Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


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plural, a causa del carácter colectivo del sujeto. La cláusula !m,V'(B; hk'ÞK.rU al{ïw, que se refiere a hr"ÞWBx; (heridas), ha de tomarse por su sentido como neutro plural (porque el aceite de oliva como todos lo productos oleaginosos actúa como medio para dispersar), y sólo así se explica el cambio de número, del singular al plural: Y no se ha logrado con aceite ninguna mejoría en las heridas.

      Podemos suponer que la palabra WrzO’ (curadas), está en pual, especialmente por los otros puales que encontramos en el entorno, pero el tema es discutido, y aquí importa más el significado de la palabra. Conforme al uso normal de la raíz rrz, de la que proviene la palabra WrzO’ se está hablando de apretar y exprimir una herida para curarla. Eso significa que se necesita un tratamiento medico (un tipo de extirpación) en sentido figurado, para que el pueblo se cure. Los israelitas han despreciado la bondad misericordiosa y compasiva de Dios, no han aceptado la curación radical que les han ofrecido con ese fin los profetas. La condición del “cuerpo” del pueblo es por tanto lamentable, pues está enfermo por dentro y herido de pies a cabeza.

      El profeta está hablando aquí del estado de cosas existente en el pueblo. Él afirma que todo esto ha pasado ya en la nación. Y éste es el fundamento y objeto de sus reproches y lamentaciones. Por eso, cuando en el siguiente verso él pase del lenguaje figurado al literal, podemos suponer que está hablando aún de sus propios tiempos. Ésta es la forma de actuar de Isaías, como se ve comparando Is 1, 22 con Is 1, 23. Según eso, el cuerpo, que está así enfermo por dentro y por fuera, representa, estrictamente hablando, el pueblo y la tierra de Israel en su terrible condición, tal como se encuentra en aquel tiempo.

      Is 1, 7

      ‘~k,D>g>n<l. ~k,ªt.m;d>a; vae_ tApårUf. ~k,ÞyrE[' hm'êm'v. ~k,äc.r>a;

      `~yrI)z" tk;îPeh.m;K. hm'Þm'v.W Ht'êao ~yliäk.ao ‘~yrIz"

       Vuestra tierra desolada, vuestras ciudades incendiadas; vuestro campo devorado por extraños ante vuestra misma presencia, desolado como fueron desoladas las tierras de extraños.

      Así lo describe de un modo más preciso Is 1, 7, que empieza de la manera más general, y vuelve otra vez a lo mismo, al final del verso: “Vuestra tierra…vuestro campo… devorado por extraños”. Caspari, en su Introducción al libro de Isaías, ha mostrado la cercanía de cada una de estas palabras a las maldiciones de Lev 26 y Dt 28 (29). Por su parte, Miq 6, 13-16 y Jer 5, 15 están en la misma relación con estas secciones del Pentateuco. En este contexto, en el tiempo de Isaías, la situación de Israel viene a presentarse como una realización perfecta de estas maldiciones anunciadas por la Ley (Deuteronomio). De un modo intencionado, el profeta emplea las palabas de la Ley para describir su propio tiempo. Él designa al enemigo que ha devastado la tierra, ha convertido sus torres en escombros y ha tomado posesión de sus cosechas, con el simple término de ‘~yrIz", es decir, forasteros o extraños, una palabra que tiene el mismo sentido que en arameo y siríaco, un extranjero, sin mencionar su nacionalidad.

      Isaías se eleva sobre la historia concreta del presente, a fin de poner de relieve del modo más enfático cómo en ella se expresa el carácter general de la maldición que ha sido preanunciada en la Ley del Deuteronomio. La evocación más enfática de esto se encuentra en el hecho de que la cláusula del final de Is 1, 7 afirma palindrómicamente (diciendo lo mismo al fin que al principio) que la desolación ha sido introducida como una inundación de extraños. La repetición de la palabra clave ~yrI)z" (extranjeros) en el centro y al final de este verso constituye una figura del lenguaje (una epanáfora), que pone de relieve las dos mitades del pasaje.

      Aquí se suscita sin embargo la cuestión de si esta palabra (~yrI)z", enemigos) hay que tomarla a modo de genitivo de sujeto, como suponen Caspari, Knobel y otros: como una inundación producida por extraños (cf. 2 Sam 10, 1, donde aparece este verbo); o si hay que tomarla como genitivo de objeto: como una inundación que acontece a los extraños. La palabra tk;îPeh.m; (inundación) se utiliza en otros lugares, indicando una destrucción, al modo de Sodoma, Gomorra etc., como aparece en el caso primario (Dt 19, 22), y, evidentemente, Isaías tiene en su mente también esta catástrofe, como muestra claramente Is 1, 8. Nosotros pensamos que esa palabra (~yrI)z") hay que tomarla como genitivo de objeto (cf. Am 4, 11), indicando la destrucción que suele suceder a los extranjeros. La fuerza de la comparación resulta más obvia si entendemos las palabras en ese sentido.

      La desolación que ha caído sobre la tierra del pueblo de Dios se parece a la desolación (subversio) con la que Dios ha visitado las naciones que están fuera de la alianza, aquellas que, como los pueblos de la Pentápolis del Mar Muerto (Sodoma, Gomorra…) fueron tragadas de la tierra, sin dejar atrás ni rastro. Pero, aunque hubo semejanza, no fue lo mismo como afirma de un modo preciso Is 1, 8-9, pues Jerusalén como tal fue preservada todavía (no ha desaparecido como Sodoma…, pero ¡en qué condición miserable!

      No ha duda de que !AYàci-tb;, la Hija de Sion de Is 1, 8, significa Jerusalén. En este caso, estamos ante un genitivo de aposición: Hija-Sion, no Hija “de” Sión (cf. Is 37, 22, cf. Gesenius § 116, 5). La misma Sión queda así representada como una hija, es decir, como una figura femenina. La expresión se aplica primariamente a la comunidad que habita en torno a la fortaleza de Sion, cuyos habitantes tenían con ella la misma relación que los hijos con una madre, pues la comunidad ve que sus miembros han nacido y crecido en ella: dentro de ella han nacido y, como podría decirse, han surgido y crecido por ella. En un segundo momento, esta expresión se aplico a la ciudad de Jerusalén en cuanto tal, con o sin sus habitantes (cf. Jer 46, 19; 48, 18; Zac 2, 11). En este caso se incluye toda la ciudad, como claramente muestra Is 1, 9. A partir de aquí se entiende precisamente el tema de las dos siguientes comparaciones.

      Is 1, 8

      `hr"(Wcn> ry[iîK. hv'Þq.mib. hn"ïWlm.Ki ~r<k'_b. hK'äsuK. !AYàci-tb; hr"ît.Anw>

       Y la hija de Sión como cabaña en viña, como choza en melonar, como ciudad sitiada.

      La viña y el melonar (hv'Þq.mib.), que no es un campo de calabazas redondas, cuyo nombre (tld) no aparece en el Antiguo Testamento, han sido representadas por el profeta en la situación en que se ellas encuentran antes de la cosecha (no después, como suponen los tárgumes), es decir, en el tiempo en que deben ser vigiladas). El punto de comparación es, por tanto, el hecho de que en la viña y melonar no aparece ningún ser humano, en ninguna dirección, de manera que solo hay en ellos una cabaña o choza para el descanso nocturno (cf. Job 27, 18), sin que aparezca por allí ninguna persona

      Así quedó Jerusalén, en medio de la desolación que se extiende hasta lejos ‒ como signo, sin embargo, de que la desolación no ha sido completa ‒. ¿Qué sentido tiene la tercera comparación: “como ciudad sitiada”? Hitzig traduce “como una torre de vigilancia”, Knobel “como una fortaleza”. Pero el nombre (ry[) no significa torre, ni tampoco castillo (aunque ese ultimo nombre podría ser posible conforme al sentido original del término: viene de cingere, estar rodeado); por su parte, la última palabra (hr"(Wcn>) no significa vigilancia o guardia. Además, la comparación que aquí se indica con K, como, no resulta apropiada para evocar aquella que sería la traducción normal del texto: “como una de guardia”, es decir, como una ciudad resguardada del peligro.

      Por otra parte, resulta inadmisible tomar los dos primeros K (ante cabaña y ante choza) en el sentido de sicut (como) y el tercero en el sentido de sic (así), porque, aunque este sentido correlativo es común en cláusulas que indican identidad no lo es en sentencias que expresan simple comparación. Por eso, traducimos la última frase de Is 1, 8 “como ciudad asolada” o sitiada, pero derivando hr"(Wcn> no de rWc en nifal, como hace Luzzatto, sino de rcn, que significa observar con ojo atento, sea con buena intención, como en Job 7, 20, o con un propósito hostil, como en otros casos. Éste es el sentido, como en los sinónimos de 2 Sam 11, 16 y Jer 5, 6, para indicar la situación de una ciudad cercada (por enemigos). En el tiempo en que el profeta pronunció estas predicciones, Jerusalén no estaba asediada, pero era como una ciudad asediada.

      Pues bien, cuando una ciudad se encuentra así, entre ella y el ejército que la asedia, suele quedar un espacio desolado, completamente vacío de seres humanos, y en el centro de ese espacio emerge