Rosa Castilla Díaz-Maroto

El despertar de Volvoreta


Скачать книгу

primer botón de la blusa y hunde sus labios en mi escote a la vez que respira profundamente como si quisiera apoderarse de mi aroma de una sola vez. Abro los ojos y me encuentro con los suyos: excitados, lascivos… mirándome mientras sigue respirando mi aroma con verdadera veneración.

      —Que bien hueles Marian… ¿sigo? —susurra.

      ¿Me está pidiendo permiso? Dudo, pero no contesto.

      Sí, me apetece estar con él… pero… ¿desde cuándo es tan atrevido? Él es más bien tímido como yo. Nunca pensé que nuestro acercamiento se produciría de esta manera. Para mí lo lógico hubiera sido una cena y una larga pero emotiva conversación sobre lo que queremos y hacia donde deseamos ir los dos. Trato de respirar hondo y desterrar mis miedos. No me he dado cuenta en todo este tiempo de que ha cambiado. Le noto más adulto, más hombre, ¿y yo, dónde me he quedado? ¿Navegando en el limbo todo este tiempo? Seguramente así ha sido —me respondo a mí misma.

      No soy capaz de contestar a su pregunta, la excitación y mis dudas me lo impiden. Por un momento mi mente me pide que pare, esto no entraba en mis planes, pero… desabrocha el siguiente botón lentamente ¡Ay Dios! Mis senos están casi al descubierto, solo los cubre el sujetador. Le observo, y él me observa a mí, me mira a los ojos sabedor de lo que está consiguiendo. Poco a poco consigue conquistar un pedacito de mi cuerpo, un pedacito de mi mente para fundir y grabar sus sentimientos en él. Desabrocha lentamente otro botón. Me muero de excitación a la vez que me pregunto: ¿cómo puedo permitir que siga conquistando mi cuerpo? Sigue besándome mientras anula mi voluntad. Desabrocha uno a uno los restantes botones (ya no quedan más). Me coge suavemente por la cintura. No soy capaz de reaccionar, mi cuerpo solo responde a los estímulos que propaga convenientemente por él. Comienza a sembrar mi vientre de besos. Con la punta de su lengua acaricia mi ombligo, juguetea con él. Mi cuerpo se mueve excitado, siento presión en el pecho y el corazón… desbocado; quiero disfrutar con intensidad, a la vez que parte de mí quiere revelarse y parar… ¡Dios, es un hechicero! Me tiene a su merced y yo no puedo nada más que abandonarme a sus deliciosas y delicadas caricias.

      Se pone en pie mientras con desesperante lentitud desabrocha uno a uno los botones de su camisa. Yo no aparto ni por un segundo mis ojos de los suyos, solamente en el preciso momento en que veo asomar su torso, su piel perfecta… hace tanto tiempo que mis dedos no se pasean juguetones por él… Desabrocha los puños de la camisa y la hace descender despacio por sus brazos. Me quedo literalmente con la boca abierta admirando semejante visión. Excitada, muy excitada y… mojada. Acaba de quitarse la camisa y la deja sobre el respaldo del sofá. Me mira con la cabeza ladeada, sus ojos destilan deseo y se muerde el labio con una ligera presión. Su torso tiene suavemente marcados los músculos del pecho y el abdomen y sus fuertes hombros y sus brazos me sorprenden. Sus músculos están perfectamente marcados ¿cuándo se ha puesto tan bueno? —me pregunto consternada—. Ahora… se desabrocha el cinturón ¡madre mía! seguidamente el botón del pantalón. Mi cuerpo está… crujiendo totalmente entregado al placer que es… admirar su cuerpo. Siento un ligero dolor entre las piernas…

      ¡Ummm! ¡Me gusta!

      Se baja lentamente la cremallera del pantalón.

      Al ver que la cosa está subiendo de tono me viene a la mente como un rayo mi amiga.

      —¡¡Carlos!! ¿Andrea?

      —Ella se ha marchado, estamos solos tú y yo —dice con voz ronca por la excitación.

      Mi querida amiga compinchada con él. No es de extrañar.

      Es evidente que está muy excitado, un bulto de dimensiones considerables se eleva entre sus piernas. Se vuelve a arrodillar a la altura de mis caderas, pasea por ellas sus manos, lentamente, de arriba abajo mientras fija sus ojos en el blanco sujetador que cubre mis senos. Después de recrearse por unos instantes, se decide a desabrochar mi pantalón. Observo como le tiemblan los dedos y como cierra por unos instantes los ojos mientras lo desabrocha. Su pecho se agita visiblemente y el mío también. Me gustaría participar con mis caricias hacia él… pero le dejo hacer. Contengo la respiración. Él está lejos de mi alcance. Mi pecho sube y baja excitado, la sangre bombea y bombea una y otra vez en mis sienes. Mis caderas se mueven ante tal provocación. Anhelo sus caricias, esas caricias que en tiempo pasado nos hicieron pasar maravillosos momentos. Sus temblorosos y anhelantes dedos bajan lentamente la cremallera de mi pantalón, noto la leve presión que proyecta sobre el pubis mientras la baja. Todo mi cuerpo se estremece, no puedo seguir mirando; mis ojos huyen del campo de batalla y se pierden en el techo del salón suplicando compasión. Quiero tocarle… pero… no me atrevo, no me atrevo a tomar parte.

      —Eres perfecta Marian. Tu cuerpo sigue tal y como lo recordaba: suave, firme, cálido y sugerente.

      Aparto mi mirada del techo y le miro. ¡Sí… te deseo! Le digo con mi mirada. No me atrevo a pronunciar esas palabras… pero mis ojos hablan por sí solos, las palabras en este preciso momento considero que sobran.

      Sus manos se colocan en la cinturilla del pantalón y lentamente lo arrastra hacia mis tobillos, dejando al descubierto la delicada braguita de encaje blanco que cubre mi sexo. Me quita los zapatos y, a continuación, termina de sacar el pantalón por los pies. Lentamente.... sus manos suben desde mis tobillos hasta separar con mucha delicadeza mis piernas. Acaricia la cara interna de mis muslos, los besa, los lame y los mordisquea con mucha ternura, disfrutando de cada porción de piel; de cada porción de mí. Sus tímidos dedos rozan el delicado encaje de mis braguitas. Humedece sus labios hambrientos mientras observa como respondo a sus provocadoras caricias. Desliza tímidamente el dedo índice de su mano derecha por el borde de la braguita y baja… hasta que deja paso al pulgar. Hace una lenta incursión, me acaricia —estoy muy mojada y eso le excita de manera especial—mi cuerpo arde en deseo y la respiración es cada vez más agitada, no puedo evitar que mi pelvis se mueva bruscamente al sentir el tacto de su dedo. Con lentitud se levanta mirándome a los ojos. Su mirada me dice que queda lo mejor por venir. Se quita los pantalones; no puedo evitar mirar… está muy excitado, el corazón golpea con fuerza mi pecho, me estoy derritiendo.

      Se tumba despacio sobre mí, provocando una reacción desmesurada en mi interior; una ola de sensaciones vuelve a recorrer todo mi cuerpo. Su piel desprende una calidez reveladora, penetra en mi cuerpo calentando y alimentando aún más el fuego que siento dentro. Noto su miembro rebelde sobre mi pelvis, está firme y a duras penas puedo contenerme… mi cuerpo es como una presa que está a punto de desbordarse, necesito que fluya el torrente de placer por cada célula. Tengo la boca seca. Me besa, humedece con su saliva mi boca y bebo de él. ¡Qué bien sabe! Su sabor… me desvela la necesidad de beber más de él, de fundirme en su boca y traspasar todas las barreras de lo razonable.

      Mis manos tímidas y especialmente sensibles comienzan lentamente a acariciar su espalda, a tocar su piel. Percibo emocionada el tacto de esta. Se estremece ante el suave roce de mis dedos al recorrer su cuerpo. Esconde su rostro en el hueco que hay entre mi cuello y mi hombro para a continuación besarlo y acariciarlo con sus labios… Le abrazo con toda la ternura que soy capaz de transmitir y él lo capta, capta la carga emocional que trato de transmitirle. Levanta la cabeza y me mira a los ojos a una distancia intimidante y desconcertante.

      No puedo creer que esto esté sucediéndome. Estoy fundida piel con piel con él. Las sensaciones son demasiado fuertes.

      Sus ardientes labios me murmuran sin apartar sus ojos de los míos:

      —Marian… ya estás preparada. Yo lo deseo y sé que tú también. Hace… demasiado tiempo…

      No puede acabar la frase. Se está volviendo loco de excitación. Su boca baja por mi cuello acariciándome con sus labios mientras aparta con sus manos los tirantes del sujetador. En este momento no hay quién lo pare. Retira la poca tela que cubre los senos quedando al descubierto. Los músculos de mi cuerpo se han vuelto de mantequilla. Con su mano derecha me acaricia el pecho estrujando suavemente entre sus dedos cada seno. Mis tímidas manos aprovechan el momento para acariciar su suave y musculosa espalda. Su tacto me vuelve loca. Es todo mío. Aprovecho para acariciar su cintura y ascender de nuevo por sus dorsales con angustiosa lentitud. Él no cesa de moverse y de estimular su sexo contra mi pubis,