Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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quemarlo. Sal del santuario, porque has pecado, y tú no tienes derecho a la gloria que viene de Yahvé Dios”. Entonces Ozías, que tenía en la mano un incensario para ofrecer incienso, se llenó de ira contra los sacerdotes. En ese momento le brotó lepra en la frente, delante de los sacerdotes en la casa de Yahvé, junto al altar del incienso. Cuando el sumo sacerdote Azarías y todos los sacerdotes lo miraron, se dieron cuenta de que tenía lepra en su frente. Entonces lo hicieron salir apresuradamente de aquel lugar; y él también se dio prisa en salir, porque Yahvé lo había herido (2 Cron 26, 16-20).

      Tras haber expuesto las circunstancias que condujeron a la lepra del rey, el Cronista retoma el texto del libro de los Reyes, donde se menciona también la lepra, y se afirma que el rey siguió siendo leproso hasta el día de su muerte, y que vivía en una casa de reclusión, sin ser ni siquiera capaz de visitar el templo de nuevo. Pero en contra de la afirmación del libro de los Reyes, donde se decía que él fue enterrado en la ciudad de David, el Cronista afirma, con más precisión, que no fue enterrado en el sepulcro de los reyes, sino que, dado que había sido leproso, y que así llenaría de impureza el sepulcro de los reyes anteriores, fue enterrado en el campo, aunque cerca del lugar de esos sepulcros. Pero antes de introducir esta conclusión a la historia del reinado de Ozias, y en lugar de referirse a los Anales de los reyes de Judá, como había hecho el autor del libro de los Reyes, o de introducir algunas citas que encontramos ordinariamente en estos casos, el autor de Crónicas afirma simplonamente que “el resto de los hechos de Ozías, los primeros y los últimos, fueron escritos por el profeta Isaías, hijo de Amós” (2 Cron 26, 22).

      Posiblemente no puede aludirse aquí a las profecías de Isaías sobre el tiempo de Ozías, ni a las predicciones de alguna parte histórica del libro original de Isaías, porque en ese caso podríamos esperar esa misma noticia al final del relato del reinado de Jotán o, por lo menos, al final del de Acaz (cf. 2 Cron 27, 7; 28, 26). Es pues inconcebible que el libro de predicciones de Isaías hubiera contenido un informa profético o histórico de los primeros hechos de Ozias, ya que Isaías fue posterior a Amós e incluso a Oseas y su ministerio publico no comenzó de hecho hasta el final de su reinado, es decir, el año de la muerte de Ozías.

      Ciertamente, el libro de las Crónicas menciona dos obras históricas dentro de la primera época de los reino divididos, es decir, la de Semaias y la de Iddo, la primera de los cuales se refería más específicamente a toda la historia de Roboam (2 Cron 12, 15) y la segundo a la historia de Ajías (2 Cron 13, 22). Por otra parte, el mismo libro de las Crónicas alude en la segunda época, a una obra histórica escrita por Jehú ben Hanani, que contenía una historia complete de Josafat, desde el comienzo hasta el fin (2 Cron 20, 34). Pues bien, en esta tercera época, este libro habla de Isaías, hijo de Amós, el mayor profeta judío de esa época, como autor de una historia especial de Ozías, que no ha sido incorporada en sus “visiones”, como la historia de Ezequías (cf. 2 Cron 32, 32) , sino que formaba una obra independiente.

      Además de esta historia profética de Ozías, hubo también una historia escrita en forma de Anales, como muestra claramente 2 Rey 15, 6; y es bien posible que los Anales de Ozías estuvieran ya redactados cuando Isaías comenzó su obra, y que así pudiera haberlos utilizado. En esa línea, la finalidad básica de las historias proféticas era la de mostrar la conexión interna y divina entre los diversos acontecimientos externos, que los Anales se limitaban simplemente a registrar. Los escritos históricos de un profeta eran únicamente la otra cara de su obra más puramente profética.

      A la luz del Espíritu de Dios, la obra histórica profundizaba en el pasado, la profética, en cambio, en el presente. Ambas se relacionaban con los caminos de la justicia y de la gracia divina y vinculaban así el pasado y el presente, desde la perspectiva de la finalidad auténtica en que ambos caminos coincidían. Jotán sucedió a Ozías tras haber actuado como regente o, mejor dicho, como virrey a lo largo de varios años (2 Rey 15, 32-38):

      Él subió al trono en el segundo años de Pécaj, rey de Israel, cuando tenía veinticinco años de edad y reinó dieciséis años en Jerusalén… E hizo lo recto ante los ojos de Yahvé, pero él siguió permitiendo la adoración en los lugares altos, como su padre había hecho. Él edificó la puerta superior del templo (cf. 2 Rey 15, 32 ss.).

      Tan pronto como ha terminado de decir esto, el autor del libro de los Reyes se refiere a los “Anales”, añadiendo simplemente, antes de concluir con la fórmula usual relativa a su entierro en la ciudad de David, que en aquellos días, es decir, hacia la conclusión del reinado de Jotán, comenzaron las hostilidades de Rezín de Damasco y de Pécaj de Israel, como un juicio de Dios sobre Judá. Sin embargo, el Cronista, introduce varios añadidos valiosos al texto del libro de los Reyes, que él ha copiado palabra a palabra hasta la noticia sobre el comienzo de las hostilidades en la guerra siro-efraimítica (cf. 2 Cron 27, 1-9). En ese contexto se incluye la afirmación de que Jotán no entró a la fuerza en el lugar santo del templo, pues ella aparece sólo como una forma de limitar la aserción realizada por el autor del Libro de los Reyes sobre la igualdad moral de Jotán y de Ozías, inclinándose a favor del primero.

      Las palabras “pero él siguió permitiendo la adoración en los lugares altos” no contienen nada nuevo, sino que son simplemente la expresión resumida que utilizan las Crónicas para indicar el hecho de que el pueblo siguió adorando en los lugares altos durante el reinado de Jotán. Pero encontramos algo nuevo en la anotación relativa a la construcción de la puerta superior del templo que, tal como está, aparece de un modo extraño y abrupto en el libro de los reyes, donde se dice:

      Fue él quien edificó la puerta mayor de la casa de Yahvé, y también muchas otras edificaciones sobre el muro Ofel (es decir, fortificó aún más la parte sur de la colina del templo). Además edificó ciudades en las montañas de Judá, y construyó fortalezas y torres en los bosques (como lugares de observación y defensa como ataques enemigos). También tuvo él guerra con el rey de los hijos de Amón, a los cuales venció; y le dieron los hijos de Amón en aquel año cien talentos de plata, diez mil coros de trigo y diez mil de cebada. Lo mismo le dieron el segundo y el tercer año. Así que Jotam se hizo fuerte, porque preparó sus caminos delante de Yahvé, su Dios (2 Cron 27, 3-6).

      El Cronista va así más allá de la afirmación general del Libro de los Reyes de Israel y de Judá y evoca de esa forma otras cosas memorables de Jotán, y todas sus guerras y empresas. Esto es lo que los dos libros históricos afirman sobre la pareja real (Ozías-Jotán) bajo la cual el reino de Judá gozó una vez más de un período de gran prosperidad y poder, “el mayor desde la ruptura de los reinos, a excepción del tiempo de Josafat, el más largo durante todo el período de su existencia, el último antes de su destrucción” (Caspari). Las fuentes de las cuales derivan los dos relatos históricos eran los Anales de los Reyes, que el autor del libro de los Reyes tomó de un modo directo y el Cronista de un modo indirecto. No pueden descubrirse restos de la obra escrita por Isaías sobre Ozías, aunque ella pudo ser utilizada en el midrash o ampliación histórico-teológica utilizada por el Cronista.

      Hay un importante suplemento del relato del Cronista en la anotación casual realizada en 1 Cron 5, 17, donde de dice que Jotán realizó un censo de la tribus de Gad, que se hallaba establecida al otro lado del Jordán. Vemos así que, a medida que el Reino del Norte caía de la altura que había alcanzado bajo Jeroboam II, se renovaba la supremacía de Judá sobre la tierra del este del Jordán. Pero, a través del profeta Amós, podemos observar que el reino de Judá revivió sólo gradualmente bajo Ozías y que, al principio, igual que la muralla de Jerusalén, que fue parcialmente destruida bajo Joas, el mismo reino presentaba también el aspecto de una casa llena de fisuras, y se hallaba en una situación de gran debilidad respecto al reino de Israel. Sabemos, por otra parte, que la adoración efraimítica del toro (o novillo) de Yahvé fue introducida en Berseba, y por tanto, en tierra de Judá, y que Judá no se mantuvo libre de la idolatría que había heredado de sus padres (Am 2, 4-5).

      Por otra parte, sabiendo que Amós comenzó su ministerio en torno al año décimo del reinado de Ozías, podemos afirmar, al menos, que las victorias de Ozías sobre Edom, Filistea y Amón no se lograron hasta el año décimo de su reinado. Por otra parte, Oseas, cuyo ministerio no pudo comenzar hasta que el ministerio de Amós estaba ya concluyendo, y probablemente sólo en los cinco