desconozcas ese tipo de sentimiento.
Tomo un respiro y aprieto los dientes.
—Sí, claro que te entiendo. Alguna vez en mi vida también fui así de tóxica.
—Defne —gruñe Loann.
—Déjala, bebé.
¿Bebé?
—Y bueno ya que desconozco del amor, al menos díganme qué acordaron hace grandes minutos.
—Acordamos multar a quien llegue tarde a las reuniones —me informa Loann.
Que la multa implique besarte, por favor.
—Pues no estoy de acuerdo. Que se someta a votación —replico.
Podrás ser todo lo guapo que quieras, pero no permitiré que seas un dictador en nuestro grupo.
Todos asienten incluida la chica tímida que nunca emite ninguna opinión.
—Aquel que se oponga a una multa de cinco dólares como fondos para nuestro proyecto final, que levante una mano.
Claro, con esa mirada de perfecto cabrón no hay nadie que pueda negarse.
Nadie levanta la mano, excepto yo.
—La mayoría gana. Mecanismo básico para un estado democrático—me dice, mirándome directamente a los ojos.
—Y no democrático —refuto.
Loann enarca una ceja, parece sorprendido pero muy satisfecho con mi respuesta, nos miramos por uno segundos hasta que Lilian lo toma del brazo.
El séquito de chicos sin personalidad sigue a Loann. Me quedo atrás junto a una castaña pecosa.
—Hola.
Cuando gira, solo me sonríe.
—¿Crees que la granja este lejos? —pregunto.
—Solo a unos cuántos metros adentro.
—Oh, genial. Espero no salga el sol, olvidé traer un sombrero —sonrío. Ella hace lo mismo, noto que mi amabilidad hace que poco a poco se sienta en confianza conmigo.
—No creo que el problema sea el calor —les echa una ojeada a mis sandalias bajas, una adquisición del último verano—. Debiste usar zapatillas. El suelo de la granja del señor Hilton no es muy aseado que digamos. Vas a terminar con mucha mierda en los dedos.
—No te preocupes, sé cómo mantenerme intacta. Y también cómo llegar con el peinado y el labial bien hecho después de una fiesta. Son talentos especiales.
—Ah, bueno… yo sé cómo comer con la boca cerrada.
—Genial, así no te echarán de Charlotte — bromeo.
Ella sonríe y luego vuelve a quedar en silencio. Nos mantenemos así, hasta que ella decide preguntar:
—No te llevas bien con mi prima, ¿verdad?
Mis ojos se abren de par en par.
Oh, maldita sea, la primera chica de mi grupo con la que logro congraciar y resulta ser familiar de mi archienemiga.
—Ella y yo tenemos personalidades y puntos de vista diferentes—pero los mismos gustos —. Y eso hace que entremos en conflicto, pero fuera de eso Lilian no me cae mal —solo la detesto.
—No te creo —abro la boca para seguir mintiendo y me detengo—… pero logro entenderte un poco.
—¿Ah sí?
—Lilian es demasiado perfecta y eso siempre lastima un poco. No la envidio, solo quisiera que no me comparen con ella todo el maldito tiempo.
Oh, qué interesante.
Me limito a no seguir preguntando acerca de Lilian, fuera de eso se me ocurre acercarme un poco más a la chica tímida. Siempre es bueno tener como aliados a los enemigos de tu enemigo. Ley de guerra.
—¿Cuál es tu nombre?
—Lesly.
—Pues Lesly —la tomo del brazo justo segundos antes de que llegue el autobús que nos llevará a la granja —. Creo tú y yo nos vamos a llevar muy bien este semestre.
***
La granja “Vaca Lola”, cuyo nombre nada original me resulta gracioso, parece ser propiedad de un buen amigo del maestro River. Loann es el primero en charlar con el Sr. Hilton y quien nos presenta como grupo universitario. Cuando menciona a Disney se refiere a ella como mi “novia”, cosa que me provoca náuseas y ganas de desistir de este taller.
Ahora caminamos hacia el criadero de cerdos en donde encontraremos a nuestro nuevo hijo adoptivo. Por el trayecto voy sacando fotografías, subiendo insta stories y mandando una que otra a Larry. En cuanto intento abrir uno de mis chats, alguien me arrebata el móvil sin explicación alguna.
El osado se trata de nada más y nada menos que Loann Cooper. Quien siendo todo lo guapo y educado que se proclama, no muestra ni un ápice de amabilidad conmigo.
—¿Qué rayos te ocurre? —chillo.
—Señorita ¿escuchó lo que acabo de explicar? —la voz del sr Hilton hace que gire hacia su dirección. Sus brazos cruzados me indican que quizás está un poquito ofendido.
—Sí, claro —miento—. Alimentación, cuidados y… eso.
Miro a Loann y lo veo cubrirse el rostro con una mano.
—Aún no les he hablado de ese tema.
Rayos.
Me disculpo a lo que el sr Hilton sube una ceja y continúa dando su charla. Todo el equipo lo sigue atento, pero yo prefiero interesarme por el destino de mi móvil.
Loann lo lleva en el bolsillo posterior de su jean. Una zona grandiosa para tocarlo por puro pretexto, pero no quiero faltarle el respeto.
Hábil y sigilosa, me acerco tras de él. Disney está unos pasos adelante, así que aprovecho su distancia para acercarme e ir hacia el rescate de mi móvil. Extiendo una mano y lo tomo, de un tirón está nuevamente conmigo. Sin embargo, Loann me pilla y toma mi brazo.
—¿Qué haces, mocosa? —me riñe.
¿Mocosa?
—Es mi móvil, lo quiero de vuelta —chillo.
—El Sr. Hilton intenta explicarnos acerca del cuidado de un cerdo de dos meses y tú solo estás concentrada en verte como la diosa de Instagram.
¿Acaso cree que soy la diosa de Instagram?
Me quita el móvil y vuelve a guardarlo en su bolsillo.
—Devuélveme mi móvil —exijo.
—No hasta que termine de hablar el Sr. Hilton, nomofóbica.
—¿Cómo me llamaste?
—Nomofóbica, ¿acaso no sabes lo que es?
Aclaro la garganta.
Loann parece darse cuenta de que no sé el significado de esa palabra. Sonríe de lado y mira hacia el cielo. Me gusta la vista que tengo, pero odio ese gesto burlón. Quiero abofetearlo.
—Por favor, no digas que es miedo a los nomos porque dejaré de tener esperanzas en ti —se toca el puente de la nariz y ríe.
¿Tiene esperanzas en mí?
Deja de preguntarte tantas cosas, tonta.
Mi silencio provoca que el emita una irritante risa. Risa que me provoca un sin fin de sentimientos negativos que, a pesar de ser muy fuertes, no logran desvanecer el hermoso cosquilleo que genera su sonido.
Mierda, tengo problemas del tamaño de las pompas de Loann.
—Nomofobia, miedo a no tener un dispositivo móvil en las manos.
Oh.