Valeria Armas

When she was Obsessed


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      O cuando olvidé alimentar a mi prima de dos años.

      Doble Ups.

      A mi costado, hay dos señoras de aparentemente más de cincuenta años de edad. Una de ellas ojea una revista de chismes que ha tomado de la mesa de centro, y la otra tiene una mirada mortal sobre su competencia, es decir sobre mí.

      Me autoproclamo como la nueva niñera. No creo que a la señora Cooper le interese que su hija sea cuidada por una mujer que ríe efusivamente con los chismes de la sección de espectáculo y menos con otra que parece tener alma de Troncha Toro. No, señor.

      Y yo podría ser la Maestra Miel por unos buenos billetes mensuales.

      Cof, cof.

      Me concentro por segunda vez.

      Primera pregunta, Defne.

      ¿Por qué necesitas el trabajo?

      Mi madre sufrió un accidente y yo trato de ayudarla con los gastos hasta que ella se mejore, pero eso no significa que yo renuncie. Puedo quedarme hasta que usted crea conveniente.

      Eso, ser humilde y servicial siempre funciona.

      Bien, pensemos en la siguiente pregunta de la señora Cooper. Quizás desee conocer más sobre mí y a un nivel más profundo.

      ¿Cuáles son tus sueños, Defne?

      Mi sueño es conquistar a su hijo, que se case conmigo y tengamos una luna de miel llena de mucho sexo, amor y pasión. Darle como mínimo cinco nietos y ser felices para siempre.

      Sí, con eso me echa de su casa.

      Veinte minutos después de muchos nervios, sudor, tensión y más sudor, mi turno llega.

      Esperemos que no formule la segunda pregunta.

      ***

      —Bien, Defne, dime uno de tus sueños más anhelados.

      Mierda.

      Me congelo.

      Todo iba tan bien hace cinco minutos. La señora Cooper recordando que salvé a su hija de esas chiquillas delincuenciales, yo siendo la muchacha más gentil y dulce que pueda existir en este mundo, el trabajo a punto de ser mío, la vida sonriéndome nuevamente, yo pagando los gastos de casa... hasta que ella tuvo que formular esta pregunta tan complicada.

      Señora Annie, ¿cómo le explico que mi sueño más anhelado es ser la esposa de su sexi e inalcanzable hijo Loann Cooper? ¿Cómo le explico que probablemente usted me mataría al enterarse de todo lo que mi mente imagina con su hijo? Casados, claro está. Eso sí señora Annie, yo respeto a su hijo.

      Aclaro la garganta. Eso siempre funciona en estos casos.

      —Me gustaría pintar.

      Oh, ¿en serio dije eso? Debo haber analizado mucho esta pregunta, porque pintar debe ser uno de los sueños más recónditos que tengo.

      —¿Pintar? Maravilloso —comenta la señora Annie. Su mirada me dice que ella desea que continúe hablando, así que lo hago.

      —Bueno... yo... siempre me ha gustado pintar. Desde muy pequeña hacía retratos y cuadros de paisajes que imaginaba o de algún sueño que consideraba lindo. Desearía poder compartir ese talento con amigos o gente que le gustara el arte como a mí.

      Me estás asustando, Defne Prinsloo.

      —¿No te gusta tu carrera, Defne?

      —No, sí me agrada, pero... no es lo único en lo que quiero triunfar.

      Annie asiente y luego apunta algo en su cuadernillo. De repente la calidez de su oficina me empieza a resultar sofocante.

      ¿Va a contratarme o no? ¿Va a echarme o no?

      —Me gustó mucho tu respuesta, Defne. Siempre me ha encantado la gente que posee sensibilidad y el arte requiere mucho de ello.

      Agradezco bajito, luego ella pronuncia un nombre que me deja embobada.

      —Tengo un hijo, creo que no te lo había mencionado, se llama Loann.

      Cómo no voy a saberlo, si todas las noches sueño con él y su boca sobre mis labios.

      Hey, concentración o tendrás un bochorno justo aquí y ahora.

      —Siempre quise que tenga inclinación por el arte en cualquiera de sus formas, pero a él simplemente parece no interesarle. Mi esposo trató de que practique la guitarra o que aprendiera a cantar —ella sonríe recordando algo que obviamente no sé lo que es —. A mi esposo le gusta cantar y tiene una voz preciosa, cuando éramos jóvenes me escribía y dedicaba canciones... —sus mejillas se tornan rosadas. — Perdona, estoy perdiendo la ilación.

      Sonrío.

      Continúe suegra, me encantaría saber cómo hicieron para crear a esa maravilla de hombre que tienen por hijo.

      —No se preocupe, me gustan las historias de romance.

      La señora Cooper sonríe y continúa hablando. Me gusta su sonrisa porque es similar a la de Loann.

      —Como te decía, a Landon le encantaba cantar, era su sueño. Era muy bueno en ello, llegó a tener una banda y le iba muy bien en todo.

      Su sonrisa empieza a difuminarse. Ahora sus labios solo me muestran una línea recta.

      —¿Puedo preguntar qué pasó?

      Ella toma una de sus cabellos y lo lleva tras su oreja. La línea recta de sus labios ahora es un gesto condescendiente.

      —Lo dejó por nuestra familia. No pudo cumplir ese sueño. No hay día en que sienta que debí ayudarlo a hacer mucho más. Era y es muy talentoso.

      Me limito a quedarme en silencio, porque obviamente no sé qué decir y me siento algo impotente por eso, porque vamos, ellos parecen ser una familia genial, o al menos mucho mejor que mi desintegrado hogar. No creo que al señor Cooper le haya interesado mucho dejar el canto si con eso consiguió un hogar como este. Loann es genial y exitoso, su esposa es la mujer de cuarenta años más regia que he visto, Liana es la niña más dulce del planeta, y él (con todo respeto) es el señor/padre de familia más guapo que he visto en Charlotte.

      Son la familia Ingalls versión moderna.

      —Perdona, linda. No quiero ser pesada con estas historias, es que tu respuesta me ha traído recuerdos. Esos recuerdos me motivan a decirte que persigas ese sueño de convertirte en pintora. No dejes que nadie te detenga.

      Dejo mis hombros caer.

      —Por ahora prefiero mantenerlo como actividad extra curricular.

      Ella parece querer amonestarme.

      —Tengo una amiga escritora, ella es un ejemplo de que los sueños se cumplen si los persigues a una velocidad más potente que tus miedos. La citaré para que juntas te hagamos cambiar de opinión.

      Sonrío.

      —¿Cuál es su nombre? Pregunto porque mi madre trabaja como correctora en una editorial.

      —Mirian, Mirian Paz.

      Mis ojos se abren de par en par. Claro que sé quién es ella. Mamá siempre habla muy bien de su trabajo y dice que es genial en el género de romance.

      —¡Sé quién es! He leído su trabajo y mamá me ha hablado mucho de ella.

      Annie da un par de aplausos.

      —¡Me encanta! Qué lindo trabajo el de tu madre —dice algo enternecida, luego, frunce ligeramente el ceño—. Disculpa, ¿cuál es su nombre?

      —Diana Costa —pronuncio sonriente.

      Extraña y repentinamente los labios de la señora Vega se cierran y se vuelven a transformar en una línea recta. Por un momento creo que ella analiza el echarme de su casa, pero pronto su gesto deja de ser sombrío y su mirada se acongoja, como si el solo hecho de haber pronunciado