y de Jia Zheng de la mansión Rong, se llamaba de soltera Jia Min. Si no me crees, pregúntalo a tu regreso.
Con una carcajada Yucun golpeó la mesa:
—Con razón mi alumna siempre pronuncia mi en vez de min [19] , y al escribirlo se come uno o dos trazos. Me tenía muy intrigado el motivo, pero ahora lo comprendo. Entiendo, además, por qué habla y se comporta de manera tan distinta a la del común de las damitas de hoy en día. Ya sospechaba yo que debía tener una madre muy especial. Si es nieta de la casa Rong, eso lo explica todo. Lástima que su madre muriera el mes pasado…
—Era la menor de las cuatro hermanas, pero ahora también ha desaparecido —dijo Zixing—. Ya no queda ninguna. Y ya veremos los esposos que encuentran para las hijas de la nueva generación…
—Ciertamente —asintió Yucun—. Hace un momento mencionabas al hijo de Jia Zheng, el que nació con un jade en la boca, y te referiste a un niño que dejó su hermano mayor. ¿Y qué hay de Jia She? ¿No tiene hijos?
—Después del nacimiento de Baoyu, Jia Zheng tuvo otro con su concubina, pero de ése no sé nada. O sea, que tiene dos hijos y un nieto. Pero vete a saber cómo son. También Jia She tiene dos hijos. El mayor, Jia Lian, ya tiene más de veinte años y hace dos se casó con una sobrina de la dama Wang, la esposa de Jia Zheng. Este Jia Lian, que se ha hecho con un cargo de subprefecto, no se interesa por los libros pero es muy hábil para las cosas del mundo; vive con su tío Jia Zheng y le ayuda en sus negocios. Desde que se casó se ha visto desplazado por su esposa, una mujer a la que todos elogian. Dicen que es muy guapa y elocuente, y tan astuta y llena de recursos que no hay hombre a su alrededor que se le pueda comparar.
—Todo eso confirma lo que te estaba diciendo. Lo más probable es que todos estos a los que hemos estado aludiendo sean una mezcla de esencias buenas y malas. Todos se parecen.
—Olvídate ya del bien y del mal —protestó Zixing—. No hemos hecho sino chismorrear como comadres. Bébete otra copa.
—Hablando y hablando, ya he bebido demasiado.
—El chismorreo acompaña bien el vino. ¿Por qué no bebes un poco más?
Yucun miró por la ventana.
—Se está haciendo tarde. Pronto cerrarán las puertas de la ciudad. Volvamos dando un paseo y continuemos nuestra charla por el camino.
Dicho lo cual pagaron la cuenta, y ya se disponían a partir cuando una voz resonó a sus espaldas.
—¡Enhorabuena, hermano Yucun! ¿Qué haces aquí, en pleno campo?
Yucun volvió bruscamente la cabeza y vio…
Capítulo III
Amparándose en un personaje influyente,
Jia Yucun recupera su cargo perdido.
Abandonando a su querido padre, Lin Daiyu
emprende viaje a la capital.
Volviéndose, Yucun vio que se trataba de Zhang Ruguei, oriundo de esa localidad y antiguo colega que, tras haber sido depuesto de su cargo por los mismos motivos que él, había regresado a Yangzhou. Ahora bien, Ruguei estaba moviendo los hilos necesarios para encontrar un destino, ya que corría el rumor de que en la capital había sido decretada la restitución en sus cargos de los antiguos funcionarios apartados del servicio. Por eso había felicitado tan efusivamente a Yucun en cuanto lo vio, y, una vez intercambiados los saludos de rigor, no tardó ni un momento en darle la buena nueva. Naturalmente Yucun se alegró, y, después de unos cuantos comentarios nerviosos y apresurados, cada uno se marchó por su lado.
Leng Zixing, que lo había oído todo, propuso inmediatamente a Yucun pedir a Lin Ruhai que gestionase el apoyo de Jia Zheng en la capital. Aceptando el consejo, Yucun volvió para confirmar la noticia en la Gaceta de la Corte, y al día siguiente expuso su caso ante Lin Ruhai.
—¡Qué feliz coincidencia! —exclamó él—. Resulta que, desde la muerte de mi esposa, mi suegra ha estado muy preocupada porque mi hija no tuviera quien la criase, y ha enviado dos juncos con criados para llevarse a la niña a su lado, a la capital, pero yo he retrasado la partida mientras ha estado enferma. Me preguntaba cómo podría devolverle a usted el favor que me ha hecho instruyéndola durante todo este tiempo, y esto me da la oportunidad de mostrarle mi aprecio. Descuide. Escribiré una carta a mi cuñado pidiéndole que haga lo que pueda por usted, como modesta compensación por todo lo que le debo. No se preocupe por cualquier gasto que se ocasione, también eso lo aclararé con él.
Yucun hizo una profunda reverencia y dijo:
—¿Me permite preguntarle qué cargo ostenta su respetable cuñado? Temo ser demasiado vulgar para importunarlo.
Ruhai sonrió:
—Mis humildes parientes pertenecen al mismo clan que usted. Son los nietos del duque de Rongguo. Mi cuñado mayor, Jia She, cuyo nombre de cortesía es Enhou, heredó la graduación de general del primer rango. El segundo, Jia Zheng, cuyo nombre de cortesía es Cunzhou, es subsecretario de la Junta de Obras. Es hombre modesto y generoso como su abuelo. Por eso le escribiré exponiéndole su caso. Si se tratase de algún funcionario arrogante y frívolo yo estaría deshonrando sus altos principios, hermano, y a mí me resultaría despreciable hacer una cosa así.
Sus palabras confirmaron lo que Zixing había dicho el día anterior en la taberna, y Yucun dio de nuevo las gracias a Lin Ruhai.
—Para el viaje de mi hija a la capital he elegido el segundo día del mes que viene —prosiguió Ruhai—. ¿No piensa que a ambos les convendría emprender juntos la jornada?
Yucun asintió prontamente y con profunda satisfacción; luego tomó los presentes y los gastos para el viaje, y comió las viandas que Ruhai le había preparado.
Su alumna Daiyu, que acababa de reponerse de sus males, casi no pudo resistir la idea de separarse de su padre, pero a la postre tuvo que acatar los deseos de su abuela.
—Tengo casi cincuenta años y no pienso volver a casarme —le dijo su padre—. Tú eres joven y tu salud es delicada. No tienes madre que te cuide, ni hermanos o hermanas que se hagan cargo de ti. Yo me quedaré mucho más tranquilo sabiendo que estás con tu abuela y con tus primas. ¿Cómo puedes negarte?
Y la niña partió en un mar de lágrimas acompañada por su ama y algunas sirvientas mayores de la mansión Rong, seguida en otro junco por Yucun y dos pajes.
En su momento llegaron a la capital e hicieron su entrada. Yucun se acicaló, y acompañado de sus pajes se dirigió a la puerta principal de la mansión Rong, donde entregó una tarjeta de visita presentándose como «sobrino» de Jia Zheng.
Jia Zheng, que ya había recibido la carta de su cuñado, le hizo pasar enseguida. Yucun tenía una apariencia impresionante y su conversación distaba mucho de ser vulgar. Dado que Jia Zheng simpatizaba con los eruditos y que, al igual que su difunto abuelo, disfrutaba honrando a los letrados dignos y ayudando a los que estuvieran en apuros, y dado además que éste venía recomendado por su cuñado, Yucun recibió un trato extraordinariamente bueno y toda la ayuda que se le pudo prestar. El mismo día que lo solicitó al trono, Yucun fue rehabilitado y se le indicó que esperase un destino. En menos de dos meses fue enviado a Jinling para ocupar el cargo vacante de gobernador de Yingtian [1] . Despidiéndose de Jia Zheng, eligió un día para trasladarse a tomar posesión de su nuevo cargo. Pero basta ya de hablar de Yucun.
Volvamos a Daiyu. En el embarcadero la esperaban un palanquín de la mansión Rong y unas carretas para su equipaje. Su madre le había hablado mucho del esplendor de la casa de su abuela, y durante los días anteriores se había sentido impresionada por los alimentos, la ropa y la conducta de las sirvientas de rango inferior que la acompañaban. Decidió que debería comportarse con sumo cuidado en su nuevo hogar y mantenerse en guardia todo el tiempo, sopesando cada palabra para no ser el hazmerreír