ella “ya no podía más con esto”. Los primeros días en el neuropsiquiátrico fueron tremendos... Allí estaban alojados varios pacientes cuya internación se había tramitado en mi oficina. Un par, tenían causas judiciales en el fuero penal y habían sido declarados inimputables en causa de violación, de homicidio. Yo los había atendido varias veces. Corbalán, Ojeda, Campos..., apellidos y personas que no me resultaban indiferentes; conocía mucho más de sus “prontuarios” e historias familiares que los médicos y enfermeros que los asistían. Juan G., por ejemplo, era un joven esquizofrénico. En una visita judicial a su casa, lo encontramos atado con una cadena dentro de una casilla de chapa con piso de tierra. Estaba lleno de piojos y escaras en la piel. Llevaba años ahí sin contacto con el afuera... El lugar era rancio y oscuro... Una tarde, en pleno ataque esquizoide, Juan rompió todas las puertas de la Clínica a puñetazos; vi como volaban astillas y chorros de sangre de sus manos. Todas las tarde, cuando me veía, venía a sentarse en el piso al lado mío, le gustaba que le acariciara la cabeza… Mi padre estuvo internado once años allí... Juan G. murió mucho antes que él. [...]
(E): Una vez más aquí se da aquello del observado dentro del campo de observación... ¿Rehiciste tu vida, tenés una nueva pareja?
(PP): ¡Hay expresiones que resultan sorprendentes!: “re–hacer la vida”. En realidad creo que pasé por muchas vidas en esta vida… y en tantos roles… En ocasiones, tenemos que abandonar la vida que habíamos planeado porque ya no somos la misma persona que hizo aquellos planes... Respecto a lo de si tengo pareja, sí, tengo pareja, desde el año noventa y siete que estoy con mi compañero de ruta… Eduardo es mi “novio” [RISAS], hace más de veintiún años...
(E): ¿Y cómo es esa relación?
(PP): Somos diametralmente “des–parejos”, por eso, además, me causa gracia esta cuestión de estar “en pareja”. Somos muy distintos Y pertenecemos a generaciones distintas. Fuimos criados incluso en culturas, ciudades y épocas diferentes. Creo que esa es la clave… A veces vamos por la vida buscando lo homogéneo..., la otra mitad de “la naranja”. Creo que la riqueza está en la diferencia, porque todo pasa por la comprensión, por el respeto y el amor así entendido.
(E): ¿Uds. formaron una familia?
(PP): Sí. Me resulta inevitable a partir de esta pregunta reflexionar: ¿qué es una familia?
(E): ¿Qué pregunta, no?
(PP): Creo que pasé por varios tipos de familia: la de origen, la nuclear, la materna, la paterna, la clásica, la extendida, la deseada, la monoparental, la ensamblada, la consanguínea, la elegida, la cercana, la de Europa… ¿Tantas!, aunque a los fines legales y jurídicos, mi familia actual sería una familia “de hecho”. Obvio: en “los hechos”, es una familia [RISAS]. La familia, para mi, es un “no espacio” de sostén, donde hay una sumatoria de presencias en su justa medida y mucha riqueza afectiva. Para mí la familia es aquella que nos proporciona apoyo y seguridad, aquella por la que sentimos responsabilidad y no una “obligación”, la que nos hace actuar con la mejor versión de nosotros mismos por amor y no por culpa o sometimiento; aquella que es feliz si alguno de sus integrantes está feliz, y no busca que cumplamos expectativas ajenas. Y es que muchas veces nos sentimos alejados de la familia consanguínea o los miembros de ella, tomando caminos tan distintos a lo esperado…, y “nada” nos une luego excepto esa convención social: “ser de esa familia”. La familia que se reúne una vez por año, para los cumpleaños o la Nochebuena…, más allá de eso tan circunstancial…, por lo general suele no quedar, más allá de ello, ni sana convivencia, ni amor verdadero, nada de toda esa convención. Son familias que se conforman por esos seres que se dicen primos, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, cuñados…, con los que compartís algunos momentos pero que no saben nada de vos. Mi familia viene de apellidos y raíces diferentes, sus integrantes tienen cercanía y también viven a kilómetros de distancia… Está en el ADN y en la mirada… [...]
(E): Y a esta nueva familia, ¿Qué la hace rica?
(PP): La enriquece la madurez, el diálogo, el perdón. Hubo hechos gravísimos que tuvimos que transitar juntos... .
(E): ¿Cuáles?
(PP): Recibir la noticia de la existencia de G por ejemplo, el hijo biológico de mi actual pareja, noticia que causó un temblor fuerte entre todos y que nos dejó consecuencias y heridas dolorosas, especialmente porque se desenmascararon muchas mentiras y secretos familiares, y... [Hace una pausa] ¡Yo no tolero las mentiras!
(E): ¿Y cómo fue eso?, digo: “...recibir la noticia de la existencia de un hijo de tu pareja...”
(PP): Me acuerdo que fue un domingo a la mañana... Nos estábamos por levantar y él me dijo: “Tengo que contarte algo y no sé cómo empezar…”. Llevábamos unos siete años de relación…, habíamos formado una familia, mi hija estaba próxima a cumplir dos años... Nunca lo había visto así, tenía la voz entrecortada. Pensé: “lo despidieron”, “está enfermo y tiene una enfermedad grave”, “está con otra mina”. En menos de diez segundos, me pasaron esas tres ideas por la cabeza, así, en ese orden. Le dije en broma: “por el principio; empezá por el principio”. Y ahí me contó que el jueves de esa semana se habían presentado en la Compañía donde él trabajaba, dos personas con un nene de unos nueve años, acompañados del Jefe de la Policía de la Provincia, el tío del nene; que pidieron hablar con él en la oficina de informes, y cuando bajó a atenderlos, le dijeron: “Este es tu hijo...”, así, sin más... [Hace una pausa]. [...] El nene se acercó corriendo entonces..., lo abrazó y le dijo “papá”... Él me dijo que se quedó paralizado; que no sabía qué hacer, qué decir, nada...; que quedó estupefacto y que desde entonces estaba shockeado y no encontraba el modo de decírmelo...
(E): ¿Y cuál fue tu reacción?
(PP): Me levanté de la cama, la cabeza me iba a mil; los números me cerraban. Si el nene tenía nueve años… y nosotros estábamos juntos hacía siete… el asunto venía atado a una relación anterior, de cuando yo no lo conocía. Lo único que pude decirle fue: “vas a tener que buscar ayuda con esto, yo “no puedo más”, si querés llamá a Laura”, quien había sido tiempo atrás mi analista. No podía creer lo que estaba sucediendo y sabía que esto era sólo el principio...
(E): Contame acerca de ese “no puedo más”...
(PP): Tuve a mi hija casi a los 41 años y padecí un síndrome de menopausia temprana que trastocó todo mi sistema endócrino, cosa que repercutió en mi salud; no la pasé bien. Por otro lado él, en esa época, trabajaba en una compañía petrolera en el campo donde hacía guardias rotativas, cosa que implicaba estar muchos días fuera de la casa… Entre una cosa y la otra, me sentía física y mentalmente agotada...
(E): ¿En la oficina donde trabajás también se sustancian trámites de filiación de este tipo?
(PP): Sí, así es. Además atendemos este tipo de problemáticas desde las dos partes: del que reclama la filiación, ya se la madre o el hijo, y del que la rechaza –o también la reclama–, es decir el padre biológico… En todos los casos, lo que abunda es el dolor, el sufrimiento..., y yo podía imaginarme lo que se venía para nosotros…
[...]
(E): La vida, la muerte, la salud, la identidad, la discapacidad, los ciclos vitales; niñez, adolescencia, edad adulta, vejez; la comunicación, la violencia intrafamiliar, los derechos económicos, sociales, culturales vulnerados..., todos temas que hacen a nuestra manera de “ser humanos” ¿Cómo pudiste sobrellevar estos treinta y nueve años de trabajo?
(PP):