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Formar-se en psicología


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pues, como mencioné, estudié en escuelas públicas antes de ingresar a la universidad. En 1971 tomé mis primeros cursos en psicología y en ese periodo, de grandes tensiones sociales y políticas en el país y en el mundo, hubo docentes que se ocuparon de esos temas en las aulas –recuerdo a Salvador Santiago y a Ricardo Campos– mientras otros los ignoraron. Yo como estudiante percibía esa diferencia. En algunos casos se daba una enseñanza fuera del contexto social en el que estábamos viviendo; y en otros, los profesores buscaban esa vinculación entre el contexto social y las asignaturas. Quienes se ocuparon de estos temas los incluían en sus clases, algunos directamente y otros con preguntas. Comencé entonces a reflexionar en torno a esas diferencias entre mis profesores y profesoras y, al mismo tiempo, tomé conciencia de mis posibilidades de agencia para gestionar aprendizaje mediante lecturas independientes.

      A eso siguió la militancia política y conflictos familiares porque a la universidad se iba a estudiar para “ser alguien” no a meterse en política y problemas, y que por implicación se tomara el riesgo de “ser nadie”; en el camino me percaté de la centralidad de la educación en la formación y transformación de la mente humana. Al terminar el pregrado en Psicología, ingresé a la Facultad de Educación, en la que luego de completar los requisitos para ejercer como maestra de estudios sociales, completé una maestría en Educación con Especialidad en Orientación y Consejería. Tuve la oportunidad de ejercer como orientadora tanto con docentes como con estudiantes en todos los niveles del sistema educativo, desde escuelas primarias hasta universidades, en zonas urbanas y rurales. Las vivencias en ese periodo fueron impactantes por su complejidad y por las preguntas que me provocaban con respecto a la forma en que se interpretaban las conductas individuales de estudiantes y docentes, totalmente descontextualizadas. Me mortificaba que los niños y las niñas fueran vistos como portadores de problemas de aprendizaje sin que se diera atención a los problemas de enseñanza y a la relación con los contextos de práctica. Cuando me enteré de que había un proyecto para implantar un doctorado en psicología, regresé al Alma Mater para completar una maestría en Psicología en 1985. Entonces me incorporé al Departamento de Psicología como ayudante del director, que en aquella época era el Dr. Eduardo Rivera Medina, una de las personas fundamentales en la creación del Programa de Psicología Social Comunitaria.

      Tania: ¿Fuiste parte de esa creación?

      Wanda: No, ya Eduardo Rivera era director del departamento, él había sido clave en la creación de ese programa, tanto de maestría como de doctorado. En ese grupo participaron también las profesoras Irma Serrano, María Milagros López y Celia Cintrón. Mientras realizaba las funciones de ese cargo comencé a enseñar cursos, como una tarea parcial y descubrí que tenía el privilegio de realizar como trabajo una labor que disfrutaba a plenitud. Con el inicio del programa doctoral en 1986 volví a asumir el rol de estudiante y en 1989 fui la primera egresada del Programa Doctoral en Psicología en la UPR-RP. Y, más importante que eso, la alegría más grande en la vida de mis padres, que ya no volvieron a protestar porque la universidad “me había dañado la mente”. Ese mismo año fui reclutada como docente en el Departamento de Psicología, de donde me jubilé como catedrática en diciembre de 2011.

      Orienté mi trabajo académico al estudio del desarrollo humano, el aprendizaje y la cognición, los cuales abordé desde la perspectiva histórico-cultural que fui desarrollando. Este es un aspecto importante ya que muchas personas creen que estudié en otros países por realizar trabajos alrededor de dicho enfoque. Yo diría que esta formación fue autodidacta y casi por accidente. Resulta que tomé un curso de psicología fisiológica con la profesora Ilsa Echegaray, en el cual habló del “Trabajo Luria” y del cerebro funcional y sistémico. Nos dio una asignación para la que fui al depósito de libros de la Biblioteca Lázaro de la universidad, y buscando algo de Luria, me topé con El estudio del desarrollo de las funciones psíquicas superiores, primer trabajo que leí de Vigotsky. La conexión que tuve con este autor se debe en parte a que, en ese trabajo, encontré no solo ideas que yo tenía, sino algo que he reafirmado con los años: la intrincada relación entre psicología y educación. En ese libro estaba sintetizado todo lo que a mí me interesaba. Eso fue en 1986, eran pocos los ejemplares que se encontraban de Vigotsky por eso me obsesioné de buena forma en conseguirlos todos y eso fue posible hasta la mitad de los 1990, así que con el tiempo seguí profundizando.

      Para ese entonces habían comenzado los congresos internacionales. El primero al que asistí fue en 1987 en La Habana donde, por supuesto, la influencia del enfoque histórico-cultural era clara. Comencé a establecer comunicación con psicólogos y educadores que habían tenido formación en esta área y me compartieron sus trabajos, y el proceso de la búsqueda de mis intereses se intensificó con un diálogo que eventualmente ha seguido. Primeramente, con estos colegas y luego en América del Sur, en Argentina específicamente, había un desarrollo interesante del trabajo de Vigotsky y eventualmente con compañeros de España. Hasta tres o cuatro años antes de jubilarme logramos organizar un foro en la Facultad de Ciencias Sociales de la UPR-RP, en el que estuvieron Amelia Álvarez y Pablo del Río, los editores de la obra de Vigotsky en español. Además, estuvo Ricardo Vaquero, uno de sus máximos exponentes de Argentina, y Ricardo Rosa quien ha trabajado el enfoque en Chile, principalmente con problemas de aprendizaje. Poder haber organizado ese foro fue para mí la culminación de un proceso de años.

      Tania: ¿De ahí publicaron unas memorias o algún libro?

      Wanda: No, más adelante, porque seguimos trabajando el tema en Costa Rica, en el Instituto de Investigación Educativa, el cual está asociado a la Universidad de Costa Rica en San José. En 2007 celebraron un evento internacional para dialogar sobre Vigotsky y Paulo Freire. Me extendieron la invitación como conferenciante internacional a ese evento en el que se encontraban Gloria Fariñas de Cuba, Donaldo Macedo de la Universidad de Massachusetts, Carlos Rojas y Ángel Villarini de la Universidad de Puerto Rico. Luego de la conferencia hubo mucho interés en el tema porque ellos dominaban mucho a Freire, pero no tanto el enfoque histórico-cultural. Por lo tanto, me invitaron a dar un curso de introducción al pensamiento de Vigotsky al año siguiente, lo cual generó otros dos más (que serían intermedio y avanzado).

      De estos cursos, surgieron dos publicaciones importantes, la primera fue un número especial de la revista Actualidades Investigativas en Educación del Instituto de Investigaciones Educativas de la Universidad de Costa Rica en 2009, dedicado a Vigotsky y la educación; la segunda fue realizada por ese mismo instituto en 2016 y se trata de un libro titulado Vygotski y su legado a la investigación en América Latina. Se planifica otra publicación de un evento realizado en noviembre de 2017, en el cual se reflexionó sobre el legado a la psicología de Vigotsky, Freire y Martín-Baró. Así que ha sido un recorrido interesante que se ha fortalecido por lazos de colaboración, por gente que comparte el mismo interés. Una de las satisfacciones más grandes para mí es cómo he podido ayudar a formar personas en estas perspectivas.

      Un primer paso importante en ese recorrido fue la publicación de mi disertación doctoral bajo el título Hacia una práctica reflexiva de la consejería psicológica en Puerto Rico. Como docente creé e impartí cursos sobre este enfoque y sus aplicaciones, tanto a nivel de pregrado como de posgrado. En sus comienzos, el proceso de formación en la perspectiva histórico-cultural fue principalmente autogestionado, puede decirse autodidacta, fui localizando y leyendo todo lo que encontraba sobre el enfoque. En 1987 asistí al Congreso Interamericano de Psicología celebrado en La Habana y allí comenzó un intercambio con colegas que se habían formado en la antigua Unión Soviética y conocían y trabajaban la perspectiva; intercambio que mantengo hasta el día de hoy con colegas como Fernando González Rey, Albertina Mitjáns, Gloria Fariñas, Carolina de la Torre, Guillermo Arias, Manuel Calviño, Luis Moll y Pedro Portes, entre otros.

      Tania: ¿Quieres ahondar un poco más sobre tu experiencia docente?

      Wanda: La experiencia docente desde que me integré al Departamento de Psicología de la UPR-RP, en 1989, comenzó con la responsabilidad de ofrecer los cursos graduados de desarrollo humano, aprendizaje y cognición y desde entonces empecé a orientarlos hacia el enfoque histórico-cultural; en el caso de la investigación hice lo mismo. Me interesaba mucho el tema del lenguaje en Vigotsky y Luria y la función del lenguaje en la regulación