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Autorretrato de un idioma


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lenguas, & con el vencimiento aquéllos ternían necesidad de recebir las leies quel vencedor pone al vencido, & con ellas nuestra lengua, entonces, por esta mi Arte, podrían venir en el conocimiento della, como agora nos otros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latín. I cierto assí es que no sola mente los enemigos de nuestra fe, que tiene ia necessidad de saber el lenguaje castellano, mas los vizcaínos, navarros, franceses, italianos, & todos los otros que tienen algún trato & conversación en España & necessidad de nuestra lengua, si no vienen desde niños a la deprender por uso, podrán la más aína saber por esta mi obra

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      La Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija fue publicada en Salamanca en 1492. La obra ha sido considerada como la primera gramática humanística de una lengua romance en la que se equipara al castellano con su prestigioso antecesor y se muestra que la lengua castellana puede describirse también a partir de una serie de reglas. La parte de la Gramática que más atención ha recibido desde un punto de vista glotopolítico ha sido su prólogo y, especialmente, la frase «siempre la lengua fue compañera del imperio». La obra aparece en agosto de 1492, siete meses después de la conquista de Granada por parte de los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, y unos dos meses antes de que Cristóbal Colón alcanzara las tierras americanas. Por esta razón el año 1492 ha sido llamado por parte de la historiografía española tradicional annus mirabilis, en el que la publicación de la gramática de Nebrija ocupa un lugar destacado.

      La frase «siempre la lengua fue compañera del imperio» se ha convertido en un tópico que ha recibido especial atención en los últimos dos siglos. La importancia de esta frase estriba más que nada en la forma en que ha sido interpretada recientemente, ya que la Gramática de Nebrija no se volvió a publicar de nuevo hasta el siglo XVIII, con lo que el alcance ideológico directo de su prólogo debió de ser muy limitado antes de la nueva edición.2 Sabemos que en los siglos XV, XVI y XVII Nebrija fue conocido especialmente por sus obras en el campo de la filología clásica, especialmente en lo que al latín se refiere. A pesar de ello, el elemento glotopolítico del prólogo de la Gramática castellana es muy relevante, no solo por la atención que ha recibido en los últimos siglos, sino porque la ideología lingüística que se refleja en el texto complementa la que el autor andaluz expresó en sus obras latinas.3

      En el prólogo de Nebrija la lengua aparece íntimamente unida a un concepto de imperio que representa dos caras de la misma moneda. Por un lado, la lengua castellana se convierte en un símbolo de continuidad interna porque garantiza la estabilidad y la legitimidad de una monarquía que representa la construcción de una nueva identidad basada en la unión de las coronas de Aragón y de Castilla en 1479. Por otro lado, este proyecto interno sienta las bases de un objetivo más externo de expansión territorial, política y lingüística de esta nueva monarquía en territorios más allá de la península ibérica. Estos dos proyectos imperiales de carácter interno y externo no se basan únicamente en la lengua castellana, sino también en la lengua latina. Así, según el prólogo, la gramática castellana facilitará el aprendizaje del latín. Finalmente, la lengua y el imperio se necesitan mutuamente para contrarrestar el paso del tiempo, que trae consigo la discontinuidad y el fin de ambos.

      Hoy en día se asume que el término «imperio» en la obra de Nebrija tiene el significado de poder, como era el caso del vocablo en latín imperium, y hace referencia principalmente al gobierno de un cuerpo político.4 Ciertamente en 1492 la monarquía de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón necesitaba establecerse de forma definitiva y alcanzar una aceptación general interna mediante prácticas discursivas, con lo que la exaltación de la lengua castellana llevaba consigo la exaltación correspondiente de la monarquía de los Reyes Católicos, quienes fueron muy conscientes de la importancia de la propaganda discursiva para representar y legitimar su poder. El enaltecimiento de las figuras de los monarcas explica una de las razones con las que Nebrija justifica la redacción de la gramática del castellano: inmortalizar las hazañas de estos monarcas. Sin una lengua uniforme y descrita mediante reglas «en vano vuestros cronistas & estoriadores escriben & encomiendan a inmortalidad la memoria de vuestros loables hechos», ya que la lengua castellana «a recibido en pocos siglos muchas mudanças; por que si la queremos cotejar con la de oi a quinientos años, hallaremos tanta diferencia & diversidad cuanta puede ser maior entre dos lenguas». Por lo tanto, la gramática sirve para exaltar lo que Nebrija llama «nación», un término que hace referencia a la centralización y legitimización del poder monárquico de los Reyes Católicos en sus dominios peninsulares. La lengua castellana jugará un papel importantísimo en este sentido. Sin embargo, cuando el autor andaluz afirma que «mi pensamiento & gana siempre fue engrandecer las cosas de nuestra nación», también se preocupa por la imagen que esta «nación» proyecta en el ámbito internacional y cómo es descrita en el exterior. Propone entonces no dejar que los extranjeros escriban la historia de esta nación o monarquía y, en ese sentido, los miembros de esta unidad política deben escribirla ellos mismos empezando con la lengua propia. No obstante, la imagen exterior de la monarquía de Isabel y Fernando se podía defender mediante el uso de la lengua internacional: el latín, con lo cual podemos observar una posible contradicción, aunque aparente, ya que el principal objetivo es asegurar la aceptación interna del poder monárquico, del imperio como gobierno interior, y, en ese sentido, el uso del castellano como una lengua que es compañera del imperio tendría como primer objetivo apoyar el poder de la monarquía, que es la base de la nación. Esta aceptación naturalizada de la construcción de esta nación se reforzaría mediante obras también escritas en latín. Podemos ver cómo el poder monárquico estaría apoyado tanto por el castellano como por el latín como prueba el hecho de que Isabel y Fernando acogieron a cronistas italianos para que narraran sus hazañas en latín. La reputación internacional complementaba y necesitaba una aceptación interna que la lengua castellana debía proporcionar como buena compañera del imperio.

      Pero al tratar de justificar la redacción de esta obra, Nebrija repite el argumento del obispo de Ávila:

      después que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros & naciones de peregrinas lenguas, & con el vencimiento aquéllos ternían necesidad de recebir las leies quel vencedor pone al vencido, & con ellas nuestra lengua, entonces, por esta mi Arte, podrían venir en el conocimiento della, como agora nos otros deprendemos el arte de la gramática latina para deprender el latín.

      Este fragmento constituye una invitación a reevaluar el concepto de la lengua como compañera del imperio, ya que la aceptación del poder de la monarquía en territorio peninsular no parecía tan diferente a la expansión a otros territorios más allá de la península ibérica. En los dos casos se produce, en teoría, una imposición de la lengua castellana. Nebrija habla de «vizcaínos, navarros, franceses, italianos, & todos los otros que tienen algún trato & conversación en España». Observamos cómo el concepto de España se asocia a una uniformidad lingüística y aparece después de hacer referencia a «naciones de peregrinas lenguas» que los monarcas puede que dominen en el futuro. En este caso se produce un ocultamiento muy claro, ya que, por ejemplo, la lengua catalana fue la lengua administrativa del principado de Cataluña, el reino de Valencia y las Islas Baleares hasta principios del siglo XVIII. Nebrija deja a un lado el multilingüismo de la monarquía de los Reyes Católicos y coloca a la lengua castellana como la representante de una España uniforme. En realidad, el uso de la palabra «España» como unidad monolingüe de cara al exterior constituía la naturalización de la tesis neogótica, cuyo origen se remonta al siglo XIII y que experimentó un reforzamiento en la segunda mitad del siglo xv. La tesis neogótica colocaba al reino de Castilla como el heredero legítimo de la supuesta unidad política y lingüística de la península ibérica conseguida en la época visigoda y perdida tras la invasión musulmana en el año 711. Esta naturalización de la esencia monolingüe castellana de España es el precedente de una posible expansión más allá de la antigua Hispania visigoda. La diferencia entre la expansión de la lengua castellana en la península y la expansión en el exterior es que la unidad monolingüe de España debe mostrarse como un resultado natural en el que no hay ningún tipo de desequilibrio o violencia. El castellano es la lengua instrumental de los habitantes de la corona de Castilla y la corona