meses de Elena de White
Al día siguiente, la mañana del sábado 13 de febrero de 1915, Elena de White “entraba a su estudio desde el pasillo” cuando se tropezó y cayó, y sufrió una fractura del fémur izquierdo.304 Se hizo claro que, evidentemente, Elena no podría vivir mucho más. El personal editorial en Elmshaven aceleró su trabajo en la edición final de Notas biográficas de Elena G. de White; y en la información biográfica, las fotografías y los materiales para las notas necrológicas que se entregarían a los medios cuando ocurriese su fallecimiento.305 Ella estuvo confinada a su cama y a una silla de ruedas durante los siguientes cinco meses, aunque sufría poco o nada de dolor. Al acercarse el final, Elena a menudo se encontraba inconsciente. Cuando estaba despierta, sus conversaciones con amigos y familiares durante las semanas finales denotaban una actitud de alegría, un sentido de haber realizado fielmente la obra que Dios le había confiado setenta años antes y una certeza segura de que la causa de Dios “triunfaría gloriosamente”. La noche del viernes 9 de julio, ella tuvo un período de vómitos, después de lo que el médico que la atendía “detuvo los tratamientos”. El viernes 16 de julio de 1915, ella se “quedó dormida sin una lucha” a las 15:40. Tenía 87 años.306 Rodeada por su familia cercana y sus colegas, sus últimas palabras fueron: “Yo sé en quién he creído” (NB 432). “Fue como cuando una vela se consume, tan silenciosa”, dijo su hijo Willie a David Lacey, cuando le escribió a cuatro días después.307
Hubo funerales en tres lugares. El primero se realizó “bajo los olmos frente a su casa”, el domingo 18 de julio por la tarde. Sus vecinos la recordaron como “la pequeña dama anciana de cabello blanco que siempre habla con tanto cariño de Jesús”.308 A la mañana siguiente, se llevó a cabo un segundo funeral en el congreso campestre de la Asociación de California, que se estaba desarrollando en Richmond, una zona residencial periférica de Oakland. El tercer funeral se realizó en el Tabernáculo de Battle Creek, el sábado 24 de julio de 1915. Su tumba está en el Cementerio Oak Hill de Battle Creek (Bio 6:441).
Conclusión
La vida de Elena G. de White está conectada inseparablemente al origen y el desarrollo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. Sin la visión, el liderazgo y el sacrificio personal de Elena de White –además de los esfuerzos de su esposo James White y de Joseph Bates– “hoy no existiría la Iglesia Adventista del Séptimo Día”.309 Aunque las doctrinas de la denominación fueron descubiertas en la Biblia, la guía de Elena ayudó a que los adventistas sabatarios fueran preservados de numerosas trampas doctrinales. Su énfasis en la obra de las publicaciones y en la organización de los grupos adventistas sabatarios esparcidos condujo al establecimiento de una iglesia concentrada en la misión. Después, Elena de White procedió a hacer hincapié en la necesidad de una educación sobre la salud, de instituciones de salud y de instituciones educativas; esto moldeó profundamente el desarrollo de la denominación en una pujante iglesia mundial.
Aunque sus contemporáneos la describieron como una persona “constantemente agradable, alegre y valiente”, que “nunca era descuidada, frívola o de ninguna manera de mal gusto en la conversación o en la forma de vida”, ella siempre dirigía a la gente a imitar al ejemplo supremo: Jesucristo. Elena de White enfatizaba que Dios era la fuente de la guía y de los consejos que ella daba. Estaba convencida de que Dios la había llamado a un ministerio especial. En el Congreso de la Asociación General de 1909 –el último al que asistió–, ella levantó su Biblia frente a los delegados reunidos y dijo: “Hermanos y hermanas, les encomiendo este libro”.310 Elena era una apasionada por la Biblia y, a lo largo de su vida, refirió a las personas a las Escrituras como la única regla de fe y de práctica. La Palabra escrita revela a Jesucristo como la Palabra viva. Es difícil que el lector de los escritos de Elena de White no vea que ella también estaba apasionada por Jesús. Ella no dejó dudas de que “Dios es amor”, y de que su amor es vertido incondicionalmente sobre la humanidad. Como persona que disfrutaba de una relación personal cercana y amorosa con Jesús, ella consideraba que su misión era llamar a la gente a aceptar a Jesús como su Salvador personal y como Señor de su vida. Así, la pasión que Elena sentía por Jesús y por la Escritura la condujo a trabajar incansablemente por la gente en la comunidad adventista y fuera de ella.
A lo largo de su vida, Elena de White influyó en muchas personas y, por medio de ellas, en el desarrollo de la Iglesia Adventista del Séptimo Día y del mundo; esto se puede ver, por ejemplo, en los hospitales, los centros médicos, las instituciones educativas, y la promoción de un estilo de vida distintivo. Sin embargo, su influencia no cesó con su muerte. A la vista de su propia mortalidad, Elena escribió: “Mis escritos hablarán constantemente, y su obra irá adelante mientras dure el tiempo. Mis escritos son guardados en los archivos en la oficina, y aunque yo no viviera, esas palabras que me han sido dadas por el Señor todavía tendrán vida y hablarán a la gente”. Ella encargó a los fideicomisarios de su herencia que publicaran sus escritos “primero, en idioma inglés; y después, que aseguren su traducción y publicación en muchos idiomas más” (Ct 371, 1907, en Fl 116 13, 14). Esta tarea se llevó a cabo desde su muerte y millones fueron bendecidos por medio de sus escritos.
En una encuesta de 1980 sobre crecimiento de la iglesia entre los adventistas de Norteamérica, se descubrió que, independientemente del trasfondo étnico de los encuestados, había una correlación directa entre las actitudes y las prácticas espirituales y el estudio de las obras de Elena de White. Los investigadores descubrieron que los que leen sus escritos regularmente “tienen una relación más cercana con Cristo, tienen más certeza de su posición frente a Dios y es más probable que hayan identificado sus dones espirituales. Están más dispuestos a contribuir con dinero para la evangelización pública y a los proyectos misioneros locales. Se sienten más preparados para testificar y, en realidad, se involucran más en programas de testificación y extensión. Es más probable que estudien la Biblia diariamente, que oren por personas específicas, que se reúnan en grupos de confraternización y que tengan un culto familiar diario. Ven a su iglesia de manera más positiva. De hecho, traen más gente a la iglesia”. Aunque eso no prueba que leer los escritos de Elena de White cause directamente “todos estos beneficios espirituales”, indica que la lectura regular de sus escritos “sí marca una diferencia positiva en la vida y el testimonio cristiano”.311
Otro ejemplo del impacto de sus libros es una encuesta nacional realizada por el Grupo Barna, que pidió a pastores de iglesia “identificar los tres libros que habían sido más útiles para ellos como líderes ministeriales durante los últimos tres años”. Los pastores protestantes menores de cuarenta años identificaron al “ícono adventista del siglo XIX, Elena de White” como uno de los autores que consideraban más influyentes en su ministerio.312
Tal impacto en la vida cristiana, y en el testimonio de adventistas y no adventistas por igual es consistente con la convicción de muchos de que los escritos de Elena de White son profundamente espirituales, y están saturados con su amor por Jesús y por la Escritura. Sus libros, verdaderamente, eran y son “una luz más pequeña para conducir a hombres y a mujeres a la luz mayor”: Jesús y la Escritura (RH, 20/1/1903). Así, las palabras del educador protestante Irmgard Simon son tanto una valoración como un llamamiento: “Los adventistas del séptimo día todavía viven en el espíritu de Elena G. de White, y solo mientras transmitan esta herencia de acuerdo con este espíritu tendrán un futuro”.313
1 156th Annual Statistical Report–2020 (Silver Spring, Md.: General Conference of Seventh-day Adventists, 2020).
2 Religious Bodies of the World With at Least 1 Million Adherents (2007), disponible en línea: www.adherents.com/adh_ rb.html
3 George E. Rice, “Dones espirituales”, en Raoul Dederen, ed. Tratado de teología adventista del séptimo día (ACES, 2009), p. 715; A. L. White, Ellen G. White: