en cualquiera de los otros nueve” (TI 1:76). Sin embargo, después de leer el primer folleto64 de Joseph Bates en agosto de 1846, los White reconsideraron las pruebas bíblicas y comenzaron a “observar el sábado bíblico, a enseñarlo y a defenderlo” (ibíd., p. 76).
En esta época, Bates todavía tenía serias dudas sobre las visiones de Elena de White. En noviembre, asistió a una serie de conferencias en Topsham, Maine, donde Elena y James también se encontraban presentes. Durante una de las reuniones, ella quedó “envuelta en una visión de la gloria de Dios y, por primera vez, tuv[o] una vista de los demás planetas”. Mientras estaba en visión, Elena comenzó a describir algunos de los planetas que estaba viendo. Bates, que tenía algo de conocimiento de astronomía, pensó que reconocía algunos, como Júpiter, Saturno, Urano y los “cielos que se abren”. Cuando se dio cuenta de que Elena no sabía nada de astronomía, se entusiasmó y concluyó: “Esto viene del Señor”. Elena nunca escribió en detalle lo que había visto, y en ningún momento especificó los nombres de los planetas, pero este suceso convenció a Joseph Bates de que las visiones de Elena eran de origen sobrenatural (WLF 22; LS80 239).65 De allí en más, Joseph Bates y los White se unieron en sus esfuerzos.
La integración de las creencias adventistas fundamentales
En diciembre de 1846, Joseph Bates compartió sus revelaciones sobre el sábado con Hiram Edson, con Owen R. L. Crosier y con Franklin B. Hahn en una reunión en Port Gibson, Nueva York. Bates ya se había convencido de la nueva luz de ellos sobre el ministerio de Cristo en dos fases en el Santuario celestial y, en esta reunión, ellos aceptaron su punto de vista sobre el día sábado. En enero de 1847, Bates publicó la segunda edición de su Seventh Day Sabbath: A Perpetual Sign, que “no solo resaltaba la importancia del sábado, sino también lo integraba con su interpretación bíblica de la Segunda Venida, del Santuario celestial y del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14”.66 Para ese entonces los White, Joseph Bates, Hiram Edson y algunos más se habían puesto de acuerdo en cuatro doctrinas bíblicas que llegarían a conocerse como los “hitos” o “pilares” del adventismo sabatario. Estas eran: (1) el segundo advenimiento previo al milenio, (2) el ministerio de Cristo en dos fases en el Santuario celestial, (3) el sábado como día de reposo, y (4) la no inmortalidad de los impíos; todo en el contexto del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14:6 al 12 (OP 25-27).67
El papel de las visiones de Elena de White en relación con estas doctrinas centrales no fue originarlas, sino corroborarlas y confirmarlas en el pensamiento de los adventistas milleritas; o sea, convencer a los milleritas de que estas doctrinas eran verdaderas. Entre 1843 y 1844, los milleritas habían aventurado una interpretación de la profecía bíblica que no era compartida por ninguna de las denominaciones cristianas de la época. Cuando su expectativa se convirtió en ridículo y humillación, la mayoría simplemente aceptó que Miller se había equivocado y trató de olvidar toda la experiencia. Después, los estudios de Bates sobre Apocalipsis 14 y de Crosier sobre el Santuario ofrecieron explicaciones bíblicas para la experiencia millerita. Sin embargo, como secuela del chasco, hubo tal plétora de puntos de vista divergentes, que muchos milleritas sinceros se sintieron desconcertados e incapaces de determinar en qué creer. Aquí es donde entraron en juego las visiones. Al encontrarse presentes cuando Elena estaba en visión, los milleritas eran testigos de los fenómenos físicos que acompañaban las visiones, de las predicciones cumplidas, de los secretos revelados y de los milagros de curación. Cuando los buscadores sinceros cuestionaban las creencias centrales, las visiones revelaban pasajes bíblicos que resolvían sus desacuerdos. Notaron que las visiones y la Escritura estaban en perfecta armonía y, luego de un período de tiempo, llegaron a convencerse de que Dios, frente a la confusión y el desánimo de su pueblo, lo había provisto de una guía de confianza.
Es fácil demostrar que las visiones de Elena de White, que comenzaron en diciembre de 1844, no dieron origen a las doctrinas “fundamentales”. La doctrina de la segunda venida de Cristo literal, visible y previa al milenio la había redescubierto William Miller en las Escrituras en 1818.68 Los bautistas del séptimo día habían observado y enseñado el sábado como día de reposo desde 1650.69 La doctrina de la inmortalidad condicional (que afirma que la muerte es como un sueño y sostiene la aniquilación final de los impíos) ha tenido sus defensores en toda la historia cristiana, pero George Storrs, basándose en las Escrituras, hizo que reviviera notablemente y la divulgó en 1841.70
De la misma manera, la doctrina del Santuario, la única doctrina bíblica exclusiva de los adventistas del séptimo día, recibió su primera articulación bíblica sistemática por parte de O. R. L. Crosier en 1846, independientemente de cualquier influencia de Elena.71 El marco integrador para estas doctrinas era la profecía del mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, que Joseph Bates elaboró en detalle en 1845, antes de que Elena tuviera alguna visión sobre el tema.72 Todas estas doctrinas fueron incluidas por Bates en Seventh-day Sabbath: A Perpetual Sign, publicado en enero de 1847.
Cuatro meses después, James White publicó A Word to the “Little Flock”, que incluía secciones escritas por Joseph Bates y por Elena de White. Esta publicación y los libros de Bates desataron una guerra editorial entre los adventistas del “séptimo día” y los del “primer día”, que llevó a un cisma total entre los dos grupos de exmilleritas.73
Ser madre
Mientras tanto, el 26 de agosto de 1847, Elena dio a luz su primer hijo, Henry Nichols White, en la casa de los padres de ella en Gorham, Maine, donde todavía vivían los White cuando no estaban de viaje. Sin embargo, los White no tenían ingresos para ayudar a cubrir los gastos del hogar de los Harmon y, además, los White también insistían en descansar el sábado, algo que los Harmon todavía no habían aceptado. Ambos factores crearon tensión en la relación de las dos familias y, para octubre, Elena y James aceptaron una invitación de la familia de Stockbridge Howland para ocupar una parte de su casa en Topsham, Maine (TI 1:82). La llegada del bebé a su vida trajo otro dilema doloroso. ¿Debía Elena viajar con un bebé? ¿Debía quedarse en casa con el bebé, y permitir que su amor por Henry le impidiera obedecer el llamado de Dios de viajar y predicar?
La familia White vivió con los Howland por unos seis meses, hasta que Henry se enfermó, quedó inconsciente y no respondió a ninguna terapia. Entonces, James y Elena se dieron cuenta de que habían hecho de su hijito “una excusa para no trabajar por el bien de los demás”. Cuando le prometieron a Dios que irían a dondequiera que él los guiara si él se apiadaba de la vida de su hijo, la fiebre bajó y Henry comenzó a recuperarse. Poco después, en abril de 1848, los invitaron a asistir a un congreso de adventistas sabatarios en Rocky Hill, Connecticut. Aceptaron la invitación y llevaron al pequeño Henry con ellos (Bio 1:135, 136). Elena viajó con él durante unos meses, probablemente hasta que fue destetado. Después, ella lo dejó con los Howland en Topsham por unos cinco años. Más adelante, Elena comentó sobre esa experiencia: “El mayor sacrificio que tuve que realizar en relación con la obra fue dejar a mis hijos bajo el cuidado de otras personas” (TI 1:99; NB 162).74
Las conferencias bíblicas sabatarias
Cuando las revistas de los adventistas del primer día cerraron sus columnas al mensaje del sábado, los adventistas guardadores del sábado lanzaron una serie de conferencias evangelizadoras diseñadas para reunir a cuantos les fuera posible de aquellos que todavía estaban indecisos respecto del tema del sábado. Este período en el que la gente se unía sobre un fundamento bíblico común llegó a conocerse como el “tiempo de reunión”, que sustituyó el “tiempo de dispersión” que se había estado viviendo desde el chasco. Durante los siguientes tres años (1848-1850), se realizaron unas 23 series de conferencias, comenzando con reuniones en Rocky Hill, Connecticut, que llevaron a cabo del 20 al 24 de abril de 1848 (SG 2:93; LS80 245). En una segunda serie de reuniones en Volney, Nueva York, en agosto de ese año, había “apenas dos” que “concordaban” entre los 35 presentes. “Cada uno era enérgico en sus puntos de vista, declarando que se alineaban con la Biblia. Todos ansiaban la oportunidad de promover sus opiniones, o