ese círculo ha sido destruido, sea por los mismos ciudadanos, para evitar que vengan los enemigos, escondiéndose allí, sea por los enemigos que cortan los árboles de ese entorno. De esa forma, a pesar de la alegría que sus ciudadanos podían sentir por el hecho de que la ciudad hubiera quedado preservada, ella presentaba una miserable imagen, como si estuviera en estado de sitio. Una prueba de que el pasaje debe entenderse de esta forma lo hallamos en Jer 4, 16-17, donde se predice el asedio de Jerusalén y se alude a los enemigos, llamados ~yrIïc.nO, posiblemente en referencia al símil que ofrece aquí Isaías.
Is 1, 9
WnyyIëh' ~doås.Ki j['_m.Ki dyrIßf' Wnl'² rytiîAh tAaêb'c. hw"åhy> ‘yleWl
s `Wnymi(D" hr"Þmo[]l;
Si Yahvé de los ejércitos no nos hubiera dejado como un grupo pequeño de escapados, seríamos como Sodoma, semejantes a Gomorra.
Sin embargo, por esta vez, Jerusalén fue salvada de esa calamidad final. La misericordia de Dios la ha preservado. En este contexto debemos destacar dos palabras. (1) dyrIßf (sharid), palabra que los LXX traducen de un modo inadecuado por σπέρμα (cf. Rom 9, 29), se emplea, incluso en el sentido antiguo del Pentateuco, para indicar aquellos que escapan de la destrucción general (cf. Dt 2, 34 etc). (2) j['_m.Ki, que podría vincularse muy bien con las palabras que siguen (seríamos pronto como Sodoma etc.), ha de verse en conexión con dyrIßf, como muestra claramente la forma pausal del texto: hemos quedado un resto, como un grupo pequeño que no es más que una mera nadería (cf. Is 16, 14; 2 Cron 12, 7; Prov 10, 20; Sal 105, 2).
Al principio de la frase aparece Yahvé Sebaot o de los ejércitos (tAaêb'c. hw"åhy>), expresión empleada de un modo enfático. Si no fuera por la compasión de Dios (cf. Os 11, 8), Israel habría terminado hace tiempo; si el pueblo sigue existiendo es por la omnipotencia de Dios, que ha puesto en movimiento su voluntad de compasión. Aquí se le llama tAaêb'c. hw"åhy, Dios de los ejércitos celestiales, una expresión en la que Sebaot es un genitivo dependiente, y no como quiere Luzzatto, un nombre independiente de Dios, como el Absoluto, aquel que incluye en sí todos los poderes de la naturaleza.
El profeta dice “a nosotros”, de manera que él mismo aparece así como habitante de Jerusalén, y aunque no lo fuere en sentido estricto, él es, sin embargo, un israelita, vinculado a Jerusalén. Él se asocia, por tanto, con su gente, como Jeremías en Lam 3, 22, y así tiene que experimentar la ira de Dios, con el resto del pueblo. Y de esa forma celebra también la poderosa compasión de Dios, que él ha experimentado en común con el pueblo. A no ser por esta compasión, el pueblo de Dios habría venido a ser como Sodoma, donde sólo se salvaron cuatro seres humanos; se habría parecido a Gomorra, que fue totalmente aniquilada.
Is 1, 10-11
`hr"(mo[] ~[;î WnyheÞl{a/ tr:îAT WnyzI±a]h; ~do+s. ynEåyciq. hw"ßhy>-rb;d> W[ïm.vi10 tAlï[o yTi[.b;²f' hw"ëhy> rm:åayO ‘~k,yxeb.zI-bro yLiÛ-hM'l' 11 `yTic.p'(x' al{ï ~ydIÞWT[;w> ~yfi²b'k.W ~yrIôP' ~d:’w> ~yai_yrIm. bl,xeäw> ~yliÞyae
10 ¡Oíd la palabra de Yahvé, príncipes de Sodoma! ¡Escuchad la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra! 11 ¿Para qué me sirve, dice Yahvé, la multitud de vuestros sacrificios? ¿De qué me valen los holocaustos de carneros y la grasa de animales cebados? No quiero sangre de bueyes ni de ovejas ni de machos cabríos.
El discurso del profeta ha alcanzado aquí un punto de reposo en el movimiento rápido anterior. Estamos ante una división de secciones, como lo indica la separación entre Is 1, 9 e Is 1, 10, marcada en el texto actual por una samej (s) al fin del verso 9. Esta manera de marcar secciones más largas o más cortas, sea dejando espacios vacíos o separando las líneas es más antigua que la introducción de puntos y acentos en el texto, y se funda en una tradición de gran antigüedad (H. Hupfeld, Hebräische Grammmatik, Kassel 1841. 86ff.). El espacio en blanco se llama pizka; la sección (parashah) que acaba y se cierra con ese espacio se llama sethumah; y la sección que comienza tras esa ruptura de línea (de texto) se llama petuchah, abierta.
El profeta se detiene tan pronto como ha dicho que sólo la misericordia de Dios ha evitado la destrucción total que Israel había merecido. Los israelitas habrían declarado probablemente que las acusaciones que el profeta había lanzado contra ellos eran del todo injustificadas, y apelaban a la escrupulosa observancia de la ley de Dios. Pues bien, contestando a esta auto-justificación que él descubre en el corazón de los acusados, el profeta insiste en los reproches de Dios, y así comienza en Is 10-11: “¡Oíd la palabra de Yahvé, príncipes de Sodoma…!”.
Las dos acusaciones comienzan de la misma forma: Oíd, escuchad… Como en el caso de Miqueas, contemporáneo de Isaías (cf. Miq 3, 1-12), la exigencia de escuchar se dirige a los ynEåyciq., (quetzine), que hemos traducido como “príncipes”, es decir, las personas que deciden, es decir, los que gobiernan en el sentido más amplio de la palabra y al pueblo que está sometido a ellos. Sólo por la misericordia de Dios Jerusalén sigue existiendo, porque Jerusalén se identifica espiritualmente con Sodoma, como afirma de un modo preciso el libro del Apocalipsis (Ap 11, 8), aludiendo de un modo evidente a este pasaje de Isaías.
Conforme a Ez 16, 49, los pecados principales de Sodoma eran el orgullo, el placer de la carne y una conducta sin misericordia; pues bien, de esos pecados eran igualmente culpables los dirigentes de Jerusalén y la multitud de personas sometidas a ellos (¡y dignos de ellos!). Pero ellos se hacían la ilusión de que no podían ser condenados por Dios a causa de ese pecado, pues externamente cumplían de un modo satisfactorio la Ley. Pues bien, en contra de eso, el profeta les dice que escuchen la ley del Dios de Israel, que él viene a anunciarlas, pues él era el intérprete designado de la Ley, y la profecía era el espíritu de la Ley, y la institución profética la viva y constante presencia de la verdadera esencia de la Ley, ofreciendo su propio testimonio en Israel: “¿De qué me vale la multitud de vuestros sacrificios”, dice Yahvé.
El profeta utiliza de manera intencionada la palabra rm:åayO, y no rm:åa', para poner de relieve la llamada incesante de Dios en contra de la adoración formal y sin espíritu que le ofrece la justicia hipócrita y ceremonial de Israel (el tiempo futuro indica así el proceso constante de las acciones de culto de Israel, tanto en presente como en futuro). La multitud de los sacrificios animales (zebâchim, cf. ~k,yxeb.zI) no tienen para él valor ninguno.
Como todo el culto ha sido condensado aquí en un único acto, los ‘~k,yxeb.zI parecen evocar los mmlv, es decir, es decir, los sacrificios pacíficos o, aún mejor, los sacrificios de comunión, a los que estaba asociada una comida, conforme al estilo de un festival sacrificial, en los que Yahvé hacía que los adoradores pudieran tomar una parte del sacrificio ofrecido. De todas forma, es mejor tomar ‘~xbz como nombre general para todos los sacrificios cruentos, que se dividen en dos categorías: (a) Los ‘oloth (tAlï[o, de ‘olah) son los sacrificios que se consumen totalmente por el fuego sobre el altar, en la línea del holocausto. (b) Por el contrario, en los sacrificios llamados cheleb (bl,xeî), solo se consumía sobre el altar la parte grasa, mientras otras partes de la carne asaca podían ser consumidas por los sacerdotes y oferentes.
En este pasaje se citan varios tipos de animales sacrificados: los parim ~yrIôP', que son los toros, los animales cebados o meriim, ~yai_yrIm., que son una especie de bueyes, con los corderos (~yfi²b'k.) y las cabras jóvenes (~ydIÞWT[;), que se distinguen del macho cabrío (shair, ry[iîF') de largo pelo, que se utilizaban para las ofrendas por el pecado, junto a los carneros (~yliÞyae).
Is 1, 12
`yr"(cex] smoïr> ~k,Þd>Y<mi tazO° vQEïbi-ymi yn"+P' tAaßr"le Waboêt' yKiä
Cuando venís a ver mi rostro ¿quién pide esto de vuestras manos, que holléis mis atrios?
Jeremías dice esto mismo en relación con los sacrificios (Jer 7, 22). Isaías lo aplica también a las visitas al templo. tAaßr"le es un infinitivo nifal contracto en vez de twarhle (comparar las formas hifil contractas de un modo semejante en Is 3, 8 y 23, 11). Ésta es una expresión que se utiliza de un modo normal, para evocar la venida de todos los varones