Franz Julius Delitzsch

Comentario al texto hebreo del Antiguo Testamento - Isaías


Скачать книгу

^yt,p'f.-l[; hz<ß [g:ïn" hNE±hi rm,aYO¨w: yPiê-l[; [G:åY:w: 7

       6 Y voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas. 7 Y tocó sobre mi boca y dijo: He aquí que esto ha tocado tus labios, y ha sido quitada tu culpa y limpiado tu pecado.

      De esa forma, la confesión anterior ha sido seguida por el perdón de sus pecados, y el profeta ha recibido el testimonio de ello a través de un sacramento celestial, que le ha sido ofrecido por medio de la mediación de una absolución seráfica. Uno de los seres que se mantenían erguidos alrededor y sobre el Señor (hay un número grande e infinito de ellos) voló hasta el altar de incienso ‒ el original celeste del altar de incienso del templo terreno, que fue reconocido como perteneciente al lugar más sagrado ‒ y tomó del altar una hP'_c.rI, es decir, una piedra incandescente (Vulg. calculum), o, conforme a la tradición más común, un carbón encendido, y lo hizo con unas ~yIx;êq;l.m,’, es decir, con unas tenazas porque incluso un serafín no puede tocar con sus manos los vasos sagrados de Dios, o el fuego de su sacrificio.

      Con el carbón inflamado voló hasta Isaías y, tocó con él su boca, es decir, aquel miembro de su cuerpo de cuya impureza el se había quejado (cf. Jer 1, 9, donde la misma mano de Yahvé toca la boca del profeta, dándole así el don de la elocuencia). Pues bien, en nuestro caso, el Serafín “unge” con el fuego de Dios los labios del profeta, y le confiere el perdón de los pecados, que refleja la aplicación de este signo sacramental.

      La waw que sigue (en [G:åY:w:) conecta aquello que se afirma con [g:ïn", ha tocado, y con rs"å, ha sido quitada (tu culpa), indicando así la simultaneidad de ambos gestos. La palabra hz<ß, esto, evoca con su estado neutro el carbón encendido. El futuro de rP")kuT., limpiar, tiene un sentido consecutivo, separado de la waw, y sirve para poner de relieve la importancia del sujeto (del profeta). De esa forma resulta prácticamente imposible suponer que la remoción de la culpa se conciba como algo inmediato, propio de un solo momento, mientras que la expiación ocurriría sólo gradualmente.

      El hecho de que el pecado haya sido quitado es la prueba de la que expiación ha sido completa. La palabra rP,Ki, con el pecado en acusativo (o gobernada por l[;) significa cubrir algo, extinguirlo o destruirlo (para el sentido primario del término, cf. Is 28, 18), de manera que ya no existe más ante la justicia penal de Dios. Toda impureza o pecado ha sido quemada (quitada) de la boca del profeta. Según eso, el prF, serafín, ha realizado aquello que su nombre indica: Ha quemado del todo, ha destruido (comburit). Pero no lo ha hecho en virtud de su naturaleza propia de fuego (en cuanto separada de Dios), sino por medio del fuego divino que él ha tomado de sobre el altar.

      Con el humo que llenaba la casa provenía del altar y elevaba en consecuencia la adoración que ofrecían a Dios los serafines, la ofrenda del incienso del altar y esta adoración han de estar estrechamente conectadas. Más aún, el fuego, que se revela a sí mismo en el humo y que consume la ofrenda de incienso, y que debe ser necesariamente divino, por su poder expiatorio, era un efecto del amor de Dios con el que el mismo respondía de un modo recíproco a la ofrenda de los serafines. La misma visión de la realidad quemante de Dios, vinculada a una visión de amor puro, expresada por los serafines que no pueden pecar, ha hecho posible este sacrificio.

      Pues bien, si el serafín ha absuelto al vidente por medio de ese fuego de amor, esto ha de ser tomado como un ejemplo ilustrativo de la misión histórica de los serafines, que eran el vehículo y expresión del fuego del amor divino, igual que los querubines de Ezequiel serán vehículo y medio en los que se expresa el fuego de la ira divina. Pues así como, en nuestro caso, un serafín toma el fuego del amor que está sobre el altar, así en Ez 10, 6-7, un querubín toma el fuego de la ira del trono del carro de Dios.

      En esa línea se distinguen y vinculan, de un modo consecuente, los serafines de Is 6 y los querubines de Ez 1-3 y Ez 10. Los querubines aparecen como vehículos y portadores de la ira que destruye a los pecadores o, más bien, de la doxa divina, que se vuelve hacia el mundo con su aspecto de fuego. Por su parte, los serafines de Is 6 aparecen como vehículo y medio del amor que destruye los pecados, o de la misma doxa divina con su aspecto de luz, que se dirige hacia el mundo32.

      Is 6, 8

      Wnl'_-%l,yE) ymiäW xl;Þv.a, ymiî-ta, rmeêao ‘yn"doa] lAqÜ-ta, [m;úv.a,w"

      `ynIxE)l'v. ynIïn>hi rm:ßaow"

       Y escuché la voz del Señor, que decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Y respondí: Heme aquí, envíame a mí.

      ºCuando Isaías ha sido absuelto de la forma indicada, se vuelve claro el verdadero objeto de la escena celeste. El plural “por nosotros” (Wnl'_) no debe interpretarse partiendo del hecho de que, en un caso de reflexión o auto-consulta, el sujeto se sitúa como objeto, en antítesis a sí mismo (como supone Hitzig); tampoco se trata de un “pluralis maiestatis”, como piensa Knobel, ni puede tomarse en un sentido abstracto, como supone E. H. Meier (1811-1866), en su obra Der Prophet des rettenden Gottes.

      El plural se toma aquí sin duda en referencia a los serafines, que formaban, en unión con el señor, un consejo deliberativo (~yviädoq.-dAsB., Sal 89, 8), como en 1 Rey 22, 19-22; Dan 4, 14 etc. Ciertamente, por su propia naturaleza, como “hijos de Dios” (~yhil{a/h'(-ynEb.), ellos forman una familia con Dios su creador (cf. Ef 3, 15), vinculados todos, estrechamente unidos, unos con otros, de tal forma que pueden llamarse Elohim (~yhil{a/), como Dios su creador, lo mismo que en 1 Cor 12, 12 la Iglesia de los creyentes se denomina Cristo, porque Cristo es su cabeza.

      La tarea para la cual se busca al hombre apropiado no era divina en sí misma (por su naturaleza esencial), pero era celeste, en el sentido más amplio de la palabra; hacer que la Iglesia fuera un espacio lleno de la gloria de Dios no era algo exclusivo de Dios, sino objeto de la solicitud de los ministros que actúan bajo su mandato. De un modo consecuente, Isaías, cuya ansiedad por servir al Señor no había quedado impulsada por la conciencia de haber superado su propia pecaminosidad, tan pronto como escuchó la palabra del Señor, respondió exclamando, con santa autoconciencia: “Heme aquí, envíame a mí”.

      No era en modo alguno un obstáculo el hecho de que él pudiera haber actuado ya antes como mensajero de Dios, o que hubiera ejercido el oficio de profeta, pues la alegría con la que ahora se ofrece a sí mismo como mensajero de Dios era una consecuencia directa de haber recibido el perdón de los pecados, cuya garantía se le había concedido. La conciencia de su propia pecaminosidad personal, y el hecho de ser miembro de una nación pecadora le había retraído hasta ahora, de manera que no se había adelantado aún para proclamar el juicio sobre su nación. Por otra parte, el oficio profético en cuanto tal se apoyaba sobre una llamada extraordinaria de Dios, y él no la había recibido todavía. En esa línea puede tomarse como cierto el hecho de que, cuando Isaías relata una llamada tan extraordinaria como ésta, él está describiendo la vocación que ha recibido, es decir, la confirmación de oficio profético y, por tanto, su primera llamada en sentido personal intenso.

      Is 6, 9-10

      WnybiêT'-la;w> ‘[:Am’v' W[Üm.vi hZ<+h; ~['äl' T'Þr>m;a'w> %lEï rm,aYO¨w: 9 `W[d"(Te-la;w> Aaàr" Waïr>W ha, ’r>yI-!P, [v;_h' wyn"åy[ew> dBeÞk.h; wyn"ïz>a'w> hZ<ëh; ~['äh'-ble ‘!mev.h; 10 `Al* ap'r"îw> bv'Þw" !ybi²y" Abðb'l.W [m'ªv.yI wyn"åz>a'b.W wyn"÷y[eb.

       9 Y dijo: Anda, y dile a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, pero no comprendáis. 10 Embota el corazón de este pueblo, endurece sus oídos y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos ni oiga con sus oídos ni su corazón entienda, ni se convierta y haya para él curación.

      Lo anterior se confirma por estas palabras de envío, que expresan la substancia de su mensaje. “Este pueblo” (~['äh') remite a la comunidad israelita de labios impuros, entre los que Isaías se ha lamentado de vivir, una comunidad a la que el Señor ya no llama “mi pueblo”. Isaías había sido llamado para ir y para predicarles, actuando así como profeta de este pueblo. Pero ¡qué melancólica suena esta divina comisión! El serafín le había