—Me siento avergonzado de que tener dinero convierta a las personas en alguien como tú.
Eso me dolió.
—No me conoces —digo, dolida.
—No quiero hacerlo, ¿podrías retirarte?
—Loann, creo que está siendo muy grosero—murmura uno de sus amigos.
—Enrico —masculla Loann.
Oh, se llama Enrico.
—No vine por ti, vine por Enrico —le doy una sonrisa amable al pelirrojo, él traga saliva, luego vuelvo a dirigirme a Loann—. Te tomas demasiado a pecho lo del beso —digo, sin importancia—. Era un juego, un juego tonto en realidad. Lamento que te haya ocasionado problemas con la tonta de tu novia.
Me acerco un poco más, ahora estoy muy pegada al borde de la mesa y mis manos están puestas sobre una de sus libretas de notas.
Loann ahora debe levantar la mirada hacia mí para observarme. Se siente bien que me mire de esa forma. Todo el tiempo es un tonto que se cree superior a todo mi grupo. Debería mirarse en un espejo y darse cuenta que...
Es un adorable bombón tropical.
Una mano sobre la mía me hace quedar completamente estupefacta. Pronto soy llevada por Loann Cooper fuera de la mesa y hacia un rincón del cafetín. En cuanto llego, quito mi mano con toda la hosquedad posible. Se siente bien su piel sobre la mía, pero no cuando actúa como un simio enloquecido.
—¡¿Qué te pasa, bruto?!
Mi espalda está pegada a una pared y sin querer he traído en mis manos una de las libretas de la mesa. Loann me observa ceñudo y molesto. Sus ojos destellan algo que no he visto jamás en él, ni en mis más profundas observaciones. Una de sus manos se clava en la pared y se inclina un poco hacia mí. Sus ojos continúan escudriñándome y sus labios se mantienen rectos. Desde aquí puedo observar lo densas de sus cejas y esas pestañas largas y rizadas que envidio y me encantan. No estoy asustada, solo un poco contrariada y quizás un poco expuesta.
—Déjanos en paz —ordena.
Bien, nunca hubiese imaginado que lo diría tan pronto.
—¿De qué hablas?
—El beso, la clase, el grupo de trabajo y el cerdo ¿qué pretendes? ¿tienes algún problema con Lili? Si es así, déjala en paz.
—No tengo ningún problema con Lilian —le aseguro.
—Eres una mentirosa.
—¿Por qué te mentiría? Si quisiera hacerle daño a Lilian, ya lo hubiera hecho.
Me odio por decir eso, pero es mejor que amilanarme.
—Haces daño solo por juego, es tu deporte favorito.
No, no es cierto.
Coloco un mano en su pecho y lo empujo. Me coloco de espaldas a él y luego giro.
—¿Y si fuera así? —subo una ceja—. ¿Tienes miedo?
—¿De ti? Solo eres una mocosa superficial que no sabe lo que quiere —se acerca a mí y retrocedo un paso—. No sé lo que pretendes, pero no dejaré que me causes problemas con mi novia.
Respiro hondo.
—Si el beso causó problemas entre tú y ella, supongo que la relación no es tan perfecta. Te pido disculpas, yo solo me divertía un poco.
Continúo mintiendo porque todavía no es el momento adecuado para confesarle lo que siento. Además, la mirada enfurecida de Loann me confirma que no estoy haciendo nada bien.
—Deja de divertirte a costa de los demás —me ordena.
—No eres mi maldito padre —le digo.
—Deja de ser una tonta, ¿me oyes? —otro paso más cerca y voy a morir —Sé amable, linda y generosa. Es así como te rec… —se corta y emite un resoplido.
¿Qué?
Mi instinto de defensa sale a flote.
—¿Y tú con qué autoridad me ordenas eso? Eres un hipócrita. Sé cosas de ti. Sé que eras parte de mi círculo social en primer año. ¿Cambiaste? ¿Por qué?
—Qué te importa —gruñe.
—Pues a ti que te importa si soy mala o gentil.
—Defne, te recuerdo desde niña. Sé que no eres tan frívola como aparentas. Podrías ser una chica genial y lo arruinas. Lo arruinas con toda esa mierda de tus juegos y la popularidad.
Me hielo. Nunca creí que Loann tuviera recuerdos de nuestra infancia. Mi corazón golpetea con más fuerza. Quizás no haya sido tan invisible para él como lo creí. Quizás la vida me haya concedido ese milagro.
—Deja en paz a Lili, es todo lo que quiero. No intentes jugar con nuestra relación —me suplica—. No nos causes problemas.
Su frase aplasta mis ilusiones. Quiero llorar, quiero golpearlo y decirle que es un idiota. Detesto que crea que todo su mundo gire en torno a ella. Y la envidio a ella por tener lo que anhelo.
Lo empujo con una mano y le entrego su libreta. Su mirada trae pesar como si supiera que ha desatado una tormenta que no cesará nunca. Y puede que esté en lo cierto.
—¡Defne! ¡Maldita sea! Quiero mis quinientos dólares —grita Trina.
Lo decido más por despecho que por los dólares que no deseo pagar. Camino hacia la mesa y tomo del cuello al pelirrojo. De cerca su rostro no se ve como el de Loann, tiene lindos ojos, un verde luminoso muy acentuado, pero son opacados por la brillantez de su frente y la barba mal afeitada de su mentón. Sin más, tiro de él y lo beso. Miro a Loann de reojo mientras cumplo con mi reto. Él solo me mira fijo y sin expresión alguna. Le muerdo el labio al pelirrojo para generar una reacción en él y lo consigo. Loann quita la mirada y luego se toma un tiempo antes de salir de la cafetería. Para cuando él se ha marchado, me alejo del pelirrojo, quien aparte de anonadado, lleva una sonrisa tan boba que me provoca estrellarle una bofetada.
Escucho aplausos atrás de mí.
Siento pena por el pelirrojo, no será lindo decirle que esto fue un solo reto. La Defne de antes lo hacía sin miramientos y solo por diversión, pero ahora siento remordimiento. No quiero ser mala y cruel con nadie. No quiero pisotear corazones como Loann lo hace con el mío.
Quizás sí existan los milagros. Quizás el milagro sea yo.
***
Pocos saben que mis penas se alivian con un postre en Ness. Ness es una de mis cafeterías favoritas de toda la ciudad. Está a pocas calles de la universidad y siempre tienen reservado mi postre favorito. Pie de limón.
Recuerdo a mis exs amigas diciendo que era un postre corriente, que ellas conocían unas delicias francesas en el café del club al que asistían, entre otras cosas estúpidas que ya he olvidado. Ese también fue uno de los motivos por los que decidí alejarme de ellas. Eso y que, si no les mostraba mis compras semanales, mi compañía les parecía aburrida.
Cuando termino de pagar, camino del mejor ánimo hacia la estación de autobús. Una travesía que será pan del día de ahora en adelante. No es algo que me entusiasme, pero intento ayudar a mamá en cualquier gasto mínimo. Es lo menos que puedo hacer después de que me he dedicado a mal gastar el dinero de mi padre durante toda mi vida.
En el camino, voy recordando lo sucedido en el cafetín. Y sonrío. No es que haya sido un éxito. Tampoco es que haya logrado mucho. Pero tengo esa sensación de que las cosas pueden mejorar.
Me veo casada con Cooper, con tres hermosos hijos y una mascota.
La mascota ya está en la lista.
Una calle antes de llegar, cruzo camino por un parque en donde un grupo de niñas juegan y revolotean en el asfalto. La escena me parece algo