me aniquila con la mirada.
—¿Qué castigo le daré a Prinsloo? —fantasea Trina.
—Podrías decirle que me bese —sugiere JC—. Defne me odia, sería un gran castigo para ella.
—Cierra la boca, estoy aquí, idiota ¿podrías dejar de ser tan arrastrado por una vez?
—Bebé, solo era una broma. Sabes que quien me pone caliente eres solo tú —se defiende, luego tira de Trina para sentarla sobre su regazo y mordisquear el lóbulo de su oreja.
—¿Podrían dejar los malditos juegos para otro día? Solo tenemos veinte minutos y los estamos desperdiciando por los problemas hormonales de Trina —comenta Larry. Sé que intenta ayudarme, pero también impedir que bese a JC. Algunas veces olvido que Larry es gay y que está enamorado de mi ex.
Trina cuchichea con las gemelas, ellas observan a cada instante y sin ningún disimulo la mesa que ocupa Loann. Las lagartas son tontas, pero muy observadoras si se trata de mí. Hace un tiempo fui como su abeja reina, pero cuando empecé a cuestionar la forma en la que tratábamos a los demás, ellas eligieron a Trina como su maestra.
—Diez minutos y seguimos aquí porque Trina olvidó tomarse sus pastillas contra la idiotez —vuelve a decir Larry.
Trina lame la mejilla de Larry a lo que él se limpia como si le hubiese caído popó de paloma. Seguido de esto, anuncia mi castigo con una sonrisa maliciosa.
—Quiero que beses apasionadamente al chico de allá—señala hacia la mesa de Loann. Todos dirigimos la vista hacia ellos. Gary quien está de espaldas decide girar su asiento frente a ellos y aplaudir como si estuviera a punto de presenciar un espectáculo.
Todo sería más fácil si aquel chico fuese Loann, pero no. Se trata de un alumno de último año de cabello rojo como el tomate. Desde aquí no puedo adivinar sus facciones, pero sé que no es el tipo de muchachos a los que las chicas les arrojan sus calzones.
—No tienes por qué hacerlo —me dice Larry—. Dejaste esa mierda hace mucho tiempo.
—Cállate, Larry —masculla Trina—Todos aquí sabemos que los castigos no cumplidos valen quinientos dólares. Puedes pagarme y estas absuelta —habla Trina.
Si mamá no me hubiera dicho hace un par de días que nuestros gastos ahora deben ser estrictamente limitados, estaría pagando la multa como si fueran cincuenta dólares. También podría decirle a Trina que su castigo me vale un pepino y rehusarme a pagarle un centavo, pero la conozco y sé que haría de mi vida un tormento y no estoy preparada todavía para el suicidio social.
Besar a ese chico podría ser fácil si no estuviera mi chico frío en esa mesa. La Defne antigua hacía este tipo de cosas todo el tiempo, jugar con los chicos y luego decirles que fue simple juego. Era muy divertido, pero ya no lo es.
—Vete a la mierda, Trina. No lo haré.
—Según las reglas, si tú no quieres cumplir el reto existe la opción de que yo pueda hacerlo, pero eligiendo a mi presa.
—Como quieras —digo. Miro a Larry, él niega con el cabeza asustado. No comprendo su gesto hasta que oigo a Trina de decir:
—Quiero besar Loann Cooper, me muero por saber qué se siente probar esos labios riquísimos.
¡No!
Me hielo, Trina no va a besar a Loann porque el simplemente no lo voy a permitir.
—Suerte con eso —digo, conteniendo mi ira—. Estoy muy segura de que no lograrás acercarte a él ni a dos metros.
Trina ríe.
—Mi madre es compañera de trabajo de la suya, he ido a su casa muchas veces. Loann no es un punto inalcanzable para mí.
Larry sigue negando con la cabeza. No le hago caso, miro directamente a Trina. Por otro lado, a JC parece importarle poco que Trina este hablando de otro chico.
—No eres su tipo —afirmo.
Dios mío, deja de ser tan evidente.
—¿Y quién sí lo es? ¿Lilian Disney? —ríe—. Por Dios, Defne. Solo chasqueando los dedos haría que esa relación termine.
—Disney está super buena, si Loann y ella terminan, voy a poner mis manos en esos dos pastelitos, apuesto a que sus pezones saben a cereza—dice Gary sobándose las manos como una sucia mosca.
Obvio el comentario de Gary y sigo mirando a Trina.
—Dale, pero intenta que no te toque el culo o descubrirá que es falso —digo, sin diversión porque obviamente no puedo evitar estar molesta—. Como sea, esta conversación es estúpida. Besaré al pelirrojo y ya. Quiero ahorrarte un desplante, Tri —digo irónicamente.
—¿Solo por eso? —inquiere Trina, introduciendo una papa frita en su boca mientras sonríe de lado.
—Y por la dignidad de JC —barajeo.
Todos ríen, menos yo.
Voy a besar a otro chico para evitar que besen a mi chico. Genial.
Y ese chico aún no sabe que es mi chico. Estupendo.
—Y con lengua —agrega una de las gemelas.
—¿Están seguras de que no quieren que sea conmigo? Digo, Defne me odia. Todo el mundo odia a su ex —Trina aniquila con la mirada a JC.
Zigzagueo entre las mesas para llegar hacia el grupo de Loann. Cuando estoy a escasos pasos de ellos, dudo un poco. La espalda bien formada de Loann y sus manos jugueteando con la salera me hacen dudar si en verdad quiero darle esta imagen tan tonta de mí. Me hielo un poco cuando noto la fija mirada de sus amigos sobre mí, Loann aún de espaldas deja la salera lentamente en el centro de mesa y luego gira el rostro dejando su mentón muy cerca de su hombro. Sus ojos me miran de arriba hacia abajo.
Mi seguridad empieza a disolverse un poco.
Loann regresa la vista hacia sus amigos y continúa jugueteando con la salera.
—¿No es suficiente con verte en clase de River? ¿También tengo que soportarte en mis ratos libres?
—No vine por ti —me defiendo.
Sus amigos, incluido el pelirrojo, lo observan maravillados por su manera de hablarme. No es muy convencional que alguien se atreva a despreciarme.
—¿Viniste a contarnos como ahora dejaste de ser Defne para convertirte en la salvadora de cerdos?
—No, vine a contarles a tus amigos perdedores lo maldito insensible que eres.
Loann gira y me observa con ojos entornados.
Le doy una sonrisa fingida que guarda un: Jódete, idiota.
—¿Podrías enumerar los motivos por los que somos perdedores? —interviene la chica del cabello rizado, solo me fijo en que va muy pegada al cuerpo de Loann y que su mano está puesta sobre su brazo.
—Solo lo dice porque no estamos interesados en sus tontas fiestas —responde Loann.
—Novatos, siempre creyendo que la universidad se trata de eso —dice ella.
—Casi graduados, creyendo que cuando estén en el trabajo no desearán haber disfrutado al menos una vez —respondo.
—Nosotros nos divertimos a nuestra manera, tenemos trabajos por la tarde y no usamos el tiempo libre para pasar la tarjeta de papá —dirijo la mirada hacia ella—. Soy envidiosa, créeme, pero eso no me hace perdedora.
Loann le sonríe.
—¿Qué te hace pensar que uso la tarjeta de papá?
—¿La de mamá? —me cuestiona.
Voy a responderle, pero Loann me detiene.
—Déjanos en paz —pronuncia—. Continúa los juegos tontos con tu grupo de niños pijos.
—Ja,