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Formar-se en psicología


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para las personas que vivían en ellas. Por otra parte, pusimos en marcha, en una localidad próxima a Valencia con fuertes tasas de inmigración, un gabinete de psicología aplicada en el ámbito de la educación el cual fue dirigido por María Victoria del Barrio, una excelente psicóloga y profesora de universidad, en psicopatología infantil y juvenil. Allí mi papel fue el de organizar y dirigir una cooperativa de psicólogos que desarrolló un acuerdo de servicios con el ayuntamiento de la ciudad; la contribución que hice en ese ámbito estaba en buena medida relacionada con los aspectos organizativos de los servicios.

      Por lo tanto, mi periodo de formación como investigador y profesor en los primeros años estuvo marcado por una combinación entre, por un lado, lo que podría ser investigación fundamental y básica para comprender lo que es la psicología –en especial desde la vertiente de su desarrollo histórico–; y por otro, la investigación e intervención aplicadas en contextos reales en varios ámbitos de la disciplina, evaluando sus resultados e implicaciones. Recuerdo que teníamos mucha ilusión por mostrar y demostrar a la sociedad y a los destinatarios de nuestras actuaciones la utilidad de la psicología en la sociedad ante las demandas reales.

      En el ámbito académico, las plazas a las que por mi perfil yo podía concursar públicamente (en oposición)3 para alcanzar la estabilidad (“tenure”) en la carrera de profesor universitario, eran las de psicología general, dado que no había por aquel entonces ese tipo de plazas con el perfil de historia de la psicología, lo cual supuso un esfuerzo importante para preparar todo el temario y la memoria que había que presentar sobre esa disciplina. Fue también una excelente oportunidad que aproveché con esfuerzo y empeño para estudiar y comprender los procesos psicológicos, analizarlos en profundidad y hacer una revisión actualizada de la literatura sobre los desarrollos recientes de la investigación en esos ámbitos. Esa preparación la pude ampliar después impartiendo durante varios años asignaturas básicas como psicología de la motivación, psicología del aprendizaje y psicología general. En esa época me interesé por la psicología de las organizaciones porque me parecía un ámbito de investigación y práctica profesional de gran riqueza, muy poco desarrollado en España y que suponía una magnífica oportunidad para integrar conocimientos disciplinares de la psicología general, social y diferencial. Decidí pues a comienzos de los ochenta iniciar mi propia línea de investigación en ese ámbito en la temática del estrés de rol laboral.

      Poco después, llegó la invitación del profesor Fernández-Trespalacios para escribir el libro Psicología de la Organización de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)4 y esa fue una gran oportunidad para revisar sistemáticamente los grandes temas de la psicología organizacional. Comentaré que el encargo requería escribir un amplio manual de esa disciplina que necesariamente debía tener treinta y seis capítulos, por lo que durante dos años, capítulo a capítulo, revisé de forma sistemática todos los temas centrales que aparecen reflejados en la obra, lo cual me permitió una formación sólida en ese campo.

      Juan Pablo: ¿Es ahí donde empieza tu interés y tu desarrollo en la Psicología de las Organizaciones?

      José María: Sí, ahí empieza. Desde comienzos de los ochenta empiezo a formar un pequeño grupo de investigación en el que jugó un papel primordial el ahora profesor José Luis Meliá y al que pronto se añadirían los ahora también profesores Rosario Zurriaga, Oto Luque, Vicente González-Romá y Fernando Prieto. La primera temática que abordamos, como he mencionado, fue la influencia social de los roles en las organizaciones y también el estrés de rol y sus competencias. Esta temática se mostró muy enriquecedora para un análisis multinivel (individual y organizacional) y con un enfoque que permitía atender a la persona y al rol que desempeñara en la organización así como a su entorno y matriz social (el conjunto de rol). También permitía analizar las implicaciones que el desempeño del rol y otros procesos relacionados tenían para el estrés y, en forma más general, la salud, el bienestar y también el desempeño laboral. Como se puede ver fue todo un acierto empezar por esta temática que ha resultado una primera declaración programática de buena parte de mi investigación posterior.

      Juan Pablo: ¿Qué reflexión haces de tu propia formación como psicólogo?

      José María: La formación inicial, y sobre todo la continua o permanente como psicólogo y como profesor de psicología, ha sido muy importante y una constante en mi carrera. Lo que resaltaría aquí es que es muy importante y muy interesante, pero si no va acompañada de una formación continua, tiene fecha de caducidad y además se degrada y deteriora. Es pues fundamental que los profesionales y los investigadores estemos permanentemente haciendo esfuerzos para ampliar nuestros aprendizajes con empeño y abordando las distintas temáticas, técnicas, tecnologías y metodologías que van apareciendo, gracias a la investigación en nuestro campo que es terriblemente dinámico e innovador. Si no actualizamos constantemente nuestra formación, un profesional (y también un investigador) no puede mantener el diálogo con los avances de la propia disciplina, tan relevantes para el propio trabajo investigador y profesional; irremisiblemente sus conocimientos quedan entonces obsoletos. Por lo tanto, yo diría que mi formación fue muy positiva, muy retadora, pero también muy provechosa, y su efecto más importante ha sido seguir alimentando las ganas, el empeño y el interés por seguir formándome como psicólogo y como investigador en psicología.

      Juan Pablo: Pasemos a la segunda parte de la entrevista, referida al estado actual de la formación en psicología. Dado tu conocimiento universal de la formación, me gustaría que nos aportaras una visión de ella a nivel global, pero también del contraste que encontrarías entre los niveles europeo y latinoamericano.

      José María: Creo que la formación universitaria contemporánea en psicología, desde una perspectiva histórica, ha hecho importantes progresos desde los inicios hasta la actualidad. Por otra parte, esos desarrollos han sido posibles por el crecimiento y la diversificación de la propia psicología en sus distintos ámbitos y subdisciplinas, y en su diálogo con otras ciencias como la economía, la biología, las neurociencias y la sociología; también con la filosofía y la antropología. Todo ello ha hecho que haya una mayor diversidad en la formación del psicólogo y mayor conciencia de que es necesario combinar una formación científica y profesional. Es muy importante que haya prácticas y estrategias de intervención y una mayor conciencia del contexto en el que se aplica la disciplina y que no se enfoque la formación de manera abstracta in vacuo o in vitro, sino que tenga en cuenta el contexto.

      La demanda de formación en psicología en muchas partes del mundo ha sido apabullante e impresionante y eso también tiene una cara menos positiva, porque ese exceso de demanda ha hecho que no siempre la oferta que se ha proporcionado sea de suficiente calidad ni que los resultados que se obtienen sean los que se necesitan para cumplir adecuadamente sus diferentes funciones. Hay gente que estudia psicología por mera curiosidad intelectual y por entender la realidad, son titulados, pero no pretenden ser psicólogos, si entendemos como tales a los titulados que desempeñan ese rol profesional.

      En cualquier caso, la formación de los psicólogos es, en muchos casos, muy positiva; hay metodologías, herramientas y materiales magníficos, y también un progreso y un avance en las formas de enseñar que son cada vez más eficaces. Cuando esa formación va dirigida a la preparación para el ejercicio profesional, no puede consistir únicamente en transmisión de conocimientos; ha de formar también en habilidades, destrezas, actitudes y, sobre todo, en competencias. Además, cada vez más se está tomando mayor conciencia de la importancia de los componentes éticos de esa formación, de la responsabilidad profesional, del poder como expertos que tienen los psicólogos y cómo se ha de utilizar de manera adecuada con respeto al destinatario y al usuario, y con el rigor y la responsabilidad social que requiere. Entiendo que en todos estos aspectos ha habido progresos, pero junto a ellos veo zonas de sombra, porque no siempre la calidad de la formación es la que debiera ser, y no siempre lo que hay detrás del papel que refleja que esa persona es titulada en psicología y le autoriza para el ejercicio profesional en ese ámbito, garantiza una preparación y cualificación científica y profesional adecuada.

      Además, hay retos fundamentales, entre ellos, lograr una identidad de la psicología como ciencia, como disciplina y como