... ¡Rayos! ¡Ya deja de gustarme tanto!
Una mirada hacia abajo y encuentro cajones bajos las perchas. Subo una ceja y sonrío con malicia, esperando encontrar aquí su ropa más íntima.
Halo de la manija y entiendo a lo que se refería Trina con los orgasmos visuales.
¡Estoy viendo los bóxeres de Loann Cooper!
Mi mano tiembla, no sé si por el profundo y caluroso deseo que estoy sintiendo ahora, o porque probablemente esté tan helada que no tengo fuerza para mantener mi mano firme. Me decido a tomar uno de ellos y lo extiendo frente a mis ojos. Parece ropa recién comprada y lo compruebo cuando encuentro la etiqueta sobre este.
¿Comprando nueva ropa interior, eh?
Sigo hurgando en su cajón, hasta que me topo con algo que no parece pertenecer a Loann Cooper, el genio de la elegancia.
Una zunga aterciopelada con diseños de piel de leopardo resalta chabacana en medio de tanta sobriedad. Me burlo. No puedo imaginarme a Loann usando este tipo de porquerías.
Suelto la prenda en cuanto leo en la etiqueta una frase que se iguala a un golpe en la boca del estómago.
Úsalo para mí.
Atte. Tu Lilian.
Ugh.
La prenda cae al piso y salto sobre esta. En un lapsus de ira doy muchos brincos mientras digo cuanto detesto a Disney y su inocencia