Denis Fortin

Enciclopedia de Elena G. de White


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de ver pronto a Jesús (LS80 168). Se pensaba que el año judío correspondiente a 1843 terminaría el 21 de marzo o el 21 de abril de 1844, dependiendo del método de cálculo que se usara.43 No sucedió nada inusual en esas dos fechas pero, como los milleritas todavía no se habían centrado en un día en particular, el “chasco de primavera” no fue tan agudo como el “Gran Chasco” posterior.

      Durante esa época, Elena visitaba a familias y oraba con las personas cuya fe vacilaba. Creyendo que Dios respondería sus oraciones, ella y las personas por las que oraba vivieron “la bendición y la paz de Jesús”. En ese momento, parecía que Elena tenía los síntomas de tuberculosis terminal: mala salud, pulmones gravemente afectados y voz débil. Sin embargo, nada era más importante que formar y mantener una correcta relación con Jesús.

      “Con mucha oración, examen diligente del corazón y confesiones humildes, llegamos al momento tan esperado. Cada mañana sentíamos que la primera prioridad era asegurar la prueba de que nuestra vida era recta ante Dios. Nos dimos cuenta de que, si no avanzábamos en santidad, seguramente retrocederíamos. Aumentó nuestro interés los unos por los otros; orábamos mucho con los demás y por los demás. Nos reuníamos en los huertos y en las arboledas para estar en comunión con Dios y para ofrendar nuestras peticiones a él, sintiendo con más claridad su presencia cuando estábamos rodeados por las obras de su naturaleza. Los gozos de la salvación eran más necesarios para nosotros que el alimento y la bebida. Si las nubes oscurecían nuestra mente, no nos atrevíamos a descansar ni a dormir hasta que fueran barridas por la conciencia de que éramos aceptos por el Señor” (LS80 188, 189).

      Sin embargo, a pesar del “chasco amargo”, Elena de White recordó que “estaban sorprendidos de sentirse tan libres en el Señor, y que su fortaleza y su gracia los sostenían con mucha fuerza”. Ella dijo: “Estábamos chasqueados, pero no desanimados” (ibíd., pp. 189, 190). Todavía había que descubrir la razón de la ausencia del evento esperado.

       Una nueva visión: El surgimiento de una iglesia (1844-1863)

      Aunque Elena se sintió “sostenida” espiritualmente a lo largo del “chasco amargo”, su salud física “decayó rápidamente”. Un médico diagnosticó que tenía “tisis hidrópica” (tuberculosis), y pronosticó que, posiblemente, no viviría mucho tiempo y “podría morir repentinamente en cualquier momento”. Como apenas podía respirar cuando estaba acostada, ella pasaba las noches recostada en “una postura casi sentada y, frecuentemente, se debilitaba por la tos y por el sangrado” de sus pulmones. Elena fue a vivir en este estado a la casa de Elizabeth Harmon Haines en Portland, Maine, probablemente para darle algo de respiro a su madre, Eunice Harmon (LS80 192, 193).

       La primera visión y el llamado al ministerio